El crecimiento de México no sería el mismo sin los tratados de libre comercio. La integración con Norteamérica impulsó exponencialmente las exportaciones del país, desde el TLCAN hasta el actual T-MEC, generando décadas de bonanza.
En 1994, cuando el TLCAN entró en vigor, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos sumaban 51,619 millones de dólares. Para 2024, ya bajo el T-MEC, esa cifra se multiplicó por 10, alcanzando los 512,569 millones, según datos de Banxico.
El comercio con Canadá también creció de manera significativa. Hace 30 años, México exportaba apenas 1,519 millones de dólares a ese país; en 2024, la cifra cerró en 18,906 millones, 12.4 veces mayor.
Este panorama de éxito se ve amenazado. La reciente imposición de un arancel de 25% por parte de Donald Trump, aunque temporalmente suspendido para el sector automotriz, enciende las alarmas. Expertos advierten que el libre comercio con Norteamérica ya no es una certeza, poniendo en riesgo tres décadas de integración comercial.
México es el mayor beneficiado de la integración comercial en América del Norte. Mientras Canadá muestra un crecimiento más moderado, con un aumento de 3.2 veces en sus exportaciones a Estados Unidos en los últimos 30 años, las exportaciones canadienses a México han crecido 8 veces en el mismo período.
Por su parte, las exportaciones de Estados Unidos a Canadá se triplicaron, mientras que a México crecieron 6.5 veces.
La interdependencia México-EU
De acuerdo con un análisis del Atlantic Council, la relación comercial entre México y Estados Unidos es cada vez más interdependiente. Las cadenas de suministro cruzan las fronteras varias veces para optimizar la producción.
Por cada dólar en bienes manufacturados que México exporta a Estados Unidos, 30 centavos provienen de insumos o materiales fabricados en territorio estadounidense.
La AmCham refuerza este punto al señalar que las importaciones de Estados Unidos desde México contienen más del doble de valor agregado estadounidense en comparación con las importaciones desde cualquier otro país, y casi 10 veces más que las provenientes de China.
Además, México es el principal comprador de productos estadounidenses fabricados por pequeñas y medianas empresas. Adquiere 2.2 veces más de lo que compra China y supera las compras combinadas de Japón, Corea del Sur, India, Suiza, Países Bajos y Alemania. Estos datos no solo reflejan comercio, sino también empleos, fábricas y salarios en Estados Unidos.
El Instituto Mexicano para la Competitividad advierte que los aranceles, especialmente sobre bienes intermedios, pueden aumentar los costos de producción y reducir la viabilidad económica de varias cadenas de suministro. Esto encarece los bienes finales, afecta a los consumidores y disminuye la competitividad de la región frente a otras economías.
Para Juan Carlos Baker, exsubsecretario de Comercio Exterior, México debe definir su papel en la integración regional. La relación con Estados Unidos ya no se limita al comercio. También abarca migración, seguridad, tecnología e inteligencia artificial. Todos estos temas están interconectados y requieren una estrategia clara.
Ante este panorama, es válido preguntarse si México debe avanzar hacia una unión aduanera con Estados Unidos o si debe alinear su política exterior con los intereses de sus socios norteamericanos. También es momento de discutir una estrategia de política industrial para la región.
Tomar estas decisiones es crucial. México debe definir su rumbo en lugar de dejar que las circunstancias lo determinen. Pero si la geografía, el comercio y la economía ya lo llevaron en esa dirección, es momento de estructurar una estrategia que permita aprovechar al máximo las oportunidades.
Los tratados más allá de la economía
Los tratados comerciales no solo impulsaron a la economía mexicana, también transformaron la vida diaria de su población. Antes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y su sucesor, el T-MEC, acceder a productos estadounidenses o canadienses no era sencillo. Hoy, en cambio, la oferta es amplia y diversa en productos y servicios.
Mónica Lugo, directora de relaciones institucionales de Prodensa y exnegociadora del T-MEC, explica que desde el momento en que una persona inicia su día, su rutina está marcada por la integración económica de los tres países. Compra un café en Starbucks, pide un Uber, usa WhatsApp y revisa Facebook. En el desayuno, disfruta de unos hotcakes con miel de arce canadiense. Más tarde, su sándwich puede incluir jamón y pan provenientes de Estados Unidos.
México importa no solo alimentos, sino también madera, acero y energía de Canadá y Estados Unidos. Sin un acuerdo comercial, el acceso a estos bienes y servicios sería limitado,
Para las nuevas generaciones, esta integración es natural, pero hace unas décadas la realidad era muy distinta. En los años 80, encontrar dulces estadounidenses en México era casi imposible. Un Milky Way se consideraba como algo raro, hoy, basta entrar a cualquier tienda de conveniencia para encontrarlo sin dificultad.
Este cambio, aunque imperceptible para muchos, es una muestra clara de cómo los acuerdos comerciales han modificado el acceso a bienes y servicios en México. Lo que antes era un lujo, hoy es parte del día a día.
Cortesía de Expansión
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