Donald Trump acaba de hacer una excepción a su agresiva política migratoria. Las deportaciones masivas que anunció su gobierno no contemplan a los llamados afrikáners de origen neerlandés. Al contrario, 59 de ellos fueron bien recibidos en Estados Unidos bajo el argumento de que en Sudáfrica se los discriminaba y sufrían racismo en la cuna del Apartheid. Incluso que habían sido despojados de sus tierras, algo que Pretoria negó. Pese a eso, se les concedió de inmediato el estatus de refugiados. Hay una razón aparente: son blancos, de ascendiente europeo germánico y no hispanos provenientes de México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Venezuela, negros que llegaron de Haití o ciudadanos de otros países latinoamericanos que están siendo expulsados de a miles.
Esta recepción selectiva de EE.UU abrió un conflicto diplomático con Sudáfrica, gobernada desde 1994 por el Congreso Nacional Africano (ANC) – el partido de Nelson Mandela-, después de que cayera el régimen de segregación racial. Su presidente Cyril Ramaphosa visitará Washington esta semana para reunirse con Trump el miércoles. La condición de refugiados que les concedió la Casa Blanca a los afrikáners seguramente será uno de los temas que tratarán los dos jefes de Estado.
EE.UU tomó represalias económicas contra Sudáfrica en febrero pasado cuando el magnate del Partido Republicano acusó a su gobierno de “confiscar tierras de agricultores blancos sin compensación”. El argumento de Trump para justificarse quedó corto. Había algo más. Se supo que no le gustó nada que el gobierno de Ramaphosa denunciara a Israel el 29 de diciembre de 2023 ante la Corte Penal Internacional (CPI) por “conducta genocida” en Gaza.
Cuando los ciudadanos blancos sudafricanos llegaron a Washington el 13 de mayo, el subsecretario de Estado Christoph Landau les dijo: “Bienvenidos a la tierra de la libertad”. Habían viajado en un vuelo charter privado, “al parecer pagado por el Departamento de Estado”, publicó el medio alemán DW.
La injerencia de EE.UU en la política de Sudáfrica causó fuerte rechazo en este país. Trump se apoyó al hacer sus declaraciones en una ley promulgada a fines de enero por el Congreso en Ciudad del Cabo – ahí sesiona el parlamento sudafricano – para posibilitar expropiaciones de tierras. También agregó que se violaban los derechos humanos de la minoría blanca. La historia del sistema de segregación racial, conocido popularmente como Apartheid (1948-1991), no se compadece con los dichos del presidente estadounidense. Sobre todo cuando alrededor del 72% de las tierras les pertenecen a los blancos.
Según la Cámara de Comercio de Sudáfrica en EE.UU. (SACCUSA), 67.042 afrikáners expresaron su interés por acogerse al programa de inserción. “Muchos de ellos aludieron a su preocupación por la reforma agraria y por el trato que reciben en el país según su percepción”, declaró el presidente de SACCUSA, Neil Diamond. Añadió que la mayoría de los interesados tienen entre 25 y 45 años.
Ese propósito de emigrar a Estados Unidos lejos está de las estadísticas demográficas de la nación más rica del África. Según los últimos datos oficiales, viven en Sudáfrica unos 4,5 millones de blancos, que representan aproximadamente el 7,2 % de la población total. Pese a que solo el 1,49 % de ese grupo manifestó su interés de emigrar a EE.UU, la iniciativa revolvió el avispero dentro del país.
El presidente Ramaphosa se refirió a la política que impulsa Trump: “Las personas que han sido persuadidas para ir a los Estados Unidos no se ajustan a la definición de refugiados. Un refugiado es alguien que tiene que abandonar su país por temor a la persecución política, persecución religiosa o persecución económica”.
Sudáfrica hoy ya no es gobernada por el ANC en soledad. Tuvo que formar una coalición con otros partidos por la caída de su caudal electoral y el principal representa a la minoría blanca, la Alianza Democrática (DA). Se trata de la segunda fuerza del país que hasta las elecciones de mayo de 2024 estaba en la oposición.
El ministro sudafricano de Relaciones Internacionales y Cooperación, Ronald Lamola, declaró que “no existe absolutamente ningún dato que pruebe una persecución contra los sudafricanos blancos o, más específicamente, contra los afrikáners que se dedican a la agricultura”. La historia de Sudáfrica le da la razón al funcionario y demuestra que ha sido completamente al revés a lo que sostiene Trump, incluso desde mucho tiempo antes del Apartheid.
En Sudáfrica rigió a partir de 1913 la Ley de Nativos que fijaba la distribución de la tierra con el objetivo de proteger a los granjeros blancos. En ese momento, a los negros sólo se les permitía tener el 7% de las hectáreas disponibles, un porcentaje que recién se duplicó en 1936, a pesar de que siempre rondaron el 80 por ciento de la población total del país.
Muy distinto a lo que piensa el canciller Lamola es lo que sostiene la organización AfriForum. En su página oficial declara que está en lucha “por los derechos de propiedad privada y en oposición a la expropiación sin compensación”. Esta ONG fundada el 26 de marzo de 2006 persigue un objetivo: “Se creó para convocar a los afrikáners a participar en debates públicos y acciones fuera del ámbito de la política partidista. AfriForum no es una organización común y corriente, sino una herramienta para que nosotros y nuestros descendientes construyamos un futuro mejor aplicando su triple fórmula de éxito para la esperanza”.
Instigadora de una nueva teoría del racismo al revés de lo que marcan siglos de historia, la organización de extrema derecha elogió la decisión de Trump de recibir a afrikáners en Estados Unidos bajo el paraguas de refugiados. Además acusó al gobierno de Sudáfrica de aplicar “una legislación racial discriminatoria”.
Elon Musk se sumó a la polémica
A este conflicto por la propiedad de la tierra se sumó un nativo de Sudáfrica: el multimillonario Elon Musk, quien está detrás de las medidas que adoptó el presidente de EE.UU para recibir afrikáners. En febrero, después de que Pretoria aprobara con demora su ley de expropiación – que en algunos casos será sin compensación cuando las tierras no se utilicen o exista interés público en su redistribución – el dueño de Tesla afirmó que se estaba cometiendo “un genocidio” contra los granjeros blancos.
Tan disparatada resultó su declaración que otras organizaciones afrikáners se pronunciaron de manera distinta. El movimiento Orania reside en una localidad autogestionada por blancos de origen neerlandés. Este grupo dice que su premisa es clara: “No buscamos convertirnos en refugiados en otro país, sino seguir siendo afrikáners en África. Por lo tanto, cualquier ayuda debe centrarse en lo local. Los afrikáners no quieren ser refugiados”.
El debate en curso sobre “el genocidio blanco” instalado por Musk y reavivado con la medida que adoptó Trump de migración selectiva, lo refutó en 2018 el exembajador de Estados Unidos en Sudáfrica, Patrick Gaspard. Calificó esa idea como un “mito”.
Cortesía de Página 12
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