Los Ángeles


La migración es un fenómeno social permanente que existe desde la prehistoria. Las personas no se mueven porque quieren; cambian de residencia por necesidades de sobrevivencia, empleo, desarrollo e incluso afectivas. Ahora mismo, Europa está siendo repoblada por migrantes africanos, de Asia Menor y de Latinoamérica. De igual manera, los Estados Unidos es un país construido por inmigrantes de todas las regiones del mundo, millones de ellos, mexicanos.

Aprovechando los graves problemas generados por la falta de oportunidades e injusticia social, gobernantes enfermos de codicia, soberbia y falsos nacionalismos pueden alentar la discordia. El fantasma de la guerra cobra rostro en distintos lugares del planeta y la violencia toca nuestras puertas en la ciudad de Los Ángeles. ¡Cuidado! Quienes la habitan, en su mayoría mexicanos, eligieron o fueron orillados a migrar a los EE. UU. y transterraron su hogar, no porque rechazaran vivir entre nosotros, sino en busca de un horizonte más promisorio para sí y para sus familias. Al margen de la numeraria, no podemos ser indiferentes a las redadas de inmigrantes en territorio estadounidense.

Tal parece que, cuando hay mayores condiciones para la integración, cuando la evolución tecnológica tiende a facilitar la comunicación y el entendimiento, a la vez que disponemos de mayores recursos y capacidades para combatir la pobreza y la ignorancia, más nos alejamos de la necesaria cordura que exige compartir espacio, tiempo y destino. Los posibles efectos de este conflicto afectan nuestras estructuras económicas, el tejido social y las relaciones familiares entre los mexicanos de allá y los de acá. Las luces de alarma deben ser encendidas. Los demagogos pueden aprovechar el clima de intolerancia y odio racial que se está generando para acelerar sus ambiciones de poder.

El valor de nuestros connacionales en la vida de nuestros vecinos es innegable: nos necesitan y los necesitamos. La problemática se encuentra más cerca de lo que pensamos cuando consideramos que, tan solo en California, habitan aproximadamente un millón de jaliscienses que, durante el primer trimestre del año, aportaron a nuestra economía alrededor de 1,250 millones de dólares. Compartir más de tres mil kilómetros de frontera con la mayor potencia de la historia no es fácil, pues reclama grandes dosis de inteligencia, prudencia, tolerancia y buen juicio. Mal harían nuestros gobernantes en exacerbar los ánimos y estimular una escalada xenofóbica.

Lo comentado no tiene por qué necesariamente desembocar en una tragedia. México es un gran país lleno de personas de bien, que compartimos con nuestros consanguíneos del otro lado raíces irrenunciables: somos una misma raza. Nunca ha sido la violencia el mejor de los caminos. La política debe ser el instrumento para resolver los conflictos que se dan entre las personas y las naciones. Es ridículo culpar a la oposición cuando, durante los últimos seis años, las autoridades han pronunciado un discurso de odio que ha estimulado el conflicto social. Actuemos solidariamente. Fortalezcamos nuestros valores y la fraternidad, que deben prevalecer por encima de nuestras diferencias. ¡Viva México y larga vida para todas las naciones!

Cortesía de El Informador



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