Los chips ¿del bienestar?

El anuncio de Donald Trump de imponer aranceles del 100% a los semiconductores importados no es solo una declaración de guerra comercial; es el disparo de salida para la reconfiguración más importante de la industria tecnológica global en décadas. Y México, si juega bien sus cartas, podría emerger como el gran ganador de esta partida geopolítica.

FERIA DE SAN FRANCISCO

Ayer, en una conferencia con Tim Cook, el CEO de Apple, Trump anunció -muy a su estilo- una medida arancelaria que exenta únicamente a empresas con compromisos de manufactura en Estados Unidos, pone en jaque a gigantes como TSMC de Taiwán y abre una ventana de oportunidad histórica para nuestro país. Mientras Washington busca desesperadamente reducir su dependencia del 90% de chips que importa, México se encuentra en la posición perfecta para capitalizar esta nueva realidad.

El nearshoring, que ya había transformado sectores como el automotriz y textil, ahora toca las puertas de la industria más estratégica del siglo XXI. Los semiconductores no son solo componentes; son el petróleo digital que alimenta desde teléfonos hasta sistemas de defensa nacional. Y México, con su ubicación privilegiada, mano de obra calificada y tratados comerciales vigentes, puede convertirse en el socio preferencial de Estados Unidos en esta transición.

Estados Unidos produce apenas 10% de los chips globales, pero alberga más de la mitad de las empresas semiconductoras del mundo. Esta paradoja genera una dependencia peligrosa que Trump busca resolver a martillazos arancelarios. Para México, esto significa que empresas estadounidenses buscarán urgentemente alternativas de manufactura cercanas que les permitan evitar los costos prohibitivos de importar desde Asia.

El TMEC nos otorga una ventaja competitiva innegable. Mientras China enfrenta aranceles punitivos y Taiwán navega la incertidumbre geopolítica, México puede ofrecer certeza jurídica, acceso preferencial al mercado estadounidense y costos competitivos. Estados como Jalisco, Baja California y Nuevo León ya cuentan con ecosistemas tecnológicos que pueden escalarse rápidamente.

Sin embargo, la ventana de oportunidad no estará abierta indefinidamente. Otros países como Vietnam, India y Polonia también compiten por atraer esta inversión. México debe actuar con velocidad y precisión estratégica. Necesitamos políticas públicas que incentiven la inversión en semiconductores, desde facilidades fiscales hasta programas de capacitación especializada.

La infraestructura energética será crucial. La manufactura de semiconductores requiere energía estable y abundante, algo que México debe garantizar si aspira a ser protagonista en esta industria. Asimismo, la formación de talento especializado no puede esperar; las universidades mexicanas deben alinearse ya con las demandas de esta nueva economía digital.

El proteccionismo trumpista, paradójicamente, puede ser el catalizador que México necesitaba para dar el salto hacia una economía de mayor valor agregado. La pregunta no es si los aranceles estadounidenses reconfigurarán las cadenas globales de suministro, sino si México estará listo para aprovechar esta transformación.

La historia económica está llena de países que perdieron oportunidades por falta de visión o velocidad de respuesta. México tiene hoy la posibilidad de escribir un capítulo diferente: el de una nación que supo convertir las turbulencias geopolíticas globales en prosperidad nacional. Los semiconductores pueden ser nuestro boleto hacia el futuro, pero solo si actuamos ahora.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Economista



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