Gea, también conocida como Gaia, era la diosa primigenia que personificaba a la Tierra en la mitología griega. Nuestra Tierra tiene una edad aproximada de 4600 millones de años y la abreviatura establecida para esta unidad de medida, el millón de años, de acuerdo a las normas internacionales es Ma («M» es mega y «a» procede de año, del latín annus). A lo largo de tanto tiempo, el paisaje y el clima se han transformado, generalmente, de manera lenta y gradual. Pero la historia geológica de la Tierra también está marcada por cambios repentinos que han quedado reflejados en las rocas y que sirven a los geólogos como indicadores para delimitar y parcelar el tiempo en distintas subdivisiones (conocidas como Eón, Era, Periodo, Época y Edad), basadas en el conocimiento de las rocas y los fósiles que contienen. Así, la Era Mesozoica, o Era de los Dinosaurios, se subdivide en tres periodos geológicos: Triásico (entre hace 252 y 201 Ma), Jurásico (de 201 a 145 Ma) y Cretácico (entre 145 y 66 Ma).
Los eventos registrados en los estratos están relacionados, normalmente, con cambios ambientales o biológicos importantes, como grandes extinciones o apariciones de especies. Sin embargo, el tiempo geológico es una dimensión difícil de percibir para el ser humano, quizá por el hecho de que los fósiles más antiguos de nuestra especie apenas representan un 0,1 % de la historia geológica total del planeta. Los dinosaurios dominaron la Tierra durante el Mesozoico, conocido como era de los reptiles o vida intermedia (del griego meso, «entre», y zoe, «forma de vida»), y da comienzo y finaliza tras dos grandes extinciones, la extinción que pone fin a la era Paleozoica en el Pérmico y la que pone fin a la era Mesozoica, a finales del Cretácico.
Los periodos triásico, jurásico y cretácico: contextos y faunas características
A lo largo de la historia de la Tierra, los continentes han cambiado de posición como consecuencia de su movimiento por la tectónica de placas. El panorama de distribución de tierras emergidas en el Mesozoico tiene su punto de partida en Pangea, un gran supercontinente anclado en latitudes tropicales que durante el Triásico empezó a fragmentarse en dos masas de tierra. Al norte derivó Laurasia, un continente que abarcaba los territorios que hoy comprenden buena parte de Norteamérica, Europa y Asia. Al sur quedó Gondwana, el continente al que pertenecía Sudamérica, África, India, Antártida y Australia, y la masa de agua que marcó la separación entre ambos continentes se denomina como Mar de Tethys.
Tras la extinción de finales del Paleozoico hace 252 Ma, o extinción PérmicoTriásico, que puso fin a más de tres cuartas partes de las especies del planeta, el Mesozoico representó una etapa de oportunidad y diversificación para los vertebrados supervivientes, aunado a importantes cambios geológicos que provocaron el establecimiento de nuevos ecosistemas. Además del dominio marcado por los dinosaurios, la era Mesozoica también nos relata la formación de importantes cadenas montañosas por efecto de movimientos continentales así como el desarrollo de una gran actividad volcánica, culminando con una gran extinción que marcó el final de dicha era.
Tendencia cálida
Como legado de la anterior era Paleozoica, durante el Triásico continuó una tendencia general de climas calurosos, secos y marcadamente estacionales especialmente en zonas de interior, dando lugar a la formación de áreas desérticas durante un periodo en el que no se han evidenciado muestras de glaciación. Algunos grupos de organismos supervivientes de la extinción del Pérmico-Triásico, como Lystrosaurus, acabaron desapareciendo durante este periodo, aunque otros florecieron y continuaron hasta dominar posteriormente el mundo mesozoico. En este contexto se inició el esplendor de los reptiles, con los dinosaurios a la cabeza, en donde a partir de reptiles ancestrales se produjeron una serie de adaptaciones y modificaciones evolutivas que los separaron del resto de su linaje.
En el Triásico Superior, los primeros dinosaurios como Plateosaurus se desarrollaron en un contexto global en el que Laurasia al norte y Gondwana al sur mantenían áreas de conexión, las cuales permitieron una amplia distribución inicial de este grupo. En paralelo, también continuaron diversificándose los reptiles mamiferoides, como Dimetrodon, que constituyeron el grupo de organismos ancestrales a todos los mamíferos actuales.
Origen y diversidad
El origen de los mamíferos, a partir de un linaje de reptiles mamiferoides, se remonta al periodo Pérmico, hace más de 290 millones de años. A lo largo del Mesozoico, pequeños mamíferos de hábitos nocturnos seguían estrategias de adaptación para protegerse de los depredadores y vivir a la sombra del dominio de los dinosaurios.
En el Jurásico, los dinosaurios se expandieron a lo largo del planeta y sus migraciones entre las masas continentales al norte y al sur eran posibles. Prueba de ello, son las similitudes entre las faunas de dinosaurios del Jurásico Superior presentes en las formaciones geológicas de Norteamérica, África y la península ibérica. Así, en esta zona se ha encontrado registros de dinosaurios saurópodos pertenecientes a distintas familias como los turiasaurios y diplodócidos, terópodos del grupo de los megalosáuridos, ornitópodos de mediano y gran tamaño así como tireóforos, principalmente estegosaurios.
Durante el Cretácico, las faunas de dinosaurios que predominaban en el Jurásico dieron paso a otros grupos. A modo de ejemplo, durante la parte inicial del Cretácico Inferior, en el entorno ibérico, se desarrollaron diferentes grupos, como los espinosáuridos y carcarodontosaurios entre los dinosaurios terópodos, o como los titanosauriformes y los rebaquisáuridos entre los saurópodos. Durante la parte intermedia del Cretácico Inferior se desarrollaron terópodos no avianos, como el ornitomimosáurido Pelecanimimus, y aves de pequeño tamaño, así como dinosaurios herbívoros entre los que destacan los braquiosáuridos, iguanodontios y tireóforos polacántidos. En la parte final del Cretácico Inferior, la fauna de dinosaurios estuvo dominada por iguanodóntidos y tireóforos nodosáuridos representados por nuevas especies como Proa valdearinnoensis y Europelta carbonensis descubiertas en la provincia de Teruel.

Transición y extinción
Durante el primer tramo del Cretácico Superior, el registro de dinosaurios no es muy abundante en Iberia, encontrándose hasta el momento unos pocos yacimientos con restos directos y también algunas evidencias de su presencia en la península en forma de huellas fósiles. Sin embargo, el registro es más abundante en la parte final del Cretácico Superior, con restos de saurópodos titanosaurios y algunos grupos de ornitópodos (hadrosáuridos), acompañados de terópodos, que se han encontrado en sedimentos estratigráficamente muy cercanos al límite entre la era Mesozoica y la Cenozoica, la cual marcó la extinción de estos animales.
El Cenozoico se inició hace 66 millones de años como punto y seguido a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno (K/Pg) que supuso el fin a tres cuartas partes de las especies de plantas y animales de la Tierra, desapareciendo los ammonites y todos los dinosaurios no avianos. A pesar de todo, la historia geológica y de la vida continuó y las aves, un grupo superviviente de dinosaurios, continuaron con su evolución y diversificación hasta nuestros días, donde actualmente son sus descendientes.
Cambios ambientales y eventos de radiación durante la era de los dinosaurios
En un contexto global, y debido a la estabilidad climática reinante, la vida se diversificó enormemente a partir del Jurásico, tanto en las zonas emergidas como en el mar. En este entorno, abundaban los cefalópodos como los ammonites y peces óseos, que llegaron a superar los 10 metros de longitud, con especies como Leedsichthys, y cerca de las líneas de costa nadaban cocodrilos como Steneosaurus.
La disgregación de Pangea durante el Jurásico comenzó con la apertura de un océano Atlántico incipiente, primero separando la zona norte y, al final de este periodo, el área austral entre Sudamérica y África. No obstante, Laurasia y Gondwana continuaron en conexión a través de la zona que equivale actualmente a la península ibérica, que en aquel tiempo estaba formada por un conjunto de islas que jugaron un interesante papel de encrucijada biológica a lo largo del Mesozoico.

Evolución del cretácico
Durante el Cretácico, los continentes continuaron separándose gradualmente, marcando un periodo de cambio geológico significativo. El clima global se volvió más cálido, lo que llevó a la desaparición del hielo en las regiones polares y su reemplazo por extensos bosques. A pesar de esta división continental en curso, hubo períodos de conexión ocasional entre las islas del oeste europeo, Norteamérica y África durante el Cretácico Inferior, facilitando el intercambio de especies de dinosaurios. Este fenómeno se refleja en numerosos yacimientos ibéricos donde se han encontrado restos de estos fascinantes animales prehistóricos.
En los continentes, el Cretácico fue testigo del desarrollo de grupos de plantas y animales que comenzaron a exhibir características análogas a las actuales. Este periodo se conoce por la explosión de las plantas con flor, que dominaron el paisaje junto con la diversificación de mamíferos placentarios y otros grupos biológicos. Los cielos eran dominados por reptiles voladores como los pterosaurios, mientras que en tierra, los dinosaurios experimentaron una notable evolución, algunos desarrollando plumas, cuernos o armaduras como adaptaciones a su entorno cambiante y competitivo.
Cortesía de Muy Interesante
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