Los juegos del hambre: El restaurante más chilango de todos

“Sin temor a equivocarme, es mi lugar favorito ALV”, reaccionó a mi story Alberto. “¿Qué le hace falta?”, le pregunté. “Estar al lado de mi casa”, remató.

Una tras una, llegaron las reacciones a una story que subí a mi cuenta de Instagram alrededor de las 11 de la mañana. En la imagen –una toma cenital que tomé con mi celular– se veían tres platos con cecina, dos platos con cinco sopes con frijoles, salsa y queso en cada uno, además de una orden de aguacate, salsas verde y roja, limones y un bowl con crema. Pocas veces una simple story provoca tanto movimiento entre mis seguidores.

En el transcurso del día, aparecieron unas cinco que solo decían “Ufff”, unas ocho con emojis de corazoncitos en los ojos y otras cuantas que sí encontraban las palabras correctas: “Qué delicia”, “Arte”, “Una maravilla”, “Algo bien”, “Pinche paraíso” y dos grupos de fuereños: los que no tenían idea de lo que se trataba y preguntaban curiosos y los exiliados que con nostalgia solo atinaban a decir: “¡cómo se extraña 4 Vientos!”.

Honestamente, la foto es una foto promedio. Claro, se antoja. Pero no es para tanto, pensé. ¿O sí? Puede ser que sí. Y ahí es cuando caí en cuenta: La Auténtica Fonda 4 Vientos es uno de los restaurantes más relevantes para los chilangos –acaso el que más– sin estar siquiera dentro de la Ciudad de México.

Ubicado en el municipio de Puente de Ixtla, en Morelos, en el kilómetro 107 de la Carretera Federal México-Acapulco, 4 Vientos es un restaurante de gran formato, que podría fácilmente dar servicio a más de 500 personas de manera simultánea.

Es una fonda de carretera con todo lo que debe tener: comida sencilla y sabrosa, baños públicos, una dulcería-abarrotería para los víveres del camino y un servicio veloz. De esos hay muchos en el país (Los Cochinitos, la Barbacoa de Santiago, el Capri…), sin embargo, para las y los capitalinos representa mucho más que una escala estratégica en el camino; es nostalgia de la infancia.

Es la primera pista de que las vacaciones han dado inicio. Para acompañar esa cecina de Yecapixtla –tan tradicional en los alcances de la Autopista del Sol–, chicos y grandes embisten botellas de Yoli, el refresco oficial de Acapulco. No hay sabor que detone el vibe de las vacaciones como el de la Yoli.

Sorpresivamente, la carta no es breve. Existen un montón de opciones, tan sencillas como una orden de chilaquiles o huevos revueltos hasta un plato de codorniz al mojo de ajo, pero lo que realmente es excepcional es, en efecto, los platos de jugosa cecina que se comparten en tacos y se acompañan con salsas y crema.

La gastronomía chilanga no tiene platillos tan identificados como “endémicos” o “típicos” de la región. Más bien es un cúmulo de recetas que llegaron a la ciudad producto de diferentes migraciones. Pienso que la cecina de Yecapixtla, con su técnica de salazón y secado al sol que aprendimos de los jamones españoles, aunque es oriunda de Morelos, bien podría ser uno. De ser así, una de las catedrales de la cocina chilanga tendría que ser, necesariamente, la Auténtica Fonda 4 Vientos.

IG: @piterpunk

Cortesía de Chilango



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