Los investigadores del yacimiento de Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca (Burgos), han hallado pruebas claras de que se practicó el canibalismo infantil hace más de 800.000 años. El descubrimiento, que se anunció a mediados de 2025, se ha hecho a partir del análisis tafonómico de una nueva colección de fósiles humanos, entre los cuales se incluye la vértebra de un niño, de entre 2 y 5 años. Los resultados consolidan lo que ya se apuntaba desde hace décadas: la antropofagia formaba parte del comportamiento de los primeros homínidos europeos.
Un hallazgo que reabre el debate sobre la violencia prehistórica
La vértebra infantil, que se encontró junto a un grupo de restos humanos, presentaba marcas de corte que se practicaron para poder separar la cabeza del cuerpo, según los investigadores. Este nuevo descubrimiento actualiza y amplía los datos que se han recopilado desde 1994 en el nivel TD6 de Gran Dolina, donde ya se habían recuperado restos de, al menos, once individuos, casi todos en edad infantil. Aquel hallazgo pionero permitió tanto identificar a una nueva especie, el Homo antecessor, como abrir un importante debate sobre las motivaciones del canibalismo en la prehistoria.
Ahora, con un volumen mayor de restos fósiles, técnicas más precisas y un equipo multidisciplinar de 38 especialistas, el panorama prehistórico de Atapuerca se vuelve aún más nítido. Los cuerpos fueron descarnados, desmembrados, golpeados y, quizás, también cocinados para su consumo. Los investigadores, además, han podido observar que los restos humanos aparecen mezclados y tratados sin distinción alguna respecto a los de animales como ciervos o caballos. Es decir, en este caso, los restos animales y los restos humanos recibieron el mismo tratamiento. Este dato refuerza la hipótesis de que practicó un canibalismo de tipo gastronómico.
El caso de TD6: canibalismo recurrente en el Pleistoceno inferior
Según las investigaciones realizadas en la Gran Dolina, los fósiles analizados muestran un patrón sistemático de descarnación, fractura y extracción de médula ósea. Los huesos presentan marcas de corte, impactos de percusión y huellas de dientes humanos. Estas señales son características de un tratamiento post mortem asociado a la obtención de carne y nutrientes, y coinciden con las encontradas en los animales que consumían estos mismos grupos humanos.
La mayoría de las víctimas fueron niños y adolescentes. Los expertos sugieren que esta preferencia podría reflejar una estrategia selectiva, consecuencia de la alta mortalidad infantil o, como sugiere parte del equipo, un conflicto intergrupal con fines depredatorios. De hecho, el análisis de las marcas en huesos infantiles indica que estos se trataron exactamente igual que las presas animales, sin evidencias de tratamientos rituales ni funerarios.
Se han documentado, además, dos oleadas principales de canibalismo, separadas por cientos de años. Se trataría, pues, de una práctica cultural reiterada en el tiempo. Este aspecto es crucial, pues, de acuerdo con los expertos, no se trataría de un acto aislado motivado por las hambrunas, sino de un comportamiento bien asentado entre determinados grupos de homínidos.

Canibalismo en el Pleistoceno: ¿hambre, ritual o estrategia?
Aunque la interpretación del fenómeno sigue resultando compleja, las investigaciones más reciente apuntan a que el canibalismo fue una práctica relativamente frecuente entre los homínidos del Paleolítico. A menudo, en la arqueología, las marcas de que los cadáveres fueron manipulados pueden deberse tanto al consumo como a prácticas simbólicas o funerarias, por lo que la equifinalidad tafonómica —esto es, la posibilidad de que diferentes causas generen señales similares— dificulta su análisis.
No obstante, en yacimientos como la Gran Dolina, evidencias como la ausencia de enterramientos, la disposición indiferenciada de los huesos humanos junto a restos faunísticos y la presencia de múltiples huellas de procesamiento llevan a descartar un componente ritual. Según los investigadores, la homogeneidad presente entre las señales de los restos humanos y las de los animales cazados y consumidos refuerza la hipótesis nutricional.
Otros yacimientos, como Moula-Guercy (Francia) o El Sidrón (Asturias), ofrecen casos comparables, aunque con diferencias importantes. En Moula-Guercy, un grupo de neandertales descuartizó y consumió a a seis individuos, incluidos dos niños. El Sidrón, por su parte, se ha ofrece lo que se ha interpretado como un episodio de canibalismo por supervivencia, tal vez vinculado a una hambruna estacional. En todos ellos, sin embargo, los restos infantiles son una constante.

¿Por qué se comían niños en el Pleistoceno?
Uno de los aspectos más impactantes del hallazgo en TD6 es la alta proporción de restos infantiles. ¿Se trataba de un grupo infantil que murió al mismo tiempo? ¿Eran niños de un grupo rival cazados de manera intencional? ¿Fueron víctimas de un colapso demográfico? Las respuestas no son concluyentes, pero el perfil de edad recuerda más a una mortalidad catastrófica que a una selección alimentaria intencionada. En el caso de TD6, las evidencias de canibalismo infantil a lo largo del tiempo sugiere una estrategia económica adaptativa, aunque también podría reflejar un conflicto violento entre grupos humanos.
Los homínidos del Pleistoceno inferior eran plenamente conscientes de la diferencia entre humanos y otros animales, como demostraría la sistematización de los cortes en zonas como manos, pies y cráneos. Sin embargo, esta conciencia no impidió se consumieran restos humanos como parte de su alimentación cotidiano.

El canibalismo como marca de la evolución humana
Los datos procedentes de la Gran Dolina consolidan una hipótesis que se planteó hace ya varias décadas: el canibalismo no fue una anomalía, sino una práctica recurrente en algunos grupos del Paleolítico. El propio canibalismo se ha documentado en otras especies de primates y en numerosos contextos animales. Su aparición en la Prehistoria humana, por tanto, debe entenderse como una posible adaptación más del género Homo. El registro arqueológico, por tanto, obliga a reconocer que la violencia, incluida la antropofagia, formó parte del repertorio de conductas de nuestros ancestros, sin que ello implique juzgar con categorías actuales.
Una lección desde las entrañas de la Prehistoria
El reciente hallazgo de los restos de un cuerpo infantil canibalizado en la Gran Dolina no solo aporta una nueva pieza al complejo puzle de la evolución humana, sino que invita a reflexionar sobre la relación entre violencia, alimentación y cultura en el Paleolítico. El canibalismo infantil fue una realidad que ahora cuenta con pruebas arqueológica sólidas e irrefutables.
Referencias
Cortesía de Muy Interesante
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