Lejos de la tradición casi generalizada, de que los hijos de altos mandos militares en Colombia terminan siguiendo sus pasos, al almirante Juan Antonio Pizarro García la mayoría de sus vástagos le salieron subversivos e incluso uno, Carlos Pizarro Leongómez, llegó a comandar una de las guerrillas más conocidas en el país, el M-19.
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Las causas y los intríngulis de ese devenir enrevesado son revelados por el periodista Robert-Jan Freile con lujo de detalles a través de las más de las 608 páginas del libro Los Pizarro, que originalmente fue escrito en lengua holandesa y agotó cuatro ediciones en su nación de origen; acaba de salir en su versión traducida al español para ser vendido en las librerías del país, bajo el sello de la editorial Icono.
Los Pizarro, como el subtítulo lo indica, recorre la saga de esta familia a través de tres generaciones y cien años. No es solo la historia de la estirpe, sino que ellos, al ser protagonistas, se convierten en el hilo conductor para relatar un siglo de la historia colombiana, como quiera que Lisímaco, el abuelo del almirante, participó en diez campañas dentro de las guerras intestinas que vivió el país a finales del siglo XIX, y en el otro extremo temporal, María José y María del Mar Pizarro, las hijas de Carlos, han detentado cargos de representación en el Congreso de la República.
“Robet-Jan Freile reconstruye la vida de tres generaciones atravesadas por el poder, la revolución, el dolor y la esperanza”, escribió Olga Behar en la introducción.
También, en palabras de esta maestra del periodismo, el libro “deja de ser solo una saga familiar o una historia política. Se convierte en una anatomía del conflicto colombiano”.
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El hecho de que el autor sea periodista y para más veras extranjero, le permitió acceder a fuentes que de lo contrario no hubiera logrado, pero también construir un relato sin los apasionamientos que podrían tentar a alguien que haya sido tocado de manera directa por los episodios de ese conflicto que fue la constante en la centuria transcurrida en sus páginas.
En vez de eso, el libro está lleno de hechos, con detalles, para que el lector entienda y asuma sus propias conclusiones.
No deja de lado la génesis del conflicto armado ni su evolución, pasando por El Bogotazo, la creación de las guerrillas y de otras agrupaciones armadas al margen de la ley, con los respectivos procesos de desmovilización; la época del Estatuto de Seguridad de Julio César Turbay Ayala, la toma de la Embajada de República Dominicana, el Holocausto del Palacio de Justicia o el Narcoterrorismo de los años 90.
Cada uno de sus 46 capítulos está escrito como si fuera una serie de Netflix, es decir que tiene un principio y un desenlace, lo que permite abordarlos de forma fácil y amena.
Una pregunta que Freile se plantea de manera expresa es qué fue lo que provocó la vuelta de tuerca en una generación con componentes de dos linajes llenos de curas, abogados y militares, para convertirse de “niños bien” a rebeldes con causa.
De los Pizarro, solo Juan Antonio, el mayor, aunque perteneció al Partido Comunista, permaneció al margen de la lucha armada y se volcó finalmente a la labor empresarial. Entre tanto, Carlos, como ya se dijo, perteneció primero a las Farc y luego fundó el M-19 con Jaime Bateman y otros, para ser asesinado tras la desmovilización, en marzo de 1990. Nina, la única mujer, también militó en ese movimiento, purgó cárcel y padeció la tortura y el exilio; Eduardo estuvo igualmente en el PC pero llevó ese ímpetu al mundo intelectual para mutar en profesor universitario, analista del conflicto y embajador; y Hernando, el menor, discurre en el relato de principio a fin como un fantasma al que la mayoría quiere olvidar, pues contra él pesó la responsabilidad por la masacre de más de 150 combatientes de las Farc, camaradas suyos, en Tacueyó (Cauca).
A la hora de los porqué de este sino familiar, resalta en todos la imagen fuerte de Margoth Leongómez, la matrona religiosa que visitaba barrios populares haciendo campañas y que les enseñó de sensibilidad social; por ejemplo -verdad o ficción-, según el libro, les compraba un solo cepillo de dientes o los instaba a intercambiarse la ropa, para que aprendieran que en este ámbito íntimo nada era de nadie. Por algo Carlos diría que ella era la única comunista de la casa.
Pero no menos importante, aunque con formas sutiles, fue don Juan Antonio, el papá, muy distinto del militar autoritario y mandón: jamás impuso una manera particular de pensar en la parentela y no abandonó a sus muchachos por más que considerara que no habían tomado el mejor camino.
De hecho, ese padre militar salido del molde fue uno de los motivos por los que Friele eligió contar la historia de Los Pizarro, y no la de otras familias también relevantes en la historia nacional contemporánea, como los Galán, los Castaño o los Uribe.
“Yo sabía quiénes eran (las otras familias), pero me captó que siendo los Pizarro, no de súper élite pero sí de cierta élite, todos se volvieron izquierdosos. Además, uno hubiera previsto que el almirante les hubiera dicho ‘Ya no son mis hijos’; además hay una tercera generación que tiene mi edad”, explica el autor.
También aparecen los primeros brotes de rebeldía de los mayores en la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana -a inicios de la década de 1960- y el influjo que posteriormente el ideario de estos tuvo sobre sus hermanos menores.
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El libro culmina con los integrantes de la tercera generación, explicando cómo las opciones que asumieron sus progenitores los han impactado positiva o negativamente. Ahí están las hijas de Carlos -María José, María del Mar y Carlos Andrés-, los descendientes de Juan Antonio –Juan Carlos, Valeria, Mateo y Manuela-; los de Eduardo –Jerónimo, Esteban, Lorenzo y María del Rosario-, lo mismo que los de Hernando –Jacobo, Tanilo y Guadalupe-.
Acá se develan pasajes inéditos como las peripecias de Carlos para verse con su pequeña María José, el encuentro de doña Margoth con el ya expresidente Turbay en el entierro de su hijo, y el paso del que fue jefe máximo del M-19 y su hermano Hernando como internos en un seminario de La Estrella.
En un capítulo que no fue publicado porque ya el libro sobrepasaba con creces la capacidad de un lector del común, Freile narra la amistad que trenzaron Carlos y José Obdulio Gaviria. Ambos tenían en común su convicción de que no querían ser sacerdotes, pero luego tomaron caminos diametralmente opuestos.
Como detalles curiosos, la traducción consta de cien páginas más que el original en holandés, lo cual implica el gran reto de cautivar a audiencias como las colombianas, a las que les suele intimidar este tipo de extensiones. Además, muchos datos aparecen actualizados incluso hasta hace unos dos meses y Freile se aventura a vaticinar en qué parará el llamado “Gobierno del Cambio”.
Cortesía de El Colombiano
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