- Autor, Fernanda Paúl
- Título del autor, BBC News Mundo
“Me presento: soy Lucho Miranda, soy comediante y para los que no me conocen, no, no estoy borracho. Tengo una discapacidad que me hace parecer medio borracho, pero no. Aunque no tengo cómo demostrarlo porque no puedo caminar derecho”.
Luis Alberto Miranda Espinosa se ríe de todo, sobre todo de él mismo y su condición.
Al nacer, sufrió una asfixia nasal de 8 minutos, y una parálisis cerebral (específicamente una afección llamada tetraparesia) que lo dejó con un 70% de discapacidad física.
Sus cuatro extremidades fueron las más afectadas, generando rigidez en sus dos manos y dificultades para caminar.
Su humor es rápido, negro y provocativo. Irónico e irreverente.
“Estuve 8 minutos sin oxígeno. Eso es mucho si se considera que desde el minuto 4 uno empieza con el daño cerebral. Yo tuve el doble. Me aseguré”.
“Lo tengo todo. Tengo amigos, tengo novia, los tengo a ustedes… lo tengo todo. Hasta que veo a un weón sacarse los mocos con los dedos y digo… ¡Ohhhhh qué envidia más grande!”
2024 ha sido un gran año para el comediante chileno de 29 años, el año de su consagración se podría decir.
Comenzó con su gran actuación en febrero en el Festival de Viña del Mar, el escenario más importante de su país y del continente; y se conoronará a mediados de diciembre con un show en Argentina, su primera presentación fuera de Chile.
La “burbuja”
Lucho Miranda nació un 30 de enero de 1995 en Vicuña, la misma ciudad del norte de Chile donde nació la Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral.
En el colegio destacó por su buen desempeño y su energía, pero recuerda su niñez concierta melancolía.
“A veces me sentía como en una burbuja. No me dejaban jugar a la pelota o salir y compartir con mis amigos. Hubo varios momentos en que no me gustó mucho mi infancia”, dice en conversación con BBC Mundo desde su casa en Santiago.
Ante esto, el humor se convirtió en su mejor aliado.
Miranda se paraba frente a sus amigos y decía “payas”, versos improvisados típicos de la cultura chilena.
“Eran payas simples… por ejemplo… ‘un diablo se cayó al agua, otro diablo lo levantó, mientras el otro diablo le decía: ‘¿cómo diablos se cayó?’”, explica entre risas.
Sus limitaciones físicas no lo acomplejaban y desde muy pequeño acudió a la Teletón, institución dedicada a la rehabilitación integral de los niños con discapacidad en Chile.
“Mis amigos alguna vez se burlaron de mí, me molestaron, pero nunca fue algo fuerte. Mi mamá les decía: ‘no se hace burla con eso, no se pueden hacer chistes’ pero lo estábamos pasando bien. Nunca me sentí ofendido porque un amigo dijera que no podía abrir mis manos”, añade.
A pesar de lo anterior, Miranda reconoce que le costó “aceptarse”.
“Hasta que me di cuenta de que no podía cambiar”, dice con una cuota de humor negro.
“En la pubertad tenía acné, se me empezó a caer el pelo, tenía las orejas grandes y más encima no podía abrir las manos. Pensaba: ‘¿por qué todo mal?’ Pero después me empecé a querer a mí mismo”, señala.
Tras salir del colegio, decidió entrar a estudiar contabilidad impulsado por sus padres, Solercio Miranda y Mirta Espinosa.
Ejerció como contador por un tiempo en la municipalidad de Vicuña, pero estando allí se dio cuenta de que lo suyo no eran los números sino la comedia.
“No me sentía feliz… aunque era un trabajo remunerado y tenía solvencia económica, no quería eso”, recuerda.
Y así, en 2020, en plena pandemia de covid-19, decidió renunciar y dedicarse a lo que más le gustaba: hacer reír.
“Al principio fui cuestionado y hasta yo mismo me cuestioné la decisión… es que ¿a quién se le ocurre renunciar en plena pandemia? Sólo a mí…”, dice, sonriendo.
Pero su apuesta le resultó.
Camino al estrellato
Con su propio celular y desde la casa de sus padres en Vicuña, comenzó a hacer videos cortos para las plataformas de TikTok e Instagram.
Sus chistes abordaban la discapacidad sin filtro ni complejos.
“Una de las cosas buenas de no poder abrir las manos es que cuando chico nunca me mandaron a comprar porque nunca devolvía el vuelto”, decía en uno de ellos.
“Mi sueño es comprarme un automóvil, llevarlo al mecánico y decirle que tengo un problema motor. No va a saber a quién atender“, señalaba con ironía en otro de sus videos.
Poco a poco fue acumulando miles de seguidores. Y también revolucionando la manera en que muchos veían la discapacidad.
Sus post se llenaron de comentarios con emoticones de risas y agradecimientos por decir cosas que nadie se atrevía a decir.
“Gracias, eres un ejemplo para mi hija con autismo”, “admiro tu capacidad de humor”, “gracias por visibilizar de forma natural las discapacidades”, “estás haciendo un tremendo trabajo para abrir la mente de los chilenos”, decían algunos de ellos.
Su éxito en redes sociales lo llevó a emprender giras por el país. Cuenta que al comienzo sudaba, temblaba y que le tiritaba la voz.
“Pero nadie se daba cuenta… eso es algo bueno de la discapacidad: la gente piensa que cualquier cosa que haces es parte de tu discapacidad”, dice, medio en serio medio en broma.
En 2021 llegó a a la final de Got Talent Chile, un programa de talentos y entretenimiento transmitido por televisión, lo que lo hizo aún más popular.
Luego llegó Viña.
Reconoce que antes de enfrentarse “al monstruo”, como se le llama al público del evento por su inclemencia, estaba nervioso.
“La gente no entiende como hablo. ¿La gente me va a entender hoy día? No me van a entender… ¡¿Por qué acepté?!”,
Pero apenas cruzó las bambalinas, supo que le iría bien.
Su increíble participación lo consagró como un comediante de alto nivel.
Tras su actuación, de hecho, el diario local La Tercera concluyó: “Un nuevo crack del humor ha nacido”.
Normalizar la discapacidad
Ahora los escenarios en que actúa se llenan, y le llegan mensajes de muchos países.
Entre su público hay cada vez más personas con discapacidad, lo que lo motivó a transformar su rutina y atreverse a intercambiar diálogos de humor negro con ellas.
“Antes me daba pánico interactuar con el público porque podía quedar como aburrido. Yo nunca improvisaba. Pero me di cuenta de que me estaba perdiendo una tremenda oportunidad”, cuenta.
En estos diálogos se habla de todo. Comparten las cosas que aman pero también las que odian.
“A mí me dicen ‘angelito’, ‘ser de luz’… ¿pero por qué? ¿qué tengo de angelito?… Si supieran”, suele decir en sus presentaciones, causando risa entre los asistentes.
En la entrevista con BBC Mundo, profundiza sobre este punto: “A mí me hablan como tonto a veces. Creo que lo que más me molesta es que me sigan tratando como niño. Hay una infantilización de la discapacidad”, reclama.
El comediante asegura que eso también lo vio cuando hace más de tres años comenzó la relación con su novia Francisca,
“Mucha gente la felicitaba. O le decía cosas como: ‘muchas gracias, gente como tú demuestra que el amor es algo más que lo físico’…”, afirma y, tras una pausa, agrega entre risas: “Pero ¿cómo? Si yo igual soy bonito, tengo discapacidad, pero no soy feo”.
Para él, todo esto debe cambiar.
“Creo que lo más importante es normalizar la discapacidad para que no se vea como algo negativo o algo por lo que la gente deba sentir lástima. Porque la discapacidad no es un sufrimiento de por vida, no es un dolor”, indica.
“Me daría miedo que la gente piense que tiene que venir a mi show para aprender más de inclusión. ¡No! Tienes que venir a mi show porque te vas a divertir”.
“La admiración sólo por tener discapacidad es mala. Es aburrida. No es necesario que me suban el ego”.
Y concluye con un chiste al respecto:
“La probabilidad de sufrir asfixia es muy baja. Sólo el 0,2%. Y la probabilidad de sufrir asfixia y ser chistoso, es aún más baja. Yo estoy en extinción y no lo sabía”.
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Cortesía de BBC Noticias
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