Sí, lo sabemos: México está lleno de playas espectaculares, ciudades vibrantes y pueblos mágicos. Pero si lo que buscas es una experiencia verdaderamente distinta, un viaje que parezca sacado de un sueño o del lugar más recóndito de la Vía Láctea, los cenotes de Yucatán deben estar en tu lista.
Solo imagínalo: bajar por una escalera de piedras húmedas, la luz del sol apenas se cuela por una grieta en el techo y, al fondo, aparece una laguna subterránea de agua turquesa, completamente rodeada de naturaleza viva. Es tan hipnótico que por un momento olvidas dónde estás. No estás en México, no estás en el planeta Tierra: estás en un portal hacia lo profundo del tiempo.
Yucatán tiene más de 3,000 cenotes registrados, y aunque muchos de ellos están escondidos bajo la selva, hay varios adaptados para el turismo que puedes visitar sin ser espeleólogo. Cenotes como Ik Kil o el Cenote Carlota y el Azul Maya son apenas una probadita de lo que este estado tiene bajo la tierra.
Algunos están al aire libre, rodeados de vegetación. Otros son cerrados, como catedrales subterráneas, donde estalactitas cuelgan sobre aguas cristalinas. Todos tienen algo en común: la sensación de estar entrando en un mundo sagrado. Porque para los mayas, eso eran: lugares de conexión espiritual, entradas al inframundo (Xibalbá), sitios de ofrenda, vida y muerte.
Y aunque hoy puedes lanzarte de una tirolesa, nadar, bucear o tomarte una selfie con la luz perfecta, la energía sigue ahí. En el eco del agua, en la quietud del aire, en el misterio de las profundidades. Visitar un cenote no es solo una aventura acuática, es una experiencia cósmica.
¿Qué visitar?
El cenote Ik Kil
Un cenote sagrado reconocido por la transparencia de sus aguas. Se encuentra a 5 minutos en auto de la zona arqueológica de Chichén Itzá. Es abierto y tiene una profundidad de 48 metros. También está habilitado para nadar, pero eso sí, solo puedes sumergirte en él usando chaleco salvavidas.
Sus paredes culminan en cascadas de raíces y vegetación colgante, lo que crea un ambiente místico que pocos lugares alcanzan.
Para los antiguos mayas, Ik Kil era un lugar sagrado dedicado a Chaac, el dios de la lluvia. En sus profundidades se han hallado restos arqueológicos como huesos y joyería, vestigios de rituales y ofrendas que conectaban el mundo terrenal con el inframundo.
Ahora hay peces de agua dulce que, con un poco de suerte, interactuarán contigo si visitas este sitio.
Cenotes Carlota y Azul Maya, dentro de la Hacienda Mucuyché
Los cenotes de la Hacienda Mucuyché, ubicada en Abalá, Yucatán, son parte de una experiencia inolvidable que combina historia colonial y naturaleza prehispánica.
La hacienda, construida en el siglo XVII y parte del esplendor henequenero, conserva su arquitectura original y es el punto de partida para explorar dos cenotes espectaculares: Carlota, semiabierto y luminoso, y Azul Maya, un imponente cenote caverna con estalactitas y estalagmitas que te sacarán del mundo. Ambos están unidos por un canal natural que puedes recorrer nadando.
Cuando estés a punto de sumergirte en el Cenote Azul Maya sabrás perfectamente por qué esta cultura ancestral consideraba estos cuerpos de agua lugares sagrados.
¿Cómo llegar?
Desde Ciudad de México puedes volar hacia Cancún o Mérida desde el Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Una vez en estos destinos puedes rentar un automóvil e ir en carretera, o bien, contratar un tour que te lleve a recorrerlos.
Es recomendable contratar un servicio de guía en la Hacienda Mucuyché y darte la oportunidad de probar los platillos típicos de la región como la cochinita pibil y el Poc Chuc.
Cortesía de Chilango
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