El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, pidió este lunes a su par estadounidense, Donald Trump, que elimine los aranceles punitivos impuestos a los productos brasileños y las sanciones aplicadas a funcionarios del país. Lo hizo durante una videollamada de 30 minutos, la primera desde el retorno del republicano a la Casa Blanca, que ambos mandatarios calificaron de “amistosa” y que abre una etapa de distensión tras meses de tensión comercial y diplomática.
Según informó el Palacio del Planalto en un comunicado, Lula solicitó “la retirada de la sobretasa del 40 por ciento impuesta a los productos nacionales y de las medidas restrictivas aplicadas contra autoridades brasileñas”. Los dos líderes recordaron la “buena química” que mantuvieron en septiembre, durante un breve encuentro en los pasillos de la Asamblea General de Naciones Unidas, y acordaron establecer una “línea de comunicación directa” de cara al futuro.
Trump, por su parte, confirmó la conversación en su red Truth Social, donde aseguró haber tenido “una muy buena llamada con el presidente Lula”, centrada en la economía y el comercio bilateral, aunque no ahondó en detalles. “Seguiremos conversando y nos reuniremos próximamente, tanto en Brasil como en Estados Unidos. Disfruté mucho de la conversación. ¡A nuestros países les irá muy bien juntos!”, escribió el mandatario republicano.
Trasfondo
La conversación fue el primer contacto formal entre ambos desde que Trump regresó a la Casa Blanca en enero y marcó un intento por recomponer los lazos bilaterales, dañados desde que Washington impuso en agosto un arancel del 50 por ciento a una parte significativa de las exportaciones brasileñas. Esa medida, presentada por la gestión del magnate como respuesta a una supuesta “caza de brujas” contra el exmandatario ultraderechista y su aliado, Jair Bolsonaro, tensó las relaciones entre los dos países.
Además de los aranceles, Estados Unidos aplicó sanciones consulares y financieras a funcionarios brasileños involucrados en el proceso, entre ellos el juez del Supremo Tribunal Federal Alexandre de Moraes, a cargo del juicio que llevó a la condena de Bolsonaro a 27 años de prisión por intento de golpe de Estado por los hechos de enero del 2023.
Durante la videollamada, Lula recordó que Brasil es uno de los tres países del G20 con los que Estados Unidos mantiene superávit en la balanza de bienes y servicios y describió el contacto como “una oportunidad para restaurar las relaciones amistosas de 201 años entre las dos mayores democracias de Occidente”.
Del lado brasileño participaron también el vicepresidente y ministro de Industria y Comercio, Geraldo Alckmin; el canciller Mauro Vieira; el ministro de Hacienda, Fernando Haddad; el titular de Comunicación Social, Sidônio Palmeira; y el asesor especial Celso Amorim. Por su parte, Trump designó al secretario de Estado, Marco Rubio, como su interlocutor para dar continuidad a las negociaciones con las autoridades brasileñas.
“El diálogo fue extremadamente positivo, distendido y provechoso. Estamos optimistas en que vamos a avanzar”, declaró Alckmin tras la reunión. Haddad, por su parte, dijo a periodistas que el encuentro “fue positivo desde el punto de vista económico”, sin ofrecer más detalles.
Un nuevo encuentro
El contexto de la llamada es especialmente sensible. Desde la imposición de los aranceles, sectores exportadores brasileños enfrentan fuertes pérdidas, mientras que la política de sanciones ha generado fricciones diplomáticas, tras lo que Brasil considera intentos de “interferencia externa” en asuntos nacionales. En paralelo, el gobierno de Trump enfrenta presiones internas por los efectos de la guerra comercial con China, aliado de Brasil en los BRICS, y por el cierre parcial de la administración federal, que ya impacta en la actividad económica estadounidense.
Según fuentes del gobierno brasileño citadas por medios locales, la conversación fue cuidadosamente preparada por el Planalto para “evitar cualquier exposición pública” antes de un eventual encuentro cara a cara. Lula habría buscado un primer acercamiento en un ambiente controlado y de alto nivel técnico, sin gestos de improvisación, para poder avanzar en las diferencias de forma presencial en otro encuentro.
El mandatario brasileño propuso que la nueva reunión se realice a fines de octubre, durante la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), en Kuala Lumpur, Malasia, aunque también se ofreció a viajar a Estados Unidos. Además, reiteró la invitación a Trump para participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en noviembre en la ciudad de Belém. Desde Washington, Trump se mostró abierto a nuevas conversaciones y aseguró que las reuniones bilaterales vendrán en “el futuro cercano”,
La Casa Blanca, sin embargo, no adelantó si condicionará el levantamiento de las sanciones a cambios en la situación judicial de Bolsonaro o a gestos políticos por parte del gobierno brasileño, una cuestión que sigue siendo el principal punto de fricción entre ambos.
Para Lula, la recuperación del diálogo con Estados Unidos forma parte de una estrategia más amplia de reequilibrio internacional, que incluye fortalecer los vínculos con los países del BRICS y con la Unión Europea, sin romper con Washington. En reiteradas oportunidades, el mandatario ha insistido en que “la soberanía brasileña no está en discusión” y que las diferencias deben resolverse “con respeto mutuo”.
Mientras tanto, la designación del vicepresidente Alckmin y del secretario de Estado Rubio como coordinadores de la agenda bilateral podría servir como un canal de negociación estable para revisar el paquete de medidas comerciales y diplomáticas. “El solo hecho de que Lula y Trump se hayan escuchado ya es un paso importante”, comentó un diplomático brasileño bajo reserva. “Después de meses de sanciones, retomar la conversación es un gesto político en sí mismo.”
Cortesía de Página 12
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