Lula sobre Bolsonaro: “Es evidente que intentó dar un golpe de Estado”

Desde Brasilia

Lula fue lapidario con Bolsonaro: “Es evidente que intentó dar un golpe de Estado. Es evidente que planeó asesinarme y asesinar a mi vicepresidente, Geraldo Alckmin. Y al juez Alexandre de Moraes. De nada sirve que siga haciendo brabuconadas”. Lo dijo a 17 mil kilómetros de Brasilia, durante una gira por países de Asia finalizada este domingo. Fue el primer escarceo retórico de los muchos que tendrá con su antagonista, Bolsonaro, en los próximos meses, en paralelo a un juicio histórico.

La ausencia de Lula de la capital federal la semana pasada, cuando el exmandatario fue imputado por el Supremo Tribunal Federal, como jefe del golpe, permitió que el centro de la escena sea ocupado por los jueces que de ese modo tuvieron espacio para exponer la abundante documentación y las evidencias que justifican la apertura del proceso. Pero esta acción del presidente será la excepción y no la regla: tan pronto retorne a Brasil volverá a polemizar con su predecesor sobre la insurrección derechista de 2023, su actual flirteo con la extrema derecha global que tiene como estrella a Donald Trump. Y polemizar, si fuera el caso, sobre otros posibles delitos cometidos por Bolsonaro, durante su gestión: el más notorio de ellos el sabotaje a la vacuna contra el Covid.

Cinco a cero

Por unanimidad los cinco miembros de la Primera Sala del Supremo aceptaron las denuncias de la Fiscalía contra el capitán retirado Bolsonaro a quien, en caso de ser condenado por los delitos que se le atribuyen, le caberá una condena de hasta cuarenta años de cárcel. En tal caso, no podrá ser candidato en las presidenciales de octubre del año que viene.

Sabiendo de la robustez de la acusación presentada por la Fiscalía, Bolsonaro echó mano de una cortina de humo: optó por politizar las audiencias desde el minuto cero. Sin aviso previo, irrumpió, con gesto prepotente, en el plenario de la Primera Sala del Supremo, el martes por la mañana. Ocupó una butaca de la primera hilera, frente a los magistrados, y desde allí les clavó la vista, exagerando el gesto para ser captado por los medios que le son simpáticos (que no son pocos).

Un año de 20 meses

Al dar por aceptada la acusación del fiscal general, Paulo Gonet, el presidente da la Primera Sala, juez Cristiano Zanin, abrió un proceso donde acusación y defensa deberán presentar pruebas, documentos y testigos en las audiencias cuyas fechas no fueron fijadas, pero se estima ocurrirán en los próximos meses. La intención de la máxima Corte es finiquitar el juicio en 2025 y evitar su prolongación hasta 2026, año en que se elegirá al próximo presidente.

La premisa de mantener el proceso a salvo de los embates electorales , es compartida por la mayoría de los jueces. Lo cual no significa que esa meta se cumplirá: los abogados del ex capitán-presidente, y de los generales que lo secundaron en el alzamiento del 8 de enero de 2023, se esforzarán para estirar los tiempos. Y ensuciar la causa. Èsa será la estrategia del bolsonarismo pensando en la votación del 5 de octubre del año que viene, cuando es probable que Lula sea el candidato de la centroizquierda. Pero aún no hay un nombre para reemplazar en las listas de votación al capitán jubilado.

El Bolsonaro no actuó en soledad la semana pasada al invadir la corte con aires de gangster. Afuera del auditorio un grupo de dipu-militares (miembros de las FFAA con bancas en la Cámara Baja) insultaron a voz en cuello a los policías del Poder Judicial intentando sembrar el caos. Paralelamente, en el Congreso parlamentarios de los bloques de la Bala (formado por policías y militares) y la Biblia (pastores evangélicos) prometían todo tipo de represalias, incluso bloquear la actividad legislativa en señal de descontento.

Violencia

Los rostros preocupados de algunos jueces y el sobresalto de los periodistas que nos encontrábamos en el recinto cubriendo la sesión en el tercer piso de uno de los predios del Supremo, en el centro de Brasilia, son prueba de que los neogolpistas no perdieron el hábito de atemorizar.

Los miembros de la Corte recuerdan que una horda de militantes radicales, a las órdenes de comandos militares camuflados como civiles, destruyeron el Palacio de Justicia el 8 de enero de 2023. Y para preservar la memoria de ese ataque, sin precedentes, fue creada una sala que hace las veces de museo de la destrucción, con parte del mobiliario y reliquias depredados.

El plan que, según la denuncia aceptada por los jueces, fue ideado y comandado por Bolsonaro, contemplaba descabezar al Supremo, para convertirlo en un órgano títere de la dictadura que no fue.

Vale recordar que en 2021, dos años antes del golpe frustrado del 23, cientos de camioneros ultras, siguiendo las órdenes apenas disimuladas de Bolsonaro, sitiaron al Supremo con la intención de invadirlo. Junto a la horda motorizada estaba el diputado, Eduardo Bolsonaro (PL), a quien siempre se recordará por la frase, “Si querés cerrar el Supremo, no es necesario mandar ni un jeep. Manda un soldado y un cabo, y listo”.

Está en la naturaleza de la ultraderecha tropical, que llegó al poder en las atípicas elecciones de 2018 ( no se las puede considerar totalmente democráticas puesto que el candidato favorito, Lula, fue proscripto mediante la luego anulada causa Lava Jato) el uso de la violencia como instrumento de poder. Una genética que les viene desde 1964 cuando una caravana de tanques del Ejército que partió desde Belo Horizonte y un portaviones norteamericano fondeado frente a Río de Janeiro en apoyo de los generales, sivrieron como “argumentos” para derrocar al presidente Joao Goulart.

Regreso de Vietnam

Lula desembarca este lunes en Brasilia, procedente de Vietnam, el segundo destino de su agenda asiática iniciada el lunes pasado en Japón. Desde Hanoi y Tokio envió señales de lo que será el duelo con Bolsonaro. “Quiero que él tenga derecho a la presunción de inocencia que yo no tuve (en Lava Jato). No és la persona Bolsonaro lo que está siendo juzgado, lo que está siendo juzgado es un golpe de Estado”.

Ahora bien, prosiguió Lula, en caso de que sea hallado culpable, tendrá que cumplir su “condena” como manda la ley.

Ley de amnistía

Mordaz, Lula dijo ver con curiosidad con qué empeño el excapitán presiona por una ley de amnistía, con lo cual estaría confesando, de antemano, ser consciente de los delitos cometidos.

Para el jefe histórico del Partido de los Trabajadores, la batalla política en ciernes tiene como objetivo desmentir los argumento de Bolsonaro – para quien el 8 de enero no hubo un intento de golpe-, que es al mismo tiempo el opositor con más intención de voto de cara a octubre del año que viene, pese a que seguramente no podrá presentarse debido a las condenas que ya pesan contra él y las que podrían resultar del juicio recién iniciado.

Lula también se propone neutralizar cierta vocación golpista remanente de 2023, cuando la asonada fue respaldada por sectores de las Fuerzas Armadas, las policías estaduales y las iglesias neopentecostaies.

En en el plano externo el presidente seguirá rebatiendo declaraciones e iniciativas de Trump, socio político de Bolsonaro. Durante su viaje por Asia Lula habló de las democracias asediadas por extremistas y se refirió al presidente norteamericano como un “sheriff” planetario.

En contraste con las críticas de Lula, Trump es objeto de elogios frecuentes por el diputado Eduardo Bolsonaro, radicado desde el mes pasado en Estados Unidos, donde lleva las riendas del lobby en favor de su padre, Jair, y contra la “dictadura” imperante en Brasil donde el Supremo habría iniciado un juicio con el objetivo de “perseguir y encarcelar” a los disidentes del “régimen”.

Eduardo Bolsonaro posiblemente enviará un saludo grabado o en vivo desde su país de adopción el domingo próximo cuando Jair Bolsonaro, y el pastor ultramontano, Silas Malafaia, encabezarán un acto en San Pablo, donde prometieron convocar una multitud en favor de la amnistía a los involucrados en el golpe. Parlamentarios que participarán en la movilización prometieron incorporar la consigna “Fuera Lula”.

La magnitud de la convocatoria pondrá en valor el poder de fuego con que cuenta Bolsonaro para seguir acosando al Supremo y desafiar a su enemigo Lula, al que planeó matar, según la denuncia de la Fiscalía.

Otro acto bolsonarista realizado hace dos semanas en la playa de Copacabana, Río de Janeiro, resultó ser un fiasco. Dato que seguramente fue tomado en cuenta por los jueces del Supremo que juzgan con un ojo en las leyes y otro en la situación política.

A pesar del fracaso de Copacabana , lo cierto es que en los últimos años la ultraderecha demostró tener más presencia en las calles que el progresismo y la izquierda. Y este factor también repercute en la pelea de fondo entre Lula y Bolsonaro.

Cortesía de Página 12



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