Lula viaja a Asia con un posible encuentro con Trump en el horizonte

Desde Brasilia

Observando las desventuras de Javier Milei en los Estados Unidos. Funcionarios brasileños tomaron nota del destrato que Donald Trump le dispensó al presidente argentino la semana pasada en Washington, y un mes atrás en Nueva York. Esos expertos que asesoran al presidente Luiz Inácio Lula da Silva también registraron las humillaciones enfrentadas por los mandatarios de Ucrania y África del Sur al ser recibidos en la Casa Blanca.

Advertidos del riesgo de que Lula sea objeto de alguna de las groserías sufridas por Milei y el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, el ministerio de Relaciones Exteriores está negociando con el Departamento de Estado cada detalle de un probable encuentro Lula-Trump. En el Palacio Itamaraty, sede de la Cancillería, las apuestas de diplomáticos escuchados el lunes por Página/12 indican que la cumbre podría ocurrir este fin de semana en el marco de la gira que el presidente realizará por el sudeste asiático. Hacia donde Lula embarcó este martes a la mañana.

Si se confirma la cita en Kuala Lumpur, Malasia, esto sería un triunfo de la diplomacia brasileña que movió las piezas a fin de garantizar un escenario neutro, en vez del Salón Oval, donde su actual ocupante parece sentirse más a gusto para las ofensas hacia sus convidados. En todo caso la consigna es avanzar paso a paso en el armado de la reunión, sin dejarse arrastrar por la inesperada premura de Trump para recuperar el tiempo perdido en el diálogo con Brasilia.

Una afinidad repentina, surgida el 23 de setiembre cuando el republicano dijo haber percibido una buena “química” con Lula, después de un rápido intercambio de saludos en los pasillos del palacio de la ONU en Nueva York. Con ello se ponía un punto final, o al menos, un punto y a parte, a nueve meses de ataques trumpistas contra el gobierno del Partido de los Trabajadores.

Las prioridades y los límites de Lula

Lula permanecerá durante una semana en Asia, con una primera escala en Yakarta, Indonesia y la segunda en Malasia, donde podría ocurrir la esperada conversación cara a cara, convertida en tema excluyente en los corrillos de Itamaraty y el Palacio del Planalto. La reunión no está confirmada, depende de “las agendas” de los presidentes, declaró el canciller Mauro Vieira (exembajador en Buenos Aires) luego de encontrarse con el secretario de Estado Marco Rubio en Washington.

Para Brasil importa el lugar pero más aún el contenido de la cumbre. Por eso Vieira repite que sólo habrá reunión una vez que haya sido delimitada la agenda y siempre que ésta se circunscriba a la eliminación de las tarifas norteamericanas elevadas en un 50 por ciento, inversiones y asuntos regionales y globales. Brasil rechaza discutir sobre su política interna, advierte el canciller.

Ni Lula ni Vieira aceptan poner sobre la mesa la posibilidad de amnistiar al expresidente Jair Bolsonaro condenado el mes pasado por intento de golpe. Y actualmente en prisión domiciliaria luego de que la Policía Federal descubrió el riesgo de fuga a Estados Unidos o Argentina. Aceptar hablar con Trump sobre el capitán retirado supondría permitir que Washington tenga injerencia en los asuntos internos y, más aún, en la transición hacia el afianzamiento de la democracia luego del alzamiento de enero de 2023.

Durante un acto público en San Pablo, Lula dejó claro que a pesar del deshielo con Trump, no hay margen para que el republicano se extrapole: “Qué ningún presidente de otro país se atreva a hablar de forma grosera con Brasil, porque no lo vamos a aceptar. No es una cuestión de coraje, es una cuestión de dignidad”. En otro evento realizado días atrás, horas después de la reunión entre el canciller Vieira y el secretario de Estado Rubio, Lula también refirió a las agresiones estadounidenses contra Venezuela, un asunto que pretende incluir en la plática con el estadounidense dado que se trata de un tema afecta la seguridad regional. 

Jair y Eduardo

Jair Bolsonaro siempre se jactó del vínculo construido con Marco Rubio, antes de que el político republicano e hijo de cubanos exiliados fuera elevado al cargo de jefe de la política externa trumpista. En sus redes sociales publicó fotos junto al hoy secretario de Estado, algunas tomadas en 2023, año en el que vivió varios meses fuera de Brasil, de donde permaneció al fracasar el intento de golpe de Estado.

Rubio se comportó como un aliado confiable de Bolsonaro durante meses, dando su apoyo a la elevación de las tarifas contra productos brasileños y las sanciones contra los jueces del Supremo Tribunal Federal envueltos en el proceso por la rebelión que intentó derrocar a Lula. A fin de fortalecer su influencia ante el trumpismo, el exmandatario comisionó a su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, para actuar como lobista en Washington. Apodado como “03” por ser el tercero de los cuatro hijos varones de Jair, Eduardo es el encargado de las relaciones internacionales de su padre.

Además de vincularse con el trumpismo, “03” es interlocutor del partido neonazi alemán y de los libertarios argentinos, donde tiene amigos como Javier Milei y el propagandista Fernando Cerimedo. Una vez establecido en Estados Unidos, desde febrero, Eduardo tuvo un desempeño exitoso, logrando que la Casa Blanca y el Departamento de Estado aprobaran no pocas sugerencias suyas orientadas a atacar al gobierno brasileño hasta dejarlo “de rodillas”. Llegó al extremo de sugerir ataques militares contra Brasilia.

“Mileización

Con Jair Bolsonaro preso e impedido de utilizar las redes sociales, Eduardo se encumbró al puesto de virtual vocero de su padre. Cumpliendo ese papel recomendó a Lula que obedezca las exigencias fijadas por Trump en una agresiva carta publicada el 9 de julio y acepte la subordinación automática a “la mayor democracia del mundo”. Su formulación, equivalente a una “mileización” de la política externa, se inspira en lo que fue la diplomacia brasileña durante el gobierno de Bolsonaro, que hizo de la sumisión a Trump una política de Estado.

Como parte de esa embestida, Eduardo y buena parte de los medios de comunicación insisiteron en que Lula tenía que llamar urgentemente a su colega de la Casa Blanca para evitar que la tensión creciera. Esa presión fue rechazada de plano por Lula. “No me comportaré como un lamebotas” telefoneando al Salón Oval para recibir órdenes, devolvió el petista.

En lugar de hacer la llamada , el 23 de setiembre Lula subió al plenario de la ONU, desde donde realizó el que tal vez sea su discurso más enérgico contra Estados Unidos, de los más de diez pronunciados por él ante ese organismo multilateral. Y al dejar el recinto se cruzó con un Trump de quien de quien escuchó elogios y la propuesta de descongelar la relación bilateral. Dos semanas después, el 6 de octubre Trump llamaba por teléfono a su homólogo sudamericano. “Más que química hubo una industria petroquímica entre nosotros”, bromeó el brasileño comentando el clima que marcó esa comunicación.

Feliz pero realista

Lula dijo sentirse “feliz” ante la inesperada cordialidad de su colega con quien espera mantener un diálogo de “igual a igual”, tal vez este fin de semana. El brasileño observa con aplomo, y por sobre todo con realismo, el brusco giro dado por Washington en sólo tres meses. En su carta del 9 de julio Trump había intimado a su colega a cumplir sus órdenes, empezando por amnistiar a Jair Bolsonaro. Mientras tanto, diputados y pastores de extrema derecha prometían que si Lula no acataba las imposiciones venidas del norte Brasil habría de incendiarse. Sin embargo, nada de eso ocurrió y las amenazas demostraron ser infundadas.

En lo económico, las tarifas del 50 por ciento hicieron poco daño a la balanza comercial brasileña que en agosto mostró un superávit de más de seis mil millones de dólares, el 3,9 por ciento superior a la del mismo mes de 2024. Ese resultado fue posible gracias a una diplomacia comercial ágil que permitió sustituir la demanda estadounidense por otros mercados, principalmente el chino.

En el plano jurídico, las sanciones estadounidenses contra miembros de la Corte se revelaron inocuas. El proceso contra Bolsonaro no fue suspendido y su condena fue severa. Fuera de la Corte las calles permanecieron vacías, sin los millares de manifestantes que Bolsonaro prometió movilizar. Considerando el efecto político de los ataques lanzados por Trump y los Bolsonaro en los primeros nueve meses de este año, el saldo tampoco fue el esperado por sus mentores.

Las encuestas coincidieron en indicar que Lula mejoró su aprobación en los últimos meses, y que esto sucedió gracias a su posición altiva ante Trump y la defensa de la soberanía. En suma: el saldo provisorio de esta contienda describe a un Lula realista, pragmático, capaz de enfrentar exitosamente las desmesuras de Trump para quien no parece muy rentable haberse asociado al clan Bolsonaro. Esa familia preserva un importante caudal electoral, como ocurre con los extremismos en varios lugares del mundo, pero sus posiciones maximalistas, pueden condenarla al aislamiento.

Bolsonaro, abandonado

La posible reunión Lula-Trump durante la cumbre de este fin de semana de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en Malasia, demuestra un dato irrebatible: Jair Bolsonaro fue abandonado. Eso significa que Trump por quien el capitán retirado dijo estar “apasionado” y sobre cuya lealtad tiene una confianza ciega, optó por Lula. El presidente y magnate del ramo inmobiliario dijo, al explicar las razones de su repentina simpatía hacia el político de centroizquierda, que ésta se resume en dos palabras: “Hacer negocios”.

Sucede que mientras Lula atraviesa un bueno momento, con su campo político relativamente unido y las encuestas dándolo como favorito para la reelección, Bolsonaro está preso, enfrentando divisiones internas, y con chances bajas de recuperar la libertad en el corto plazo. Considerando la situación desde la perspectiva con que Trump mide la política y la diplomacia, cabe decir que para el presidente norteamericano, Bolsonaro ya dejó de ser un buen negocio.

Cortesía de Página 12



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