Comencemos por sumar una reproducción campera de La última cena bíblica, más una evocación del pintor Florencio Molina Campos, más la influencia de Charles Chaplin y Buster Keaton, más la nostalgia de la vida pueblerina, más -finalmente- una participación protagónica de nuestro celebrado baile criollo: el malambo. De esta rara suma de partes, o quizás mejor de esta peculiar mixtura, nació un excelente y muy original espectáculo folclórico: El último asao, creado y dirigido por Jeremías Vizcaíno, del que se estrenó un fragmento en 2024.
Jeremías Vizcaíno nació en Ayacucho, provincia de Buenos Aires, creció en la ciudad de Tandil y en cierto momento se instaló aquí, en la Ciudad de Buenos Aires, para cursar la carrera de folclore en la Universidad de las Artes.
Pero mucho antes, cuando tenía doce años y sólo se dedicaba a los deportes, la novia de su abuelo aconsejó a la familia que lo llevara a aprender danzas en el Centro tradicionalista Tandil. Allí, una profesora impulsó su vocación, aunque Jeremías prefiere llamarla “maestra”, entendido este término en su sentido más profundo.
Hoy, este artista de 33 años, que ha pertenecido a varias importantes compañías de danzas folclóricas, se dedica a la docencia, a la producción audiovisual y a la creación de obras generalmente, aunque no exclusivamente, teñidas por el humor. “El humor -dice- es una forma de liberación para mí“.
-El humor no es un elemento frecuente en los espectáculos de raíz folclórica…
-Me gusta preguntarme qué es el folclore, pero en realidad no busco una respuesta. Lo que quiero es ir más allá del estereotipo del gaucho y la paisana y por eso vuelvo a Ayacucho, mi pueblo de origen.
-¿Para encontrar qué?
-Las singularidades que existen en los pueblos: “Ah, sí, Jeremías, el hijo de Darío el carpintero, que la abuela va a la iglesia en bicicleta”. Personajes que yo pondría en mi obra para que hablen de cómo me fui construyendo como persona. Tiene que aparecer la madre, el cura y el curandero, el doctor y el policía. Aquí está para mí el folclore.
-¿Y cuando vas a Ayacucho ves que hay tradiciones que se conservan?
Sí; formas de hablar, de andar, las comidas, los saludos.
El porqué del malambo
Hay en “El último asao” mucha presencia del malambo.
Sí, zapatea el curo, la bandida rural…
-¿La bandida rural?
-Hay un libro de Hugo Chumbita, Bandidos rurales, que justamente toma esos personajes de bandoleros sociales de comienzos del siglo XX y en el que también se basó León Gieco. “El último asao” está ubicado aproximadamente en esa misma época.
-Recuerdo una coreografía muy divertida que presentó en el Festival de Laborde un quinteto de malambistas del que formabas parte.
-Sí, en 2019 hicimos Malam-Ábalos; éramos cinco zapateadores y fue un homenaje a los hermanos Ábalos. El Festival de malambo de Laborde nos contrató como bailarines, una rareza absoluta, porque los invitados para los números especiales son generalmente músicos y cantantes. También lo presentamos en el Pre Cosquín.
En aquel momento Vitillo Ábalos todavía vivía y se lo mostramos antes de ir al Pre Cosquín y a Laborde. Fue algo muy innovador: bailábamos con traje oscuro y corbata como los que usaban los Ábalos, y efectivamente había mucho humor.
-¿Y algún otro ejemplo en esta línea?
También creé Por el pancho y la Coca. Es lo que nos dicen a los bailarines en los festivales y peñas: “dinero no tenemos, vénganse por el pancho y la Coca”. Quizás a un cantante popular le pagan millones de pesos y a nosotros, por el pancho y la Coca. Esta obra la hicimos girar por distintos lugares del país durante dos años y la base también era el malambo.
Homenajes varios y variados
Dice Vizcaíno: “Soy un gran admirador de Chaplin y de Buster Keaton. Y las medias máscaras que usan los personajes, que pueden remitir a Molina Campos, son para mí un guiño lúdico. Quiero decir también que esta obra es un homenaje a mi padre, que murió el año pasado y al que le debo haber sostenido mi vocación”.
-Volvamos a “El último asao”, ¿cómo está formado el elenco?
-Son trece intérpretes –porque son trece los participantes de la última cena de Jesús -entre bailarines y músicos, que también bailan. Hay bombo, guitarra, flauta y voces.
-Y ya en otro terreno, y aprovechando qué apareció el nombre del Festival de Laborde, ¿cuál es tu punto de vista sobre la postura muy tradicionalista de este festival pero también, y por otro lado, sobre los grupos for-export de malambo?
-En primer lugar, amo Laborde y participé varias veces como bailarín en las aperturas. Pero fuera de esto, creo que El último asao está justamente en otro camino. Los malambistas que ganan en los certámenes no viven de eso, más bien invierten dinero en vestuarios y preparación y no digo que esté mal. Pero nos interesa ocupar otros lugares, como los espacios teatrales.
Jeremías Vizcaino bailó con Malevo, en el Gran Rex. Cree que el público no entendió su coreografía, porque se burlaba de los números que había visto antes. Foto: Victoria Gesualdi -¿Por qué algo innovador como lo que hacen ustedes no tiene cabida en los certámenes o festivales?
-En todo caso, queremos preguntarnos en el escenario “¿puede zapatear una mujer, se puede zapatear en traje y corbata o con máscaras?”. No lo sé, aunque pienso que Malam-Ábalos tenía muchos elementos tradicionales, empezando por los propios hermanos Ábalos. Pero en el Pre Cosquín, aunque recibimos muchos elogios, nos dijeron que no habíamos incluido suficiente malambo.
-¿Y en cuánto a las variantes for-export?
-No son espectáculos completos. Normalmente participan en shows de televisión o como números de circo. Porque no podés sostener una hora entera sólo con bombo y zapateo. Fijate, yo participé en Malevo, en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. Hacíamos unos interludios humorísticos, como una tomadura de pelo al show principal. Pero me parece que el público no lo entendió, porque lo que se mostraba era muy contradictorio: dos zapateadores que se burlan de lo que acaban de ver en el mismo escenario.
-Para terminar, ¿cómo podés conciliar la vida enloquecida de Buenos Aires con tu nostalgia por la vida de pueblo?
-Bailando folclore.
El último asao puede verse este viernes 31 de octubre a las 21, en Hasta Trilce, Maza 177, CABA.
Cortesía de Clarín
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