Manual para armar una familia (sin instrucciones)

Todo niño, niña o adolescente tiene derecho a vivir en una familia. Este principio, que parece tan obvio, no es la realidad de absolutamente todas las infancias. De hecho, es la base de uno de los procesos más complejos, esperanzadores y desafiantes que existen: la adopción.

Durante meses, en la redacción de Chilango nos sumergimos en el universo de la adopción. Hablamos con personas funcionarias del del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias (DIF), con psicólogxs, con trabajadorxs sociales, con personas que han adoptado y con otras que fueron adoptadas. Leímos leyes, expedientes, entrevistas, cartas de motivación, sentencias judiciales. Y también escuchamos historias: algunas felices, otras dolorosas, muchas profundamente humanas.

Descubrimos, sobre todo, que la adopción es mucho más que un acto de generosidad o una vía alternativa para tener hijas o hijos. Es, ante todo, un proceso de restitución de derechos. Adoptar no es “hacerle un favor” a unx niñx, como a veces se dice con torpeza, sino reconocerle, por fin, el derecho básico a crecer en un hogar que le ame, le cuide y le acompañe. Adoptar es también un acto de humildad y responsabilidad: implica preguntarse si se está dispuestx a criar, educar y amar a alguien que ya tiene una historia, y que muchas veces arrastra heridas profundas.

En México, la adopción todavía enfrenta grandes retos. Hay una larga lista de trámites burocráticos, juicios que se alargan durante años, falta de personal en las instituciones y una percepción social llena de mitos y desinformación. A menudo se piensa que solo se puede adoptar a bebés, que el proceso es casi imposible, que está reservado para parejas casadas, o que termina cuando se firma un papel. Nada más lejos de la realidad. 

En esta edición especial intentamos despejar esas ideas. Reunimos datos clave que explican cómo funciona el proceso de adopción en nuestro país, quién puede adoptar, a quién se puede adoptar y por qué a veces parece que todo se detiene. También contamos historias de familias que se formaron lejos de los moldes tradicionales, de adolescentes que encontraron un hogar cuando ya habían perdido la esperanza, de madres y padres que enfrentaron sus propios fantasmas para poder acompañar a sus hijas e hijos con empatía, con ternura y con firmeza.

Los datos que encontramos nos sitúan en una realidad que la mayoría de nosotrxs, quienes hemos tenido el privilegio de crecer en una familia “tradicional” (¿qué significa eso en estos tiempos?), desconocemos: entre 2018 y 2023, en la Ciudad de México más de 520 familias iniciaron el proceso de adopción… pero solo 42 lograron completarlo con éxito. Que un juicio de pérdida de patria potestad puede tardar desde ocho meses hastacuatro4 años, dependiendo de la carga judicial o de si los padres y abuelxos viven en otros estados, pero también que hay niñxs y adolescentes que pueden pasar toda su infancia esperando la resolución de juicios de adopción. Que hoy, mientras lees estas líneas, hay apenas 17 menores institucionalizadxs en el DIF CDMX que ya están formalmente en espera de una familia. Y que, al mismo tiempo, hay decenas más que aún no pueden ser adoptadxs, simplemente porque su situación legal no ha sido definida.

También encontramos luz. Funcionarias que hacen su trabajo con una entrega admirable, personas que deciden adoptar lejos de su red de apoyo, familias homoparentales que se abren paso pese al estigma, adolescentes que encuentran estabilidad después de años de abandono. La adopción no es perfecta, pero es profundamente humana. Y lo humano, ya lo sabemos, viene con fallas, pero también con una enorme capacidad de transformación.

Esta edición es una invitación a mirar distinto. A dejar de ver la adopción como un acto extraordinario y empezar a verla como parte posible del entramado familiar, una que, además, ha existido desde el principio de los tiempos. A entender que lo importante no es replicar una idea tradicional de familia, sino garantizar que cada niña, niño o adolescente tenga la oportunidad de construir una vida plena. A reconocer que, detrás de cada trámite y cada historia, hay algo mucho más grande en juego: el derecho a ser parte de algo, a pertenecer, a ser amadx. Ojalá este número sirva para eso. Para mirar con otros ojos. Para entender un poco más. Para abrir la conversación y, tal vez, también el corazón.

Así se ve la adopción en CDMX en cifras

Cortesía de Chilango



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