
“No creemos que el filósofo de Friburgo se equivoque totalmente cuando manifiesta su temor de que, en un momento en que el pensamiento matemático triunfa por doquier, el hombre se vea amenazado, quizá más que antes, por la falta de ideas, por la renuncia a pensar”, Joseph Ratzinger.
Hace casi veinte años tomé un curso sobre la historia española del siglo XVI, en el que el jesuita argentino Martín María Morales insistió, más que en los sucesos que se escribirían en los libros de historia, en la melancolía perceptible en la sociedad hispánica, y como muestra nos presentó diversas pinturas, piezas musicales y obras literarias.
El mundo se hizo más grande y también más fácil de recorrerse gracias al proyecto imperial español y a desarrollos tecnológicos como las carabelas, el perfeccionamiento de la brújula y la proliferación de la imprenta. Los otros eran más y estaban más lejos que nunca, al mismo tiempo que se podían alcanzar con mayor facilidad.
Mientras se expulsaba de la península a musulmanes y judíos y el sentido común religioso se aproximaba a un quiebre feroz, otro nuevo mundo se descubría listo para la conquista, al otro lado del océano. Los asideros individuales y sociales se percibían frágiles ante la novedad y la incertidumbre y por eso mismo la autoridad necesitaba reafirmarse, incluso mediante la violencia, de ser necesaria.
Por inquietudes personales, desde hace muchos años pienso que el siglo XVI y las últimas décadas se parecen mucho. En reflexiones alrededor del curso de Martín Morales y otras experiencias comunes, recuerdo que nos sobraban los paralelos al respecto: un mundo que crece, tecnologías que nos acercan, grandes migraciones, épocas que terminan y otras que no acaban de comenzar. Mucho ruido y ansiedad en mucha gente.
Esos recuerdos e ideas vuelven a cuando pienso en el proyecto de entrevistas de Carlos Bravo Regidor que terminó por convertirse en el libro Mar de dudas. Conversaciones para navegar el desconcierto, editado por Grano de Sal en colaboración con la revista Gatopardo.
Politólogo envuelto en credenciales de historiador, con muchos años poniendo un pie o los dos en las riberas del periodismo, Bravo Regidor se dio a la tarea de entrevistar con bastante profundidad –lo cual se agradece en una cultura de adoración por la brevedad y la vorágine por los clics y los likes– a varios autores relevantes en temas por demás interesantes en nuestro tiempo: de la erosión de la democracia y el auge del populismo al sitio de la verdad y el sentido común, pasando por la desigualdad y la huella de los conflictos armados de nuestro tiempo, entre otros.
Lo primero que es inevitable comentar acerca de este bien logrado libro, y sobre lo que me quiero centrar, es el género: en lugar de producir una colección de ensayos a partir de decenas de libros publicados por los autores, unidos al amplio mobiliario intelectual del autor, Mar de dudas nos permite asomarnos a ejercicios auditivos impresos en papel, gracias a la cuidadosa selección de Bravo Regidor y a la lustrosa labor editorial de Sandra Barba y Tomás Granados, que permite casi poder escuchar el acento uruguayo de David Altman hablando explicando las bondades y los límites de la democracia directa como método de elección social.
Pero las entrevistas en cuestión no son interesantes solo por el efecto experimentado de escuchar leyendo. Es evidente para cualquiera que nuestra capacidad para expresar ideas difiere según si hablamos o escribimos. La escritura implica contornos y contenidos que se fijan en el ejercicio mismo de escribir, aún si son vagos o difusos. Pero la palabra que se pronuncia es viento, es evanescente, no espera paciente a que alguien la visite, como la palabra impresa: o se escucha o no se escucha.
Así, aunque el contenido de cada entrevista es claramente planeado y en algunos casos complejo para quienes apenas nos hemos asomado a ciertas disciplinas, la lectura es disfrutable, de forma similar a cuando escuchamos una conferencia bien ejecutada. Es palabra articulada y puesta en el aire para quien quiera captarla.
Lo anterior también permite entendernos con los autores entrevistados por Bravo Regidor de una forma más contingente, más temporal e incompleta, pero a la vez más intuitiva. Por ejemplo, en una entrevista cuyo contenido trata sobre la pérdida de un país ante el autoritarismo y alternativas para recuperarlo, la escritora turca Ece Temelkuran, en un arranque “tal vez demasiado personal” una experiencia cercana a la muerte que tuvo en un quirófano a los quince años y cómo eso la convenció de que “lo único en lo que podemos ser verdaderamente fuertes es en nuestro compromiso de belleza”.
Por otra parte, una entrevista bien llevada puede dejar ver los huecos en las convicciones de quien habla, en este caso no para evidenciar o enjuiciar, sino para mostrar que, en temas complejos, incluso las personas más informadas construyen su imagen del mundo un retazo a la vez. Hay varios ejemplos, pero uno bueno se suscita en una mínima disputa que tienen el autor y Rebecca Solnit a propósito del zapatismo, cuando Bravo Regidor le recuerda que muchos de los comunicados zapatistas fueron confeccionados teniendo en cuenta a las audiencias urbanas y no indígenas de Marcos, no tanto a las comunidades que se suponía expresaban las demandas, cuya situación no ha cambiado mucho en treinta años. “Quizás el eslogan ‘todo para todos, nada para nosotros’ se cumplió en dos sentidos: uno trágico y uno mágico”, acaba diciendo Solnit.
Aunque lo mejor del libro me parece su proyecto mismo, que yo resumiría en que se trató de un ejercicio personal de escuchar con apertura al asombro, como queda claro desde las primeras páginas, no se puede obviar su contenido. Como decía arriba, se tratan temas relacionados con lo público, la democracia, la convivencia, la posibilidad del acuerdo social, la función del pensamiento ante las grandes preguntas de nuestro tiempo. Lo que une y da coherencia al libro no puede ser mejor expresado que en el título: conversaciones para navegar el desconcierto.
Al respecto, creo que solo faltaron entrevistas con especialistas dedicados al cambio climático y a la inteligencia artificial para que casi cualquier lector pudiera encontrar al menos cuatro o cinco entrevistas muy estimulantes que, por cierto, también terminan dejando buenas recomendaciones de lecturas que se recogen por todo el libro.
Entre los autores, algunos están más convencidos de sí mismos que otros, pero aún entre su variedad se reconoce un talante que va de lo liberal a lo progresista. Quizás el de trayectoria más conservadora sea Francis Fukuyama, aunque claramente su posición ideológica ha cambiado con el tiempo. Son autores que Bravo Regidor ha leído en los últimos diez años y de ahí salió la agenda de entrevistas, lo cual sería simplemente un dato.
Personalmente eché en falta la entrevista con algún pensador contemporáneo inteligente y atractivo para perfiles más conservadores, como el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt. Y si lo eché en falta es porque me gustaría parafrasear la presentación de la última entrevista del libro y aplicarle al autor lo que dice de Ivan Krastev: “No rehúye la ambigüedad; al contrario, la reivindica como una divisa imprescindible en cualquier análisis. Su vocación no es la del intelectual que señala rumbos; es la del pensador que combate autoengaños”. Tal vez por eso el autor se dedicó a leer y hacer preguntas por más de cuatro años para poder navegar en este mar de dudas.
Cortesía de El Economista
Dejanos un comentario: