
En este espacio hablo con frecuencia sobre la importancia de la educación financiera, la cual reitero, es fundamental. Pero no es lo único importante.
La verdad es que hoy en día hay muchos recursos que nos permiten aprender sobre casi todo de manera gratuita. Es cierto, la calidad es muy variable, hay muchísima información falsa por lo que uno tiene que tener mucho criterio y seleccionar bien el contenido que consume. Pero de que se puede, se puede.
Entonces ¿por qué la gente no lo hace? ¿Por qué las personas que se quejan de la falta de dinero, o de que no les alcanza, no aprenden estrategias para administrarse mejor o para incrementar sus ingresos? Hay muchísimas razones para ello, pero están fuera del alcance de este escrito.
La falta de educación financiera se ha convertido en el pretexto perfecto para no hacer las cosas: “Es que no nos enseñan”. “Es que deberían inculcar conceptos financieros en las escuelas y formar a nuestros hijos”.
A mí sí me enseñaron sobre interés simple y compuesto en la primaria. A mis compañeros también. ¿Tú crees que todos lo aplicaron a su vida? La mayoría ni siquiera lo recuerda.
¿Qué se necesita además de educación? En mi opinión, cambiar los sistemas y los incentivos que la acompañan.
¿Sabes que en Singapur la gente menor de 55 años ahorra de manera obligatoria el 20% de su salario? A esto se le añade una contribución patronal del 17%, lo que lleva al ahorro total a un 37% del ingreso.
Este dinero se pone en tres subcuentas: cuenta ordinaria (ahorros para vivienda, inversión y educación), cuenta especial (ahorro para el retiro) y cuenta de ahorro médico, que cubre primas de seguro médico y gastos hospitalarios.
Toda la población tiene acceso a este esquema: es parte del sistema, de la vida diaria. Es para todos.
En cambio, en México, un trabajador empleado en la economía formal sólo ahorra, obligatoriamente, el 1.125% de su salario base de cotización. Dado que hay un tope, la gente que gana más (y que teóricamente tendría más capacidad de ahorro), proporcionalmente ahorra menos.
Claro: a esto se le suman las contribuciones del patrón (hasta un 11.422% del salario base, entre retiro y vivienda). Más un 0.225% que complementa el Gobierno.
Sin embargo, sólo 44% de la población económicamente activa está empleada en el mercado laboral formal. El resto son trabajadores informales, que no tienen acceso a este esquema de ahorro.
No estoy tomando en cuenta aquí otras cargas laborales (como el seguro de salud del IMSS), ya que no constituyen un ahorro obligatorio a nombre del trabajador.
El esquema en México no sólo es insuficiente, sino terriblemente injusto. Deja fuera a más de la mitad de la población. No hay beneficios ni incentivos que apoyen y potencien el ahorro de quien gana menos. Además, es muy difícil conocer el rendimiento real neto que ha ofrecido cada Afore, porque el dato no se publica (sólo un indicador que, aunque sirve para comparar, dice muy poco al trabajador). Aún así, de acuerdo con la Consar, el rendimiento real promedio en los últimos 10 años del sistema ha sido tan sólo del 2.58% anual real, que es muy bajo.
Los productos alternativos (planes personales de retiro) suelen ser también bastante malos. El 95% de ellos son poco eficientes, con comisiones muy altas. Además, en muchos casos el propio gobierno (SAT) dificulta las devoluciones de los incentivos fiscales.
Lamentablemente, más educación no resuelve mágicamente los problemas financieros de la población. Desde luego, como lo he dicho siempre, la educación financiera es importante, no sólo en cantidad sino en calidad. Pero es aún más relevante crear sistemas que ayuden a la gente a crear riqueza: el ahorro obligatorio y automático, un mecanismo simple para que los rendimientos de largo plazo de ese ahorro, sean adecuados basados en benchmarks internacionales (por lo menos 4-5 puntos porcentuales por año arriba de la inflación en promedio) y que eso sea accesible para todos y no sólo para unos cuantos.
En cambio, tenemos un sistema que incentiva el consumo y el endeudamiento excesivo de la gente. ¿No tienes dinero? No hay problema: lo puedes pagar a plazos, a meses sin intereses. ¿Quieres un producto de inversión eficiente, sencillo, de muy bajo costo, que te dé un rendimiento neto esperado de más del 4% anual real (arriba de la inflación), con un riesgo acotado y te permita construir un patrimonio de forma automática? No existe. Desde luego puedes construirlo, pero sólo si te ocupas de educarte financieramente y aprendes cómo lograrlo. ¿Cuántas personas tendrán el interés y la voluntad de hacer esto, con el criterio suficiente para entender los conceptos fundamentales y separar el ruido? Lamentablemente, muy pocas.
Cortesía de El Economista
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