
Los efectos en el clima del planeta son indiferentes al lugar geográfico donde se originen las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, o CO2 equivalente (“carbono”). Pero el costo de la reducción de emisiones sí varía ampliamente con la geografía y sector económico. Por tanto, deben buscarse incrementalmente las opciones más baratas, para minimizar el costo total y lograr eficiencia económica en el bien público global por excelencia: la estabilidad climática del planeta. Esto requiere la existencia de mercados de carbono más o menos globales que orienten la inversión privada y pública en función del costo por tonelada de CO2 equivalente, lo que privilegia, lógicamente, a países en desarrollo. Esta sería la única manera de lograr la descarbonización de las economías nacionales y de la economía global a una escala suficiente para cumplir con el Acuerdo de París; ya que las estructuras institucionales actuales de regulación y financiamiento, nacionales e internacionales, no son capaces de asegurarlo. Los mercados de carbono deben incluir todas las posibilidades: permisos de emisión, emisiones de carbono evitadas, emisiones reducidas, y carbono capturado o removido de la atmósfera, principalmente en los sectores energía, transporte, industria, y forestal. Habría (hay en la actualidad) dos mercados de carbono paralelos, aunque deben establecerse vasos comunicantes entre ellos. El primero es el de Permisos de Emisión (Permits, Allowances) otorgados por autoridades regulatorias (entidades internacionales o gobiernos subnacionales o nacionales) a cada participante en este mercado (jurisdicciones, industrias, empresas energéticas y de transporte, propietarios de tierras). Los Permisos de Emisión se distribuyen de manera gratuita o mediante subastas, y cuyo volumen total (tope) disminuye con el tiempo, hasta llegar a cero en 2050, consistentemente con el Acuerdo de parís. Cada permiso ampara una tonelada de CO2 que puede emitir una empresa u otro actor, y se comercia en el mercado: quienes reducen emisiones más allá del tope asignado, pueden vender los permisos excedentes; quienes quedan por arriba del tope, deben comprar permisos adicionales. Hay un solo precio por tonelada de CO2e que va aumentando con la escasez o reducción del tope.
El mercado más desarrollado en el mundo de Permisos de Emisión es el Sistema Europeo de Comercio de Emisiones (ETS), aunque hay más de 30 en el mundo, por ejemplo, en China, California, Australia, Canadá. (Se supone que en México hay uno, pero la Semarnat no atina a echarlo a andar). Idealmente, poco a poco, se irían integrando todos estos mercados en un solo mercado global con un tope de emisiones que llegue a cero en el año 2050. Habría aranceles de ajuste de carbono a las importaciones de países no participantes, para impedir ventajas competitivas espurias, como ya se definió en la Unión Europea. Un segundo mercado es el de Créditos de Carbono (Credits, Offsets), que representan una tonelada de CO2e reducida, evitada, o capturada o removida de la atmósfera. Estos Créditos actualmente son demandados por empresas – fuera de mercados de Permisos de Emisión – que desean, voluntariamente, compensar sus emisiones, por ejemplo, empresas tecnológicas que usan cantidades astronómicas de energía, cementeras, siderúrgicas, petroquímicas, aerolíneas, por razones de reputación, estrategias corporativas, o exigencias de accionistas, proveedores o clientes. Estos Créditos de Carbono, que son generados a través de proyectos, fundamentalmente proyectos forestales, dado su menor costo por tonelada, deben ser medidos, verificados y monitoreados por entidades privadas acreditadas. Temas cruciales en los Créditos de Carbono son su integridad ambiental, adicionalidad, inexistencia de fugas, calidad, transparencia, y permanencia, por lo que sus precios son variables. Claramente, este mercado de Créditos de Carbono necesita una institucionalidad internacional de medición, contabilidad, manejo de riesgos y de verificación que le garantice credibilidad. Ex–ante, es preciso asegurar la Adicionalidad de los proyectos (es decir, que las emisiones evitadas o el CO2e capturado no hubieran ocurrido en ausencia del proyecto), lo que implica complejas operaciones de estimación contrafactual. También, que no existan Fugas, es decir, que las emisiones no se transfieran a otro sitio. Ex–post, la verificación puede hacerse fácilmente gracias a nuevas tecnologías de percepción remota y de inteligencia artificial, mientras que los riesgos de pérdidas o reversiones (por ejemplo, incendios en proyectos forestales) pueden manejarse con garantías, colaterales o seguros. El problema de la Permanencia se puede resolver considerando a la atmósfera como un gran receptáculo de CO2 con entradas (emisiones) y salidas continuas. Estas últimas estarían a cargo de proyectos forestales de captura de carbono. En el futuro, y con el fin de construir un mercado global, los Créditos de Carbono generados por proyectos deben poder ser “importados” a mercados regulados de Permisos de Emisión. La participación tanto de países ricos como en desarrollo en los mercados, más los topes necesarios para hacer que las concentraciones de CO2e en la atmósfera se reduzcan consistentemente con los objetivos del Acuerdo de París, lograrían un doble dividendo: progreso rápido y a bajo costo hacia cero emisiones netas hacia 2050, y transferencia masiva de recursos a países en desarrollo.
Cortesía de El Economista
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