México 5.0: el largo camino de las siguientes generaciones

Arthur C. Clarke (1917–2008) fue un escritor británico de ciencia ficción, divulgador científico y futurista, reconocido por combinar la imaginación literaria con el avance tecnológico. Autor original y después coautor, junto con Stanley Kubrick, de la película 2001: Odisea del espacio. Clarke dejó también un legado de reflexión sobre la relación entre ciencia y futuro en lo que llamó sus tres leyes.

FERIA DE SAN FRANCISCO

La primera dice: “Cuando un científico distinguido pero de edad avanzada afirma que algo es posible, probablemente tenga razón. Cuando afirma que es imposible, es casi seguro que esté equivocado”. La segunda advierte: “La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá, hacia lo imposible”. Y la tercera, la más famosa, sentencia: “Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.

México discute hoy su relación con la Industria 5.0 y la Salud 5.0 en un terreno ambiguo: entre lo imposible, lo posible y lo que parece magia. Para algunos, hablar de esta nueva versión puede ser un espejismo; para otros, una aspiración alcanzable. Lo cierto es que estamos apenas en el inicio de un largo camino hacia ese horizonte. Y si ese camino habrá de recorrerse, será principalmente por las generaciones jóvenes que hoy ingresan a la universidad, al sistema productivo o a la formación en ciencias de la salud.

Hablar de “5.0” se ha vuelto una moda en conferencias, documentos de prospectiva y foros empresariales o médicos. Industria 5.0, Salud 5.0, Sociedad 5.0 son las etiquetas que prometen una nueva etapa en la relación entre tecnología y humanidad. Pero ¿qué hay detrás de este nuevo paradigma? La secuencia numérica del 1.0 al 5.0 no es un relato de revoluciones históricas, sino una metáfora que simplifica y a la vez magnifica el cambio. El cambio de estos números revela más quetransformaciones reales, aspiraciones colectivas.

El recurso a las versiones “.0” responde a una narrativa de progreso lineal que se remonta al relato de las revoluciones industriales. La industria 1.0 se asocia a la máquina de vapor y al nacimiento de la fábrica mecanizada en el siglo XVIII. La 2.0 se vincula a la electricidad y a la producción en masa de finales del XIX y principios del XX. La 3.0 corresponde a la automatización y la computación del siglo XX tardío. La 4.0, más reciente, a la digitalización, el internet de las cosas, el big data y la inteligencia artificial (Schwab, 2016). La 5.0, en este relato, sería la corrección de rumbo: después de una fase dominada por la técnica, el regreso al humano y a la sostenibilidad(Breque, De Nul, & Petridis, 2021). El mismo esquema se ha intentado trasladar a la salud y a la sociedad bajo la etiqueta de Society5.0, concebida en Japón como un horizonte de integración tecnológica centrado en la persona (Maeda & Sekine, 2018).

Esta cronología numérica, sin embargo, tiene algo de artificial. Nunca hubo un día exacto en que se cerrara la 2.0 y comenzara la 3.0, ni en las fábricas ni en los hospitales. Las transiciones tecnológicas siempre son híbridas, desiguales, fragmentadas. Más que describir realidades, los números sirven para decirle al mundo hacia dónde se quiere ir, aunque no necesariamente se esté ahí todavía. En ese sentido, lo 5.0 es más un horizonte que un estado de cosas. Y en México, ese horizonte parece distante.

Industria 5.0 fue lanzada por la Unión Europea como concepto rector. Su propuesta es clara: después de una década de digitalización intensa bajo la bandera de la Industria 4.0, había que humanizar el proceso. La idea central es que la tecnología no desplace al trabajador, sino que colabore con él: los llamados cobots, o robots colaborativos capaces de compartir el espacio de trabajo con humanos de manera segura y adaptativa, representan el emblema de esa lógica. A diferencia de los robots industriales tradicionales, que operaban de manera aislada, los cobots están diseñados para asistir a las personas en tareas repetitivas, peligrosas o que requieren precisión, mientras el trabajador aporta creatividad, juicio y contexto (Villani, Pini, Leali, & Secchi, 2018). Así, la colaboración humano–máquina sustituye la lógica de reemplazo; la personalización masiva reemplaza a la producción indiferenciada; y la sostenibilidad se coloca por encima de la mera eficiencia. Se trata de dar un paso atrás y colocar al ser humano en el centro de la producción.

¿Y en México?

Lo cierto es que la industria mexicana no ha completado todavía el tránsito hacia la 4.0. El país convive con realidades muy distintas: mientras el sector automotriz instalado en el Bajío y el norte opera con sistemas de manufactura avanzada y sensores interconectados, buena parte de las pymes carece incluso de procesos digitales básicos. La inversión en investigación y desarrollo sigue siendo baja, y la dependencia tecnológica externa, muy alta. En este contexto, hablar de un paradigma industrial humanizado resulta un ejercicio de aspiración, más que una descripción. Existen islas de modernidad vinculadas a empresas multinacionales, pero no un ecosistema industrial nacional que encarne el paradigma 5.0. El discurso se repite en congresos empresariales y universidades, pero sin traducirse en una estrategia industrial de alcance nacional.

La situación es similar en el campo de la salud. La Salud 5.0, en su definición más amplia, implicaría un sistema digitalizado e integrado, capaz de personalizar la atención a partir de datos genómicos, ambientales y sociales; un sistema donde la inteligencia artificial asista a los médicos sin sustituirlos, y donde el paciente sea un actor activo en la toma de decisiones. En 2025, hospitales como el Cleveland Clinic o el Houston Methodist comenzaron a usar la plataforma Ambience Healthcare, que transcribe las consultas en tiempo real y genera resúmenes para médicos y pacientes. Es un ejemplo de la promesa tecnológica de aliviar la carga administrativa, aunque también plantea preguntas críticas: ¿hasta qué punto estas soluciones responden a la necesidad de mejorar la relación médico–paciente, y hasta qué punto corren el riesgo de convertirse en otro filtro entre ellos?

En México, sin embargo, la llamada Salud 4.0 ni siquiera ha concluido. Los expedientes clínicos electrónicos están fragmentados entre instituciones, la interoperabilidad es mínima, la cobertura digital es insuficiente en amplias zonas rurales. Existen proyectos de telemedicina y de inteligencia artificial aplicada al diagnóstico por imagen, pero se concentran en hospitales privados o en institutos nacionales de salud con recursos especiales. En el sistema público, millones de personas todavía enfrentan problemas tan básicos como la falta de medicamentos, de personal suficiente o de infraestructura hospitalaria adecuada. En esas condiciones, hablar de Salud 5.0 puede sonar vanguardista, pero también puede ser un espejismo que maquilla la precariedad.

Hay un riesgo evidente: que lo “5.0” se convierta en un fetiche de modernidad, una etiqueta prestigiosa que se invoca en discursos oficiales o en eventos académicos sin cambiar la vida cotidiana de pacientes o trabajadores. Igual que ocurre con otras expresiones de moda —“big data”, “inteligencia artificial”, “transformación digital”—, lo 5.0 corre el riesgo de tener un significado vacío. Se habla de ella para estar en la conversación global, más que para guiar políticas concretas. En salud, esto es particularmente grave, porque desplazar la atención hacia narrativas futuristas puede invisibilizar problemas estructurales que son mucho más urgentes: asegurar la cobertura universal, fortalecer la atención del primer nivel, garantizar medicamentos y personal.

Tanto en industria como en salud, pensar en un modelo donde la tecnología no desplace al humano sino que lo empodere es una aspiración legítima. Apostar por la sostenibilidad y por sistemas resilientes es necesario. Pero en México, el reto no está en etiquetar como 5.0 lo que apenas llega a 4.0: está en cerrar las brechas elementales, en invertir en infraestructura digital, en construir interoperabilidad, en dotar de sentido humano a la innovación tecnológica.

En síntesis, México aún no vive la realidad 5.0: convive con rezagos en lo 4.0 y carencias básicas que hacen difícil pensar en personalización masiva o en colaboración humano–máquina a gran escala. Pero la genealogía de las revoluciones industriales y sanitarias muestra que las etiquetas “.0” nunca fueron destinos cerrados, sino narrativas abiertas que se vuelven reales cuando alguien decide encarnarlas.

La pregunta entonces no es si México está listo para el 5.0, sino quiénes lo harán posible. La respuesta apunta a las nuevas generaciones: jóvenes que no solo consumen tecnología, sino que la crean, la discuten y la orientan. Para ellos, lo 5.0 no tiene que ser un espejismo: puede ser el punto de partida de un proyecto colectivo que humanice la industria, transforme la salud y coloque a las personas en el centro de la innovación. Las y los jóvenes no deben esperar a que llegue el 5.0 importado, sino construir su propio 5.0 mexicano.

Clarke tenía razón: lo imposible de hoy puede ser lo obvio de mañana. El largo camino hacia un México 5.0 dependerá, en gran medida, de la energía, la creatividad y la ética de los que decidan empujar más allá de los límites de lo posible.

Referencias recomendables

Breque, M., De Nul, L., & Petridis, A. (2021). Industry 5.0: Towards a sustainable, human-centric and resilient European industry. European Commission.

Maeda, Y., & Sekine, K. (2018). Society 5.0: A people-centric super-smart society. Japan SPOTLIGHT, (220), 47–50.

Schwab, K. (2016). The Fourth Industrial Revolution. World Economic Forum.

Villani, V., Pini, F., Leali, F., & Secchi, C. (2018). Survey on human–robot collaboration in industrial settings: Safety, intuitive interfaces and applications. Mechatronics, 55, 248–266. https://doi.org/10.1016/j.mechatronics.2018.02.009

*Profesor Titular del Dpto. de Salud Pública, Facultad de Medicina, UNAM y Profesor Emérito del Dpto. de Ciencias de la Medición de la Salud, Universidad de Washington.

Las opiniones vertidas en este artículo no representan la posición de las instituciones en donde trabaja el autor.

[email protected]; [email protected]; @DrRafaelLozano

Te puede interesar

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Economista



Dejanos un comentario: