México ante la nueva revisión del T-MEC: entre los retos y las oportunidades

La inminente revisión del T-MEC llega en un momento de alta tensión global. Estados Unidos busca fortalecer su posición comercial endureciendo aranceles y reglas de origen, mientras México intenta conservar su papel como socio estratégico en la región. En este entorno, el sector de autopartes —responsable de más del 20 % de las exportaciones nacionales y pieza esencial del entramado automotriz norteamericano— se coloca en el centro de la revisión.

Frente a ello, el país enfrenta una disyuntiva: preservar su integración con Estados Unidos y Canadá o reestructurar parcialmente su proveeduría global. Las autopartes no pueden trasladarse de un país a otro de la noche a la mañana; cada línea de producción requiere años de planeación, inversión y logística. Pretender reubicar fábricas o sustituir insumos de forma inmediata es, sencillamente, inviable. Por eso, México debe insistir en certidumbre, gradualidad y diálogo.

Sin embargo, también hay un lado luminoso. La electromovilidad y el desarrollo de software automotriz ofrecen una ventaja comparativa a México. Regiones como el Bajío y Occidente concentran talento joven y técnico, capaz de adaptarse a las nuevas demandas de digitalización y energía limpia. Esta transición podría convertirse en la gran oportunidad para reposicionar al país como líder en innovación dentro de la cadena automotriz de Norteamérica.

La colaboración con la Secretaría de Economía y la puesta en marcha de un programa de desarrollo de proveedores —que ya suma 55 empresas y busca incorporar 250 más en 2026— son pasos en la dirección correcta. Este esfuerzo, apoyado por Nafin, Bancomext y el Banco Mundial, permitirá sustituir progresivamente insumos importados y fortalecer la proveeduría local.

No obstante, la política comercial requiere sensibilidad: aplicar aranceles de manera indiscriminada podría perjudicar al consumidor final, elevando los precios de las refacciones y reduciendo la calidad. Por eso, el equilibrio entre proteger la industria y mantener la competitividad será el gran reto de esta revisión.

En este contexto, la certidumbre se vuelve un activo estratégico. Las decisiones de inversión no se toman en semanas, sino en años. Cada anuncio de una nueva planta o línea de producción refleja confianza en el entorno económico y político. México debe enviar una señal clara de estabilidad regulatoria y compromiso con la competitividad regional. Esto implica coordinación entre gobierno, industria y academia para impulsar innovación, energía limpia y talento técnico.

México no parte de cero ni de debilidad. Su red de talento, la experiencia acumulada en tres décadas de integración y su posición geográfica lo colocan como un actor indispensable. En un contexto de proteccionismo y reacomodo global, el país tiene la oportunidad de convertir la presión en estrategia: consolidar una industria de autopartes más tecnológica, sustentable y regionalmente fuerte. El reto es grande, pero también lo es la oportunidad de consolidar a México como el corazón productivo de Norteamérica.

*El auor es Senior Fellow de Comexi, UER de Economía y Finanzas.

Cortesía de El Economista



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