Tener una mezcla de ciertas bacterias y hongos en la boca está asociado con una mayor probabilidad de desarrollar cáncer de páncreas unos años después. Así lo afirma un estudio publicado en septiembre en la revista JAMA Oncology.
Entonces, ¿los dientes sucios causan uno de los cánceres más complejos de tratar? Esta interpretación es totalmente errónea, advierten los expertos. La relación entre la microbiota (el conjunto de bacterias que los humanos llevan encima) y el cáncer es un filón reciente y fascinante de la oncología. Pero no es fácil desentrañar las causas de los efectos.
El estudio se basa en muestras de saliva de 122.000 voluntarios de Estados Unidos. Estando sanas, estas personas se sumaron a dos grandes proyectos de recopilación de datos. Se trata de “cohortes prospectivas”, en lenguaje técnico: grupos de voluntarios de altísimo valor para la investigación, porque los científicos pueden seguir su desarrollo médico a lo largo de muchos años.
Dentro de esa muestra, 445 personas han desarrollado cáncer de páncreas. Los investigadores, basados en diversas instituciones médicas de Estados Unidos, han analizado con detalle los microbios de las muestras orales de estos pacientes, y los han con los de otros sanos.
Gracias a un análisis genético exhaustivo, han identificado tres bacterias y cuatro hongos que, de estar presentes en las muestras, incrementan el riesgo de sufrir cáncer de páncreas años después.
“Hasta este estudio, la microbiota de la boca no había tenido mucho peso como herramienta de predicción”, afirma Núria Malats, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). La mayoría de los estudios se centran en el lugar con más microbios de nuestro cuerpo: el intestino. Malats subraya el valor de las cohortes y de los métodos genéticos empleados.
Asociación por confirmar
No obstante, la científica llama a no sobrevalorar la conexión encontrada. “No sabemos muy bien cómo se han recogido, tratado y analizado las muestras de saliva. Llama la atención que ciertos microbios están asociados con un mayor riesgo en una cohorte y con uno menor en la otra: podría ser un efecto de distintos métodos de recolección”, observa.
Otro aspecto que requiere prudencia es que se trata de pacientes de EEUU. “La microbiota cambia mucho en función de la dieta, del agua que se bebe y de otros muchos factores. ¿Cuán generalizables son los resultados del estudio?”, observa Mireia Uribe, experta del instituto de investigación del Hospital Clínic (IDIBAPS). Además, los microbios de la boca son mucho más variables que los del intestino. Las circunstancias en las cuales se tomó cada muestra podrían haber interferido.
¿Causa o efecto?
Incluso de confirmarse la asociación, no estaría claro qué causa qué. “Cabe la posibilidad de que esos pacientes ya tuvieran un cáncer de páncreas incipiente, cuando se les tomó la muestra. Podría ser el cáncer que causara esas alteraciones y no viceversa”, observa Uribe.
Malats subraya que las muestras preceden en años el diagnóstico, lo que sugiere que una cosa viene antes de la otra, pero tampoco excluye la interpretación de Uribe.
Los autores del trabajo han tenido en cuenta si los voluntarios fumaban, estaban obesos o tenían diabetes. La “firma” característica de la mezcla de microbios que encuentran parece no estar influida por estos factores. Pero no se puede excluir que haya otras concausas, que los investigadores no hayan contemplado.
Conexiones sugerentes
Lo cierto es que en los últimos años se han multiplicado los estudios que hallan conexiones entre el cáncer y la microbiota. Ya se sabía que ciertos microorganismos causan ciertos cánceres específicos: por ejemplo, el Helicobacter pylori es un patógeno asociado con el cáncer de estómago o el Schistosoma haematobium (un parásito muy presente en el noreste de África) causa cáncer de vejiga.
Lo más interesante no es eso, sino el efecto del mix de millones de microbios que están en el cuerpo. La perturbación de ese conjunto (disbiosis) parece estar asociada con cánceres como el de colon o del aparato digestivo. Además, la eficacia de ciertas terapias oncológicas varía en función del estado de la microbiota de los pacientes.
“Tenemos encima más microbios que células. Hemos desarrollado una relación simbiótica con ellos. Nos permiten metabolizar alimentos y fármacos. Si se produce una disbiosis, se pueden ver comprometidas esas funciones”, explica Malats. “La cuestión no es sólo si nos lavamos las manos y los dientes. Los factores en juego son más complejos y van de la dieta al uso de antibióticos”, explica Malats.
El mecanismo que conecta microbios y cáncer es un misterio, pero podría estar relacionado con el sistema inmunitario. “Este lucha contra el cáncer y se sitúa en su mayoría alrededor de nuestro intestino, donde también hay la mayoría de la microbiota. La disbiosis podría estar relacionada con una inflamación crónica que aumentaría el riesgo de tumores”, explica Uribe, subrayando que el escenario es aún hipotético.
No obstante la científica está esperanzada tras el nuevo estudio. “Las muestras de saliva son un sistema no invasivo. Si se confirmara que tiene un poder predictivo en un cáncer tan devastador, sería algo muy interesante”, concluye.
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Cortesía de El Periodico
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