Morir no basta para desaparecer: así son los chatbots que recrean a los muertos y el derecho al olvido que aún no existe

La llegada de la inteligencia artificial generativa ha abierto la puerta a una nueva forma de “inmortalidad”: recrear digitalmente a personas fallecidas con su voz, imagen, gestos e incluso memoria. Esto, que antes parecía ciencia ficción, hoy es un negocio real y creciente. Empresas como Seance AI, StoryFile, Replika, MindBank Ai o HereAfter AI ya ofrecen la posibilidad de conversar con chatbots basados en datos personales de personas fallecidas, generando lo que algunos llaman “resurrección digital”.

FERIA DE SAN FRANCISCO

El problema es que no todos quieren ser recordados de esa forma. Y, como advierte Victoria Haneman, jurista y autora de The Law of Digital Resurrection publicada en Boston College Law Review, la ley estadounidense prácticamente no ofrece herramientas para impedirlo.

El derecho a “estar muerto” no existe (todavía)

Según Haneman, hoy en Estados Unidos el patrimonio de una persona fallecida carece de un derecho claro a exigir la eliminación de sus datos personales. Esto significa que, incluso si en vida alguien dejó claro que no quería ser digitalmente recreado, sus datos podrían ser usados sin su consentimiento póstumo.

La Ley Revisada Uniforme de Acceso Fiduciario a los Activos Digitales (RUFADAA) regula el acceso de herederos a archivos digitales, pero no evita la recreación no autorizada. Plataformas como Facebook, por ejemplo, permiten “conmemorar” cuentas para mantener publicaciones en línea, pero no eliminarlas por completo.

En contraste, Europa reconoce la dignidad humana como un derecho fundamental y ha incorporado el “derecho al olvido al Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), llegando en países como Francia e Italia a permitir que los herederos borren información de un fallecido. Para Haneman, este enfoque difícilmente prosperaría en Estados Unidos, donde podría considerarse una violación a la Primera Enmienda.

El negocio (y la polémica) de resucitar a famosos

Más allá del ámbito personal, la IA también está reanimando celebridades para películas, conciertos y anuncios. Carrie Fisher, Paul Walker o Anthony Bourdain han sido recreados para completar proyectos; Elvis Presley y Whitney Houston “actúan” en escenarios gracias a hologramas; y marcas han usado a íconos como Humphrey Bogart, Tupac o Elis Regina en campañas publicitarias.

Según The Register, unos 25 estados de Estados Unidos protegen de forma limitada el derecho de publicidad post mortem, es decir, el uso comercial del nombre o imagen de una persona fallecida. Sin embargo, la monetización no siempre respeta la voluntad del difunto: incluso con permiso de herederos, surgen debates éticos sobre si estas “resurrecciones” manipulan la memoria del público o distorsionan la imagen de la persona.

Los muertos como “cuasi-personas

La propuesta de Haneman parte de una analogía con la ley que regula restos humanos: los cadáveres reciben cierta protección frente al abuso, aunque legalmente no son ni personas ni propiedad. Extender esta lógica a los datos digitales permitiría establecer un “derecho de supresión” limitado, por ejemplo, de 12 meses tras la muerte, para equilibrar el interés social con el respeto a la memoria del fallecido.

Esto supondría proteger la “materia prima” (los datos) en lugar de prohibir la recreación digital en sí, algo que Haneman considera más viable jurídicamente y suficiente para frenar resurrecciones comerciales no autorizadas.

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Una conversación que apenas empieza

El fenómeno de la resurrección digital coloca a la ley en un terreno inexplorado, donde confluyen derechos de privacidad, propiedad intelectual, libertad de expresión y ética tecnológica. En palabras de Haneman, la muerte es un evento legalmente único y “liminal”: ni la persona ni sus datos están completamente desprovistos de protección, pero las reglas actuales no están diseñadas para este nuevo escenario.

Mientras tanto, la industria de la “vida digital después de la muerte” crece sin freno. Según estimaciones citadas en el estudio, el mercado de IA conversacional, motor de muchos de estos “griefbots”, pasará de 13,200 millones de dólares en 2024 a casi 50,000 millones en 2030.

El reto, concluye Haneman, es reconocer que, así como en vida podemos decidir cómo se usa nuestra imagen o información, deberíamos poder decidir cómo (y si) seguimos “existiendo” después de morir. 

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de Xataka



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