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- Autor, Darío Brooks
- Título del autor, BBC News Mundo
La última vez que el embajador mexicano Alfonso García Robles (1911-1991) visitó la sede de la ONU fue celebrado con el nombre de “Mr. Desarme”.
Y eso no fue gratuito.
Este diplomático pasó la mayor parte de su vida trabajando en complejas misiones alrededor del mundo para ayudar a distintos países a superar conflictos.
Gracias a su habilidad y trabajo, la región de América Latina y el Caribe se colocó como ejemplo global en la eliminación del armamento nuclear, un problema que ha perdurado en el mundo más allá de la Guerra Fría hasta la actual guerra de Israel y EE.UU. contra Irán.
Ese esfuerzo le permitió ser merecedor en 1982 del Premio Nobel de la Paz junto a otra destacada pacifista, la sueca Alva Myrdal.
“[García Robles] ayudó a abrir los ojos del mundo ante la amenaza que supone para la humanidad el continuo armamento nuclear. Fue el impulsor del acuerdo [de Tlatelolco] para declarar América Latina como una zona libre de armas nucleares”, destacó la Academia sueca al galardonarlo.
La firma de ese tratado, en 1967, al que se sumaron a lo largo de los años todos los países de la región ha permitido mantener a América Latina y el Caribe como una zona segura y libre de la proliferación de estas armas de destrucción masiva.
Pero pese a que García Robles se convirtió en el primer mexicano en ganar un Nobel y a que contribuyó a la creación de la Organización de las Naciones Unidas, entre otros logros, en la actualidad su figura no parece ser recordada ni en México ni en América Latina.
“Tristemente la historia lo ha olvidado”, dice a BBC Mundo el escritor Rafael Medina, un internacionalista y biógrafo de García Robles.
“Lamentablemente al primer premio Nobel y al mexicano que más ha aportado a la humanidad no se le tiene en la memoria, no digamos colectiva, en la memoria histórica ni diplomática”, añade.
Medina y otros han trabajado para rescatar y destacar la trayectoria de uno de los mexicanos más dedicados a la paz mundial.
Pero, ¿quién fue Alfonso García Robles?

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Un joven y hábil diplomático
García Robles nació en 1911 en el seno de una familia sencilla de comerciantes del estado mexicano de Michoacán.
Sus deseos de superación lo llevaron a educarse en la vecina ciudad de Guadalajara antes de trasladarse a la capital mexicana, donde cursó la licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Siendo un joven abogado fue invitado a una conferencia de jóvenes por la paz en Roma. Aprovechó el viaje para recorrer el viejo continente y estando en Suecia se enteró que podía sumarse al servicio exterior mexicano con un examen que acreditó de forma destacada.
“Era un gran lector. Tenía una columna en el periódico El Universal y ahí manifestaba que uno de los personajes más importantes de la historia, que siempre estudió, fue Andrew Carnegie, un filántropo y benefactor de Europa y el mundo”, explica Medina.
“Su inspiración por la paz y el bien común de la humanidad fue Carnegie”, añade.
Pero justamente estando en Suecia estalló la Segunda Guerra Mundial. Aunque nunca estuvo en peligro, explica Medina, “sí le toca vivir los acontecimientos de la guerra. Veía a lo lejos cómo las bombas iluminaban todos los lugares donde caían”.
Estas experiencias marcaron su juventud y lo motivaron a actuar desde la diplomacia.
Al regresar a México, fue parte de la Conferencia de Chapultepec de 1945 que promovió el gobierno de México y en la que una veintena de países latinoamericanos plantearon un acuerdo de paz mundial.

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Los oficios de García Robles y de otros destacados diplomáticos de la época sirvieron como una de las bases de lo que sería el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El joven diplomático de 35 años fue encomendado como secretario de la delegación mexicana que participó en la Conferencia de San Francisco (EE.UU.) en la que participaron 50 naciones, incluyendo a EE.UU. y a la Unión Soviética, y que dio como resultado la Carta de las Naciones Unidas.
Aunque estaba al lado de diplomáticos de larga trayectoria, García Robles se destacaba entre ellos.
“Era un hombre muy talentoso. Muy parsimonioso, muy profundo en sus pensamientos. Y se ganaba a las personas, era muy agradable. Su familia y sus allegados cuentan que era muy alegre, siempre muy ameno. Jamás hacía un gesto de desprecio o un comentario inadecuado. Y eso lo llevó a acceder a grandes puestos diplomáticos, a lugares muy privilegiados”, destaca Medina.
“Redacta los acuerdos de San Francisco, lee la carta y es testigo de honor de la firma de México. Está en el cuadro de honor como uno de los miembros fundadores de las Naciones Unidas”, explica.

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Al borde de la guerra nuclear
García Robles trabajó varios años en la Secretaría de Naciones Unidas, donde encabezó la división de Asuntos Políticos del Departamento de Asuntos del Consejo de Seguridad, que por entonces tuvo asuntos delicados como el estudio sobre las opciones para el futuro de Palestina ante el fin del Mandato británico sobre ese territorio.
México lo designó embajador para Brasil justamente cuando se dio el episodio de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, cuando EE.UU. y la Unión Soviética estuvieron al borde de una guerra nuclear por el despliegue del arsenal soviético en Cuba.
Ante esta grave amenaza que se dio en la región latinoamericana, García Robles llevó a México una propuesta del presidente de Brasil, João Goulart, para llegar a un acuerdo de abolición de las armas nucleares en América Latina.

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El presidente mexicano Adolfo López Mateos lo designó entonces como responsable de las negociaciones, ya como subsecretario de Relaciones Exteriores. “Y [García Robles] convoca a todos los países de la región para convencerlos de firmar un tratado, a nivel América Latina, que prohibiera la producción, la enajenación, la compra o el almacenamiento de armas nucleares”, explica Medina.
Conseguirlo era difícil, pues no solo requería unir los intereses de los diversos países latinoamericanos, sino que requería que este acuerdo fuera ratificado por las potencias nucleares para no boicotearlo o simplemente ignorarlo.
“Fue muy difícil convencer a la Unión Soviética, a Estados Unidos, a Francia y a otras potencias nucleares”, señala Medina. “Fue un cabildeo y una labor impresionante de Alfonso García Robles en compañía de diplomáticos como Jorge Castañeda Álvarez de la Rosa, Sergio González Gálvez y otros grandes maestros de la época”.
Después de tres años de labores diplomáticas, el 14 de febrero de 1967 finalmente se crea el Tratado de Tlatelolco, llamado así por la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores mexicana en Ciudad de México.
Aunque era una obra diplomática monumental, quedaba mucho trabajo por hacer para que todos los países que se mostraban renuentes lo firmaran.
China, una potencia nuclear, lo hizo luego de las gestiones del gobierno mexicano en la década de 1970. El último de América Latina y el Caribe en hacerlo fue precisamente Cuba, donde surgió la Crisis de los Misiles, que lo ratificó en 1994.

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El Nobel “olvidado”
García Robles siguió en los esfuerzos del desarme nuclear durante la década de 1970, cuando ocupó -en distintos momentos- los cargos de embajador de México en la ONU y de canciller de México.
Fue postulado al Nobel de la Paz en aquella década, pero la Academia se decantó por otras personas hasta que en 1982, finalmente, le fue otorgado el galardón junto a la sueca Alva Myrdal, a quien describió al recibir el premio como su “vieja amiga y compañera de tantas batallas libradas en los foros de la diplomacia multilateral”.
Ya con más de 70 años de edad, continuó trabajando en los foros y organismos de desarme nuclear. Colaboró en las reuniones entre los entonces presidentes Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov que llevaron a la eliminación de buena parte del arsenal nuclear de esas potencias.
El exlíder soviético incluso escribió unas líneas para el prólogo de la biografía de García Robles que elaboró Rafael Medina: “Considero sus obras con gran estima y, en particular, aprecio sus esfuerzos para crear la primera zona libre de armas nucleares en América Latina”.

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García Robles también participó en la conformación de llamado grupo de Los Seis (Argentina, Grecia, India, México, Suecia y Tanzania) que le comisionaron la organización de los foros de paz de la época.
La reducción del arsenal nuclear de las superpotencias fue logrado por grupos como ese y otros dedicados al fin de la Guerra Fría para inicios de la década de 1990.
“Cuando él ve que esto se logra, él dice ‘Misión cumplida, yo hasta aquí me retiro de la vida pública, de las negociaciones y de todo lo demás’. Y al poco tiempo falleció a la edad de 80 años en su casa de Ciudad de México”, explica Medina.

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A pesar de sus grandes logros diplomáticos y personales, y de ser una persona que estuvo en muchas discusiones mundiales del Siglo XX, García Robles no es tan recordado en México como otros Nobel como Octavio Paz (Literatura) o Mario Molina (Química).
Medina considera que el carácter discreto del embajador lo mantuvo al margen de los reflectores públicos de la época.
“Era la persona más discreta y hermética que pudiera haber. Jamás buscaba los reflectores. No era adepto a las entrevistas, ni asiduo a salir en los canales de televisión o hacer ruedas de prensa. Por esa misma actitud es que hoy no es tan recordado, que está un poco olvidado. Era un pacifista nato, un diplomático nato, al que no le importaba mucho lo demás”, señala.
Pero la labor del embajador, añade, está reconocida en los libros diplomáticos de la historia de América Latina y el mundo.
“Fue un ícono de la paz y del desarme nuclear mundial. Fue él quien, a pesar de todas las restricciones, de todos los obstáculos que existían, logró superar esta barrera. Superar cada dificultad que se presentaba para sembrar la semilla de la paz en cada nación”.

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Cortesía de BBC Noticias
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