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En un mundo obsesionado con el rendimiento, sobran las voces que, en su afán por describir el placer y el deseo sexual en términos de “logros” y “objetivos”, le sugieren a la gente supuestos números mágicos y metas con las que deben cumplir si desean tener una vida sexual feliz en pareja.
“La mayoría de veces que la gente va a terapia de parejas, en todo tipo de combinaciones de género y relaciones, es por una diferencia en el deseo”, le dice a BBC Mundo la doctora Emily Nagoski, sexóloga autora de dos exitosos libros acerca del deseo en las relaciones.
Pero agrega que, luego de hablar con cientos de parejas y escucharlas describiendo sus experiencias sexuales, aún se sorprende de la cantidad de casos en los que las personas tienen sexo enfocadas en “cumplir” con lo que otras personas creen debe ser una vida sexual plena, y cuántas más viven su sexualidad sin explorar ni entender qué es lo que realmente los estimula a ellos.
“Describen sexo por un sentido de obligación. Sexo según las reglas que creen que deben seguir y aquí yo propongo una idea ‘loca’: el no querer el sexo que tienes disponible en tu relación no te hace ‘disfuncional’ si el sexo que tienes disponible no es el que te gusta”.
“El sexo debe ser juguetón, debe ser alegre y menos sobre el cumplir”.
Nagoski es PhD de la Universidad de Indiana especializada en sexualidad humana y con sus libros Come as you are (“Tal como eres”) y Come Together (“Tal como nos gusta”), ambos incluídos en la lista de los mejores vendidos de The New York Times, se ha convertido una de las más reconocidas expertas sobre el tema de la sexualidad y el placer en EE.UU.
BBC Mundo habló con ella.


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Hoy se habla con frecuencia de que las personas están teniendo menos sexo que antes, en un nivel que muchos califican de “históricamente bajo”. Aun así, eres autora de Come as You Are (“Tal como eres”) y Come Together (“Tal como nos gusta”), ambos bestsellers, y la gente parece muy interesada en el tema de la sexualidad, ¿dónde crees que está la disonancia?
En efecto, diversos datos indican que la frecuencia sexual ha ido disminuyendo con el tiempo.
Sin embargo, una de las ideas principales que planteo es que contar el número de veces que tenemos relaciones no es la forma correcta de determinar si nuestra vida sexual va bien.
Piensa en una pareja que tiene encuentros muy a menudo, pero al menos uno de los miembros no disfruta nada de ellos. ¿Preferirías esa situación, o mejor una pareja que, aunque no tenga sexo tan seguido, cuando lo hace ambos lo disfrutan muchísimo?
Es evidente que el segundo caso es más deseable. Por eso no debemos tomar la frecuencia como el indicador clave de la satisfacción sexual.
Existe esta percepción de que hay que cumplir con una cifra concreta de encuentros u orgasmos para tener una vida íntima “exitosa”. ¿Crees que eso presiona demasiado a la gente y, en consecuencia, reduce sus ganas de tener sexo?
Sí, la gente busca un modo de medir algo que en realidad es subjetivo. Es más sencillo contar cuántas veces ocurre el sexo que medir el placer o la calidad de esas experiencias.
Además, se absorben muchas creencias culturales sobre cuántas veces “deberías” tener sexo o cuántos orgasmos “debes” alcanzar.
Conozco el caso de una pareja que decidió “cumplir” cierta frecuencia semanal porque habían leído que era el promedio, pensando “así nadie puede decir que no lo intentamos”.
El problema es que ella lo hacía más por obligación que por deseo real, y cuanto más lo repetían, más quedaba reforzada la idea de que su placer no importaba. Acabó profundamente resentida y la relación se dañó.
Esto muestra que no se trata solo de la cantidad, sino de qué tan satisfactorio resulta para todos los involucrados.

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Mencionas la importancia de que el sexo sea algo placentero y lúdico, no simplemente una tarea pendiente. ¿Cómo se consigue ese enfoque más libre y de verdadero disfrute?
He descubierto que las parejas que mantienen una conexión sexual sólida tienden a compartir tres rasgos.
El primero es que genuinamente se agradan y sienten admiración mutua; parece obvio, pero jugar un papel de agrado y respeto aumenta mucho la calidad del sexo.
El segundo es que le dan prioridad al sexo, entendiendo que aporta algo valioso y único a su relación. Aunque pasen por momentos con poca actividad, buscan siempre reconectar porque reconocen su importancia.
El tercero, que siempre encuentro es el más difícil de alcanzar, consiste en liberarse de las reglas que han absorbido de la cultura, la familia o la religión sobre cómo “debe” ser el sexo y atreverse a descubrir qué les funciona de verdad a ellos.
Muchas veces implica replantearse creencias muy arraigadas y aprender a comunicar los deseos y límites propios.
Aun sabiendo lo esencial que es comunicarse para mejorar, parece que resulta muy difícil hablar de sexo. ¿Por qué crees que ocurre?
Muchos hemos crecido con la idea de que si necesitas “hablarlo”, es porque algo anda mal.
Pero cuando analizas a las parejas que describen su vida sexual como magnífica, ves que hablan del tema con total naturalidad, como quien habla de una afición compartida. Les encanta recordar lo que funcionó, pensar en lo que quieren probar la próxima vez…
Sin embargo, existen dos temores muy frecuentes: uno, decir algo que escandalice a la pareja y que después no pueda verte igual; y otro, herir sus sentimientos.
Si lo que buscas es mayor conexión, asusta pensar que puedas provocar lo contrario.
Por eso, recomiendo empezar con lo que llamo “la conversación sobre la conversación”: admitir que deseas que la vida sexual mejore y que, aunque nadie te enseñó a hablar de ello, quieres hacerlo con cuidado y respeto.
Así ambos pactan cómo comunicarse de forma compasiva y efectiva.

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¿Son estos problemas de comunicación sobre el sexo un tema exclusivo de las parejas heterosexuales, o se ven también en parejas de otro tipo?
En gran parte, las personas LGBTQIA+ han tenido que cuestionar antes lo que la cultura les imponía sobre su identidad. Al romper con la norma, ya cuentan con el hábito de desafiar reglas y buscar lo que verdaderamente encaja con ellas.
Además, si comparten género, a veces se ahorran ciertas barreras comunicativas ligadas a la forma en que tradicionalmente se crían hombres y mujeres.
Me preocupa particularmente el caso de parejas heterosexuales, porque suelen tener más encuentros sexuales pero los disfrutan menos.
A menudo siguen guiones muy rígidos, no hablan con franqueza de lo que les gusta y terminan teniendo sexo más por obligación o rutina que por genuino deseo.
Para una pareja que está experimentando problemas y no sabe por dónde empezar, ¿qué primer paso recomendarías?
Acudir a terapia sexual puede ser muy útil. A menudo, con pocas sesiones, un terapeuta les enseña habilidades de comunicación que jamás han practicado antes y eso produce un cambio enorme.
También sugiero leer libros sobre sexualidad. Personalmente, me gusta incluir al final de mis libros un resumen breve de los puntos principales, porque a veces basta con mostrarle ese resumen a la pareja para abrir el diálogo: “Leí esto y me pareció interesante, ¿qué opinas?”.
Ese tipo de conversación hace que ambos pierdan el miedo y dejen de ver el sexo como tema tabú.

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Hablando de placer: recientemente se mencionó la aprobación de un fármaco no opioide para tratar el dolor, y uno de los temas que los expertos mencionaban era lo difícil que es medir algo tan subjetivo como el dolor. Al comienzo de nuestra charla mencionaste algo similar con respecto al placer, ¿cuál es la relación entre estas sensaciones tan subjetivas?
El dolor y el placer se procesan en el cerebro; no son algo que suceda únicamente a nivel de los tejidos.
Por ejemplo, si te cortas con un papel en la mano mientras huyes de un león, tu cerebro puede ignorar el dolor de la mano hasta estar a salvo, porque considera más peligrosa la amenaza del león.
Con el placer ocurre algo parecido: depende de cómo el cerebro interprete las sensaciones en un contexto determinado.
Asimismo, cuando una mujer ha tenido un parto muy traumático y, pese a haberse recuperado físicamente, siente dolor al retomar su vida sexual, puede ser que su sistema nervioso siga en “modo alerta”, percibiendo la estimulación como un peligro.
De ahí la importancia de la fisioterapia de suelo pélvico y del trabajo emocional, para reentrenar al cerebro a experimentar sensaciones de forma segura. Además, recalco: el sexo no debería doler nunca; si duele, hay que hablar con un profesional de la salud.
¿Algún consejo final para quienes desean mejorar su vida sexual?
Conócete bien y date permiso de descubrir qué te gusta y qué no. Permite también que tu pareja haga lo mismo.
Cada persona y cada cuerpo cambian con el tiempo; lo que antes funcionaba a lo mejor ahora no sirve.
Comunica con franqueza y busca que el contexto se sienta seguro: si tu cerebro interpreta una amenaza, difícilmente habrá placer. Por último, no dudes en pedir ayuda o en informarte.
El sexo satisfactorio es aquel donde ambas partes (o todas las que participen) están igual de contentas de estar ahí.
Esa es la clave para que, más allá de la frecuencia, la experiencia sea realmente placentera y enriquecedora.

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Cortesía de BBC Noticias
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