Nadar oblicuo: estrategias para no naufragar en el presente

En tiempos donde los mercados emocionales son tan volátiles como los financieros, urge revisar los cimientos invisibles desde donde operamos. Este es un manual para sobrevivir —espiritualmente, emocionalmente— al simulacro que habitamos.

I. Diagnóstico del simulacro:

Habitamos un espectáculo de realidades que ya no se tocan.

En una acera, la expulsión. En la otra, la selfie.

La política se volvió performance.

La compasión, algoritmo.

La economía, un desfile de influencers con ropa prestada.

La imagen ha reemplazado a la presencia.

El testimonio se volvió marca personal.

La ciudad no se quiebra solo por el concreto.

Se quiebra por la falta de mirada sensible.

Y mientras tú te tomas fotos para ser visto, no para verte.

No para ver.

Lo real —lo verdaderamente real—

deja de ser visible.

Para siempre.

Hay una realidad oculta: flota en la espuma de la superficie.

Se opta por el pensamiento dual:

un marco que divide, empobrece, y nos encadena a nuestro propio abismo.

Así, alimentamos al demonio con nuestros propios extremos.

II. Fragmentación de la identidad y geometría del ser:

Somos personas con muchos lados, en realidad.

Como cuerpos geométricamente imposibles, improbables en lo inasible y en su luminaria nuclear, inaccesibles para la mirada racional.

Conocer, a veces, el otro lado de alguien…

y descubrir que ni siquiera esa persona lo conoce.

Así andamos: a veces como esferas que orbitan a los otros,

otras como objetos que nos vamos acoplando unos a los otros.

Vemos ciertas cualidades,

pero al movernos de lugar aparecen otros lados.

Y con ellos, algo más.

Chistoso, o aterrador.

Distinto de lo que creíamos ver.

Y asumir ese compromiso con el movimiento es refinarse.

Estamos frente a un proceso de erosión de lo real,

donde el símbolo se vacía

y la presencia se reemplaza por simulacro.

El suelo marino, el oleaje,

ahora trabajan en contra,

porque lo invisible es mayor a lo visible.

Hablamos de perversidad en ese trasfondo.

Perverso significa enseñar lo contrario a lo que es.

Lo bueno se vuelve malo.

Lo malo, bueno.

III. Manual de inmersión emocional:

En las técnicas de salvamento,

cuando te enfrentas a ese fenómeno marino llamado mar de fondo,

en el océano, tú, en la infinita desgracia,

si nadas hacia las olas, ellas caen sobre ti,

te desorientan, te hacen tragar agua, te inundan de pánico.

Porque el mar de fondo trae corrientes marinas

que vienen de lugares mucho más insólitos.

Misteriosos.

Escondidos.

Monstruosos.

Y lo más impresionante es que, si haces lo contrario,

si huyes nadando en línea recta hacia la costa,

desde ese lugar hondo donde todo está roto,

la ola te atrapa y te arrastra hacia mar abierto.

No solo no avanzas, sino que retrocedes.

Estás condenado a morir ahogado.

Lo esencial es no desesperar:

Primero, cuando vienen esas olas gigantes,

sumérgete.

Bucea.

Salva tu vida con esta entrega radical.

Métete en ti.

Cierra los ojos al horror por unos segundos,

guarda la respiración,

para que el golpe sea menos traumático.

Después, cuando pasen las olas: flotar.

No caer en la angustia.

Soltar.

Flotar y recuperar tu energía.

El tiempo que sea necesario.

Una vez que la hayas recuperado,

no avances en línea recta hacia la salida,

sino desplázate en paralelo,

como si no quisieras tocar tierra jamás.

Luego, ya cuando estés en ese lugar del mar

donde el fondo no te jala,

donde las corrientes siniestras no te arrastran hacia el abismo,

entonces sí:

nada en diagonal hacia lo firme.

Así se sale de estas corrientes marítimas monstruosas.

IV. Inteligencia lateral y espiritualidad subversiva:

Toda esta anterior técnica significa:

no ir en línea recta hacia la solución esperada,

hacia el éxito,

el aplauso,

el reconocimiento,

ni siquiera hacia el sentido común.

Es navegar de forma oblicua,

fuera del patrón,

a veces en los márgenes,

a veces en lo secreto.

Es inteligencia lateral:

resistencia creativa.

En términos de nuestra actualidad,

es no enfrentarse a las corrientes ideológicas

que se han vuelto dogmáticas,

incapaces de autocrítica,

sin importar el signo que usen para disfrazarse.

Evadir el golpe,

para luego actuar con precisión.

Es un gesto espiritual:

implica replegarse sin disociarse,

estar presente,

incluso desde la invisibilidad.

Aguardar.

V. Pregunta final / apertura filosófica:

Tal vez la verdadera pregunta que queda por hacernos sea:

¿Dónde se cultiva la lucidez en este momento?

¿Dónde el mar vuelve a ser sabiduría materna,

la mère, nuestro regreso silencioso al hogar con dignidad?

Cortesía de El Economista



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