Nadine Sierra: llega la gran diva joven de la ópera, capaz de abarcar Verdi, Puccini, bel canto, música brasileña y hasta zarzuela

La soprano estadounidense Nadine Sierra, acompañada por el pianista Bryan Wagorn, cerrará el último concierto del Ciclo Aura en el Teatro Colón. En la actualidad emerge como una de las cantante más brillantes y buscadas del circuito internacional, ya que su voz de timbre claro, técnica impecable y musicalidad refinada la convirtieron —según críticos y públicos— en “la gran diva joven de la ópera”.

En un contexto donde algunas carreras se construyen sobre exhibición vocal (agudos estratosféricos, gestos de virtuosismo), Sierra se destaca por una musicalidad que prioriza la frase, el sentido, el texto. Piensa cada línea como un discurso emocional, más que una proeza. Por otro lado, tiene una mezcla poco frecuente de virtuosismo técnico y sensibilidad emocional. Con su timbre luminoso —flexible para el bel canto, incisivo para el repertorio romántico—canta para contar.

La soprano estadounidense Nadine Sierra, que cerrará el último concierto del Ciclo Aura en el Teatro Colón. Foto de prensa gentileza Gregor Hohenberg

Los que asistieron a El elixir de amor en 2022 seguramente disfrutaron de todas sus virtudes como Adina. En esta oportunidad vuelve con un recital solista, con un programa que incluye arias de ópera y repertorio camarístico.

“No he estado aquí muchas veces, y para muchos será la primera vez que me escuchen en vivo. Por eso quiero ofrecer una visión amplia de lo que mi voz puede hacer; el espectro es amplio, y tengo la intención de mantenerlo así en el futuro”, dice la soprano desde Chile, en medio de una gira vertiginosa, el programa con el que se presentará reúne ópera francesa, bel canto, Verdi, Puccini, música brasileña e incluso zarzuela.

“No me interesa reinventar la rueda en cada concierto –dice la soprano– Para mí lo más importante es que el público disfrute la velada y se vaya más feliz de lo que llegó”.

-Tuvimos el placer de escucharte hace unos años en El elixir de amor. Ahora volvés en formato de recital, que te permite conectar directamente con el público, sin un personaje. ¿Qué parte de vos aparece en un recital que no podría surgir en una función de ópera?

-Creo que mi lado “divertido” aparece más en un recital. Como dijiste, puedo permitirme ser más libre y tener conexiones más directas con el público. En una producción de ópera siempre hay una cuarta pared invisible entre la audiencia y el escenario; no podemos reconocer la presencia del público. En mis recitales es completamente diferente, y gran parte del concierto depende también de las reacciones del público.

-Abrís con Ah, je veux vivre, un aria asociada con la frescura, el impulso y los fuegos artificiales de la coloratura. ¿Qué te interesa hoy de esta joven y apasionada Juliette, y cómo cambió tu mirada sobre ella a medida que tu carrera fue creciendo?

-Juliette llegó relativamente tarde a mi carrera, porque es un rol plenamente lírico. No es un papel fácil. Mencionaste la frescura del vals de Juliette, y tenés razón, pero —como ocurre con Violetta— hacia el final de la ópera la escritura vocal se vuelve mucho más dramática. Otra dificultad es que la Julieta de Shakespeare es extremadamente joven, claramente menor de 18 años, y la escritura vocal de Gounod es bastante madura. Eso hace difícil encontrar el equilibrio entre la actuación y el canto.

-Cantar È strano…Ah, fors’è lui…Sempre libera en un recital es casi como contar una ópera entera en pocos minutos. ¿Cómo construís ese arco expresivo tan rápido? ¿Y qué te sigue revelando Violetta después de tantos años?

-Amo las escenas de ópera, y esa es una gran escena. Construir el arco no es tan difícil en este caso, porque incluso en las puestas de La traviata, esta escena llega muy pronto, unos 15 minutos después del inicio. No es que haya pasado horas en el escenario antes. Y creo que está pensado así: È strano surge de manera casual, casi despreocupada.

Luego lleva a un monólogo interior más elaborado en Ah, fors’è lui. El pensamiento de Violetta se ordena y desemboca en la explosión final de “Sempre libera”. Para responder a tu pregunta, construir este arco es relativamente fácil gracias a Verdi: la progresión está perfectamente diseñada en la música. Por eso es una pieza tan buena para cantar en concierto incluso sin puesta en escena.

-¿Qué te inspiró a incluir música brasileña y qué encontrás allí en términos de color vocal y expresión emocional?

-Soy muy sensible a la dicción y a la producción del sonido. El portugués tiene una suavidad muy particular, una redondez en la dicción que afecta el sonido que yo misma produzco con mi voz. La música brasileña llegó a mi vida después de descubrir el fado portugués. Es un repertorio que permite jugar con efectos, portamentos y acentos, y muestra otro lado de mi voz, probablemente uno más íntimo también.

-Muchas cantantes de tu nivel suelen tener agendas increíblemente exigentes. ¿Cómo lidiás con el estrés? ¿Meditás o tenés alguna práctica que te ayude a mantenerte centrada?

Por lo general no soy muy ansiosa. Me gusta recordarme que tengo un trabajo fabuloso por el que he trabajado muy duro desde los 6 años; ahora trato de disfrutarlo. Y si estoy ansiosa, un buen entrenamiento físico siempre ayuda.

-¿Hacia dónde te gustaría que evolucionara tu instrumento en los próximos años?

Lo único que me importa es que se mantenga sana. Mi equipo y yo tratamos de escuchar cada cambio en mi voz y adaptar el repertorio. Por ahora se está moviendo hacia un color más oscuro y más dramático, pero muy lentamente, lo cual es bueno. No quiero apresurar nada.

-Si pudieras invitar a una sola persona de cualquier momento de la historia a escucharte en el Colón, ¿quién sería y por qué?

Verdi, y le diría gracias.

Ciclo Aura

Nadine Sierra, soprano

Bryan Wagorn, piano

Función miércoles 3 a las 20

Lugar Teatro Colón

Cortesía de Clarín



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