No es fácil ser hermana de una mega estrella, y mucho menos si planeas trabajar en la misma industria, donde las comparaciones van a ser inevitables. Y esto es algo que las hermanas de Steven Spielberg tienen muy claro. Nancy, la menor de ellas, siempre supo que quería contar historias, pero durante mucho tiempo tuvo miedo al qué dirán. Sin embargo, hace varios años decidió dejar de pensar tanto en las posibles críticas y arrancar su propio camino.
Y así, con valentía y poco a poco construyó su carrera. Dejó de estar bajo la sombra de su hermano y encontró su propio rincón en Hollywood. Desde 2011 produce pequeños documentales que la interpelan. Y hoy, con 69 años, no se imagina una vida sin contar historias.
Su más reciente trabajo, el filme Una carta para David (A Letter to David) -que se proyectará en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y estrenará el jueves 13 en Multiplex Belgrano– la trajo por primera vez a Buenos Aires, un destino que desde hace tiempo tenía pendiente. En medio de su atareado itinerario, se hizo un espacio para hablar con Clarín sobre su último proyecto, la presión de ser “hermana de” y la decisión de producir historias que dejan una huella.
-En el mundo del entretenimiento, ¿te pesa mucho el apellido?
-Viví muchos años teniendo que lidiar con mi apellido. Me preguntaba constantemente qué quería la gente de mí. Siempre estaba la duda de si eran mis amigos o querían algo más. Con el tiempo desarrollás un radar. De hecho, mi hermano me lo advirtió apenas me mudé a Los Ángeles. Él estaba empezando a ser famoso. Creo que estaba haciendo Tiburón. Ni siquiera había salido todavía. Pero la gente había oído hablar de él. Me dijo: “Cuando un chico te invita a salir, en realidad no quiere salir con vos. Sólo quiere llegar a mí”. Y yo le respondí: “Bueno, gracias. Eso no me ayuda a tener confianza en mí misma” (risas). Pero es verdad, todo el mundo quiere algo de él.
-¿Qué rol creen que tienen en su vida como familia, en medio de toda esa exposición?
-Procuramos ser el lugar al que él va para descansar su cabeza. Cuanto está con nosotros no se preocupa de que diga algo accidentalmente y después se publique y se sepa. Tenemos que ser su espacio seguro y creo que todos lo hacemos.
-¿Le pedís consejos a Steven para decidir en qué proyectos trabajar?
-Para la primera película que produje, sólo fui a verlo para contarle que lo iba a hacer, porque no quería después estar compitiendo accidentalmente con él en el cine. Desde el minuto uno me expresó su apoyo, pero siempre quise hacer todo por mi cuenta. Una vez se inclinó hacia mí y me dijo: “Tengo un compositor para tu banda sonora. Tengo a alguien que recomendar”. Y yo le respondí: “Estoy bien, Steve, ya tengo a alguien”. Está muy orgulloso de mí, y eso es bonito. Me hace sentir bien. Lo quiero, pero no lo necesito para mi trabajo.
Steven Spielberg y su hermana Nancy tienen una relación muy cercana. -A pesar de lo que hace tu hermano, vos siempre producís proyectos pequeños. ¿Es tu intención seguir por este camino?
-Me siento segura en mi rincón, aunque, por supuesto, estoy en un rincón pequeño. No hago grandes películas. Mi hermana Annie es guionista. Escribió la película Quisiera ser grande, que fue su gran éxito, su película nominada al Óscar. Pero yo no juego mucho en su terreno. Ahora mismo estoy en mi pequeño rincón. Pero quién sabe, estoy abierta a todo.
-¿Por qué crees que todos en tu familia terminaron trabajando en la industria del entretenimiento? ¿Fue algo que se les inculcó mucho de chicos?
-La verdad es que crecimos haciendo películas, pero a mí me encantaba escribir historias. Nunca quise hacer películas. Y cuanto más grande se hacía Steven, más miedo me daba publicar algo. Porque pensaba que, por mi apellido, me juzgarían y me compararían con él. Pensé que se iba a comentar que no era tan buena o que él me dio el trabajo. Pero a cierta edad, llegás a un punto en el que te da igual lo que piensen, encontrás cierta libertad de expresión y descubrís la historia que realmente querés contar.
Nancy Spielberg creyó que siempre sería juzgada por su apellido. Foto: Emmanuel Fernández-¿Nunca intentaste otra cosa, antes de entrar en el mundo del cine?
-En realidad yo quería ser veterinaria. Me encantan los animales. Pero cursé Estudios latinoamericanos en lugar de medicina veterinaria, porque no admitían mujeres en las facultades de veterinaria en su momento. Luego descubrí que soy alérgica a los caballos, así que estoy mejor así. En nuestra familia somos narradores. Mi mamá era sin duda una narradora. Todo lo que hacía tenía un punto de vista. Era emocionante. Hasta ir al súper era emocionante, por la forma en que ella describía las cosas. Está en nuestra sangre.
-¿Tenés algún recuerdo específico de tu infancia en el que el cine juegue un rol central?
-Totalmente. Solíamos proyectar películas en nuestra casa cuando la gente aún no lo hacía. Steven alquilaba películas en latas. Vendíamos entradas en el barrio para verlas. Hacíamos la pantalla con la sábana de la cama de mis papás y la colocábamos afuera, sobre el tendedero donde se secaba la ropa. Los chicos venían a nuestro patio trasero por la noche, porque no había nada que hacer en Arizona. En verano hacía mucho calor y es aburrido. Nos convertimos en una especie de cine local.
“Después empezamos a hacer películas. Éramos los actores. Hacíamos los efectos especiales. Nos encargábamos de la iluminación. Hacíamos de todo. Mi mamá se involucró. Mi papá se involucró. Steve era demasiado joven para manejar, así que necesitaba a alguien en la película que condujera. Era un asunto familiar, realmente lo era”, sumó.
Nancy Spielberg creció en una casa en la que las películas eran un hobby familiar. Foto: Emmanuel FernándezUna historia para fomentar la unión
Que Nancy Spielberg haya venido a la Argentina a presentar su último documental, Una carta para David, no es casual. El filme es, como adelanta su título, una carta a David Cunio, el joven actor israelí con ascendencia argentina que fue secuestrado por Hamas el 7 de octubre de 2023 y liberado hace un par de semanas.
Quien se convierte, de alguna manera, en el hilo conductor de la historia es Eitan Cunio, el hermano gemelo de David, que también es actor. Hace diez años, ambos interpretaron a dos jóvenes que secuestran a una mujer para intentar resolver sus problemas económicos en la película Youth, cuyas imágenes permiten construir un paralelismo devastador entre la ficción y la realidad.
Con ese punto de partida, a través de una historia particular, sin violencia ni polarización de por medio, el director Tom Shoval logró mostrar el lado humano del conflicto armado que tiene al mundo dividido.
-¿Por qué decidiste involucrarte en este proyecto como productora?
-Porque estaba en Israel el 7 de octubre cuando ocurrieron los ataques. Vivo en Nueva York, pero tengo una casa en Jerusalem y mi hija vive en Tel Aviv. En ese momento, acaba de tener un bebé, nuestro primer nieto. Corrimos a reunirnos con mi hija cuando fue seguro viajar por tierra desde Jerusalén a Tel Aviv. Nos quedamos con ella y, aproximadamente una semana después, nos evacuaron y la traje conmigo a los Estados Unidos. Allí, todos empezamos a ver las imágenes que llegaban. Hay cosas que no se pueden borrar de la memoria y creo que me afectaron mucho y afectaron a los cineastas de todo el mundo que empezaron a documentarlo. Con el paso del tiempo, yo también quise contar la historia.
-De todas las historias que había para contar sobre los afectados por la guerra, ¿por qué elegiste la de los hermanos Cunio?
-Me daba mucho miedo contar una historia tan violenta porque era muy difícil ver las imágenes. Cuando haces una película, a veces pasas dos años en una sala de montaje viendo una y otra vez todo y no creía que fuera lo suficientemente fuerte mentalmente para eso. Buscando una película con la que pudiera vivir y la cineasta Jade Paltrow vino a mí y me dijo: “Tenés que escuchar esta historia, es increíble. Es una ironía. Es cine y realidad”. Después me reuní con Tom Shabal, el director, y le dije: “Esta es la historia”. Quería que el resto del mundo viera a David y viera que era un tipo realmente agradable y dulce. Un hombre pacífico al que le tocó vivir un calvario. Por eso me lancé a ello.
-Además probablemente por eso llegue a más gente, porque no muestra violencia explícita, sino que se enfoca en la individualidad de un personaje…
-Exactamente. Y eso es, creo, lo que diferencia a nuestra película. Sin política, sin violencia. Sólo la vida de estos dos hermanos, David y Eitan. Gemelos, que se convirtieron en actores en 2012 y actuaron en una película llamada Youth, donde interpretan a dos hermanos que secuestran a una chica. Es una locura, porque Tom grabó en estilo documental el proceso de enseñarles a estos dos chicos de una granja, a actuar. E incluso le decían a David: “No eres lo suficientemente violento, tienes que agarrar a la chica, atarla, ser duro”, y él respondía: “Pero es que no me sale”. Eso fue lo más difícil de ver.
Cortesía de Clarín
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