
Es necesario entender cuál es el motivo de la insatisfacción de la gente con el liberalismo, si es con el Estado o con la doctrina política y tener claro qué sí puede hacer por las personas y en dónde no puede ni debe meterse, expusieron analistas que participaron en el encuentro La Libertad de Vuelta, organizado por Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego y la revista Letras Libres.
En la segunda sesión de esos trabajos realizados en instalaciones de El Colegio Nacional, en la Ciudad de México, Mark Lilla, escritor, autor del libro “La mente naufragada. Reacción política y nostalgia moderna”, manifestó que es necesario distinguir la insatisfacción de la gente con el orden actual entre el fracaso del Estado como tal y el fracaso del liberalismo.
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En ese escenario, planteó la pregunta ¿por qué ya no estamos produciendo liberales?, o ¿por qué cada vez hay menos personas que comparten los valores del liberalismo, que entiendan lo que significa ser ciudadano que tengan las virtudes, los hábitos y las expectativas necesarias para un orden político liberal?
Subrayó que el tipo de liberación de un orden liberal no depende solo de expresar una opinión, votar y que las personas votadas implementen un programa; también es un sistema de liberación sobre qué es el bien público y solo se puede tener un sistema deliberativo si hay personas que reconozcan su valor y sean capaces de llevarlo a cabo.
Muchas de las fuerzas en nuestras economías y culturas hacen lo contrario de reforzar ese tipo de virtudes, indicó.
Mencionó que, después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un periodo en el que en muchos países se tenía la sensación de que la guerra había demostrado la necesidad del liberalismo; sin embargo, el mundo tecnológico y económico en el que vivimos deja pocas esperanzas para generar ciudadanos liberales.
Hay críticas basadas en premisas erróneas
Por su parte Leon Wieseltier, editor de la revista de cultura y política Liberties, expuso que la oposición al liberalismo o el miedo al liberalismo, el momento y los pensadores postliberales, se basan en una premisa fundamentalmente errónea, según la cual, es una visión política del mundo para satisfacer todas las necesidades de las personas.
En ese tenor, remarcó que el liberalismo no fue diseñado para proporcionar satisfacción espiritual, religiosa, filosófica o psicológica. Es más, enfatizó que el liberalismo no es una visión del mundo totalitaria, sino que se trata de una visión antitotalitaria.
Dijo que lo que le preocupa es precisamente la tentación totalitaria.
Para el analista, la gente espera mucho de los marcos políticos y deposita una carga excesiva en la política.
En ese sentido, mencionó que una de las cosas en las que los liberales y conservadores solían estar de acuerdo era en el principio de los límites de lo político.
Todos entendían que la política no lo es todo; sin embargo, existe la tentación de absorber toda la vida en la política o en la insistencia en que el gobierno exprese y encarne las creencias, los valores, los sueños y las fantasías más profundas. Eso es lo peligroso.
Además, dijo que eso es una prueba de que el liberalismo siempre va a fracasar en eso porque es demasiado sofisticado como para pretender que alguna doctrina política pueda satisfacer la totalidad de las necesidades humanas.
Afirmó que la frustración de la gente con el liberalismo es, en parte, la frustración de quienes buscan respuestas definitivas.
“Uno de los problemas de las sociedades actuales es que son grotescamente complejas y rápidas que ya no saben cómo vivir en una situación inconclusa (…) Es muy difícil vivir con la incertidumbre”.
Indicó que lo que el liberalismo promete es una organización, procesos políticos ordenados y decentes y una cierta concepción de la dignidad intrínseca de todo ser humano.
“En él es posible encontrar orden político, un sistema que promete respeto”.
Destacan su autocrítica
A su vez, Iván Ian Buruma, escritor holandés, exeditor de The New York Review of Books consideró que la fuerza del liberalismo es precisamente su autocrítica. Sin embargo, refirió que uno de los problemas del neoliberalismo desde 1990 es que rara vez los viejos partidos socialdemócratas y los partidos conservadores clásicos llegaron a un consenso de que todos creían en el neoliberalismo.
Además, dijo que ahora estamos viviendo con las consecuencias de muchas décadas en las que los programas políticos de los partidos tradicionales se habían diluido demasiado para atraer a suficientes personas.
Ivan Krastev, presidente del Centro de Estrategias Liberales y miembro del Instituto de Ciencias Humanas de Viena expuso que una de las paradojas del capitalismo es que funciona mejor con personas que son producidas en el antiguo régimen.” el liberalismo posterior a la Guerra Fría se nutrió mucho de la experiencia política de las sociedades antiliberales de antes”.
Explicó que ha cambiado la perspectiva que tienen las personas de sus países.
“En un sentido paradójico, Fukuyama tenía razón. Vemos el fin de la historia porque ya nadie está interesado en la historia. Básicamente, nadie está tratando de contextualizar ciertas decisiones”.
Ahora, rara vez eliges entre el bien y el mal. Todo el tiempo, cuando estás tomando una decisión, estás sacrificando algo que es un valor para ti. El liberalismo se transformó en una sociedad que, en su narrativa simple, se trataba de una situación en la que todos ganaban en todo momento.
Mark Lilla, comentó que los argumentos conservadores comienzan a tener cierta fuerza, cuando dicen que el liberalismo socava otras fuentes de alimento interior, como el alimento espiritual y comunitario. “Creo que estamos enfrentando un poco esa situación en este momento”.
En ese sentido Leon Wieseltier opinó que siempre ha habido personas solitarias, y siempre habrá personas solitarias, y necesitan recursos de algún tipo. “En otras palabras, la condición humana no es el tema real de la política”.
En ese tenor, Iván Ian Buruma, mencionó que ahora, las viejas instituciones que le decían a la gente más o menos qué pensar, qué se ocupaba de sus necesidades espirituales, se han derrumbado.
“Pero como somos liberales y como no podemos decir honestamente de buena fe, bueno, estoy a favor de que la gente regrese a la iglesia y creo que las iglesias deberían fortalecerse nuevamente y la religión debería tener un papel más importante en la sociedad. Realmente no podemos decir eso si no sentimos eso por nosotros mismos”.
En esa discusión, Ivan Krastev, consideró que el problema es con el individualismo y de repente, empezamos a ver que nuestro propio individualismo se utiliza como arma contra nosotros.
Para el analista, “la elección se convirtió en un arma contra la felicidad del individuo”.
En ese contexto recordó a Churchill, quien dijo que el argumento más fuerte contra la democracia es una conversación de 10 minutos con el votante común.
“Así que esto no es algo que básicamente descubrimos hoy. Y en mi opinión, esto es importante a mi entender. El liberalismo, su éxito y su tipo de fracasos es lo mismo. Y esto hace que este momento sea tan difícil de explicar.
Leon Wieseltier insistió en que lo peor que se puede hacer por una persona que experimenta una desolación existencial de algún tipo es decirle que mire a la política.
Luego recordó que en Estados Unidos, a las personas les gusta hablar de polarización todo el tiempo. “El problema no es la polarización. Nuestro sistema fue diseñado para eso. El problema es la salvaje sobrepolitización. Toda la vida se ha politizado”.
Por otra parte, dijo que uno de los clichés sobre el liberalismo es el extraño odio al individualismo.
Cortesía de El Economista
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