Nicolson y la diplomacia mexicana


En la parte de su libro sobre la diplomacia donde habla sobre el Servicio Exterior, el escritor, político y diplomático inglés, Harold Nicolson, se refiere al problema de que existan perfiles ambiciosos y burocráticos en el sistema inglés. 

FERIA DE SAN FRANCISCO

En su propuesta, el Servicio Exterior debería brindarle vías de satisfacción a ambos perfiles. En su opinión, habría un problema si la carrera diplomática sólo premiara la obediencia y la persistencia en el tiempo de quienes vieran la diplomacia como una tarea rutinaria. Este sistema alejaría a los temperamentos audaces, creativos y ambiciosos, que también son importantes en el servicio diplomático de un país.

A lo largo de su libro, Nicolson nos muestra también -con una serie de ejemplos- la manera en que la idea de la diplomacia como un oficio de profesionales es un avance sobre la idea de ella como un sistema de favores.

Y este es el quid del asunto. Aunque en todos los países, los cargos de embajadores se utilizan para darle salida a políticos en desgracia o para recompensar a leales, se piensan que es mejor que estos cargos sean desempeñados por profesionales de la diplomacia que han avanzado en una carrera meritocrática. 

En casi todos los países existe una tensión entre los políticos que llegan a ser embajadores por razones de favoritismo y los diplomáticos profesionales que han avanzado durante extenuantes y meritorias carreras. Está dinámica hace que muchas personas inteligentes, cultas, con manejo de idiomas no quieran ingresar al servicio o exterior, o bien que, estando dentro, se salgan rápidamente. Se trata de una forma adicional al discutido por Nicolson sobre cómo los servicios diplomáticos no retienen a los mejores. Todo esto es un gran problema, pues la política exterior de un país no debiera de prescindir de sus mejores elementos. 

Por razones de realismo político, sería utópico pensar que los nombramientos políticos de embajadores dejaran de existir. De hecho, no parece mala idea que los líderes políticos tengan un arsenal de personas en los que puedan confiar en determinados puestos clave en el exterior. 

No obstante, esto debería suceder también bajo ciertas reglas. No enviar a enemigos políticos a un dulce exilio diplomático sólo para tenerlos lejos, debería ser una de ellas. Tampoco parece una buena idea premiar la simple lealtad de políticos o periodistas prominentes sin que exista de por medio una razón estratégica válida para enviarlo a una Embajada o Misión diplomática.

Como en muchas otras cosas, el presente Gobierno dijo una cosa estando fuera del poder y hace otra ya en el poder. Cuando el oficialismo estaba en la oposición abogaba por promover al servicio exterior mexicano. Ya en el poder es uno de los gobiernos que menos lo ha respetado y más nombramientos políticos ha realizado.

Todo esto no significa que no se puedan introducir reformas al servicio exterior tal como se encuentra ahora. De hecho, los propios miembros del servicio exterior serían los primeros en admitirlo. En lugar de insultarlos con nombramientos políticos cotidianos, el gobierno haría bien no sólo en escucharlos, sino en tomar en cuenta sus opiniones para mejorar la diplomacia mexicana, que tanto nos hace falta a todos los mexicanos.

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Cortesía de El Informador



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