Nissan puso fin a la producción del GT-R R35, uno de los superdeportivos más emblemáticos de las últimas dos décadas. El último ejemplar salió de la planta de Tochigi, Japón, tras 18 años en el mercado y más de 48,000 unidades fabricadas. La despedida no fue cualquier cosa: se trató de un GT-R Premium Edition T-Spec en color Midnight Purple, destinado a un cliente japonés, el último territorio donde aún se vendía. La marca lo anunció como un cierre agridulce, pero dejó claro que el nombre GT-R no está muerto, pues volverá en algún momento.
El final de esta generación fue confirmado desde febrero, cuando Nissan dejó de aceptar pedidos en Japón para cumplir con las entregas restantes. Lo que sorprendió fue la manera en que el fabricante habló del futuro. El Mexicano Ivan Espinosa, CEO de Nissan, aseguró que el emblema GT-R no se aplicará a cualquier modelo, sino que regresará en un proyecto verdaderamente especial. En medio de una industria que acelera hacia la electrificación, Nissan sabe que el próximo capítulo debe equilibrar tradición y tecnología sin perder la esencia de un auto que humilló a los gigantes europeos.
La historia del R35 comenzó en 2007 durante el Salón de Tokio, donde debutó como heredero del mítico Skyline GT-R. En ese instante nació una leyenda moderna. Se ganó el apodo del monstruo japonés Godzilla porque podía plantar cara a Porsche 911 o Ferrari F430 por un precio muy inferior. Mientras los europeos cobraban cifras astronómicas por su rendimiento, Nissan ofrecía un auto capaz de igualarlos en pista con una reputación de fiabilidad que pocos podían cuestionar. Fue la receta perfecta para crear una base de fans en todo el mundo, que lo elevaron al estatus de ícono.
El secreto del R35 estuvo en su motor. Cada ejemplar montó un V6 biturbo de 3.8 litros ensamblado a mano en Yokohama por un grupo de nueve maestros artesanos conocidos como Takumi. Sus nombres quedaron grabados en una placa metálica adherida al propulsor, un detalle que hoy se percibe como un lujo en una era dominada por la automatización. A lo largo de los años, el VR38DETT evolucionó desde los 480 hasta los 600 caballos de fuerza del Nismo. Todo ello ligado al sistema de tracción total Attesa ET-S, que convirtió al GT-R en un arma de precisión para cualquier trazado.
Maestros artesanos Takumi.
El impacto no se limitó a la calle. En el mundo del automovilismo el GT-R brilló en el campeonato japonés Super GT, en las Blancpain GT Series e incluso en las 12 Horas de Bathurst. En Nürburgring redujo su tiempo de vuelta de 7:38 en 2007 a 7:08.679 en 2013, un registro que lo mantuvo como referente absoluto de su época. Estos logros cimentaron la fama de un superdeportivo que nunca necesitó adornarse con artificios para ganarse respeto. Era brutal, directo y eficaz.
En sus últimos años el precio alcanzó los 222,895 dólares, alrededor de 4.5 millones de pesos. Cifra elevada, pero aún competitiva frente a Porsche o Ferrari, lo que reforzó la narrativa de un superdeportivo democratizado. Quien compraba un GT-R sabía que adquiría algo más que un auto veloz: compraba un pedazo de ingeniería japonesa pensada para desafiar los límites y humillar a rivales que costaban casi el doble.

El último Nissan GT-R R35 del mundo.
El sucesor del Nissan GT-R R35
El futuro, sin embargo, abre un capítulo incierto. Nissan mostró en 2023 el prototipo Hyper Force, un adelanto de lo que podría ser un GT-R eléctrico con baterías de estado sólido. Aunque Hiroshi Tamura, responsable del R35, ha sugerido que la electrificación total aún no está escrita. Existe la posibilidad de que el próximo GT-R apueste por un sistema híbrido de alto rendimiento si eso conecta mejor con lo que desean los clientes. La única certeza es que el nombre regresará.
La despedida del R35 no es el fin de Godzilla, sino una pausa antes de que llegue un sucesor a la altura de su leyenda. Nissan enfrenta el reto de reinventar un mito en plena crísis financiera, misma que provocó el cierre de fábricas en Japón o México como la de CIVAC en Morelos. Los fanáticos esperan con paciencia y nostalgia, porque saben que el listón quedó altísimo. El próximo GT-R tendrá que ser más que un auto: deberá ser una declaración de principios en un mundo que ya no es el mismo que en 2007.
Cortesía de Xataka
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