No consumas más de 255 gramos de carne a la semana: la razón de esta afirmación se basa en algo inesperado

Durante décadas, los domingos han sido en muchos hogares un momento para compartir en torno a un guiso de carne. Este tipo de comida, presente en celebraciones y reuniones familiares, ha simbolizado tradicionalmente bienestar, abundancia y estabilidad. La carne ha ocupado un lugar central en la dieta y en el imaginario social, asociada a valores como la fuerza y la buena alimentación. A pesar de que nuestros antepasados eran vegetarianos, según un estudio. Sin embargo, en la actualidad ese mismo alimento ha pasado a estar en el centro de un debate que combina preocupaciones ambientales, sanitarias y éticas.

Un nuevo estudio de la Universidad Técnica de Dinamarca (DTU), publicado en Nature Food, ha puesto números concretos a una pregunta que muchos nos hacemos: ¿cuánta carne podemos consumir sin poner en riesgo la salud del planeta? El trabajo, liderado por Caroline H. Gebara, no solo propone una cifra clara —255 gramos semanales de carne de ave o cerdo— sino que desmonta algunos mitos sobre las dietas sostenibles. A diferencia de otros enfoques alarmistas o simplistas, este análisis combina criterios nutricionales y ambientales para ofrecer una guía realista que puede aplicarse a nuestras decisiones cotidianas.

Qué significa “comer menos carne”

La mayoría de campañas públicas sobre sostenibilidad y salud repiten el consejo de “reducir el consumo de carne”. Pero, como explica la propia Gebara, esta sugerencia suele quedarse en un plano abstracto. “Es difícil saber cuánto es ‘menos’ y si realmente tiene un impacto”, señala en el estudio. Por eso, el equipo del DTU decidió cuantificarlo: 255 gramos de carne blanca (pollo o cerdo) a la semana es el umbral que permite mantener una dieta sin superar los límites planetarios.

Para hacernos una idea práctica, un paquete de dos filetes de pechuga de pollo en Dinamarca “pesa” unos 280 gramos, lo que ya excede ligeramente la cantidad permitida por persona y por semana. Este dato sirve como punto de referencia claro para quienes intentan ajustar su dieta. Pero, además de práctico, es un dato simbólico: muestra que incluso cantidades consideradas “moderadas” pueden tener un impacto ambiental considerable.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Los límites del planeta, en el plato

El concepto de “límites planetarios” se refiere a los umbrales ecológicos que no deberíamos sobrepasar si queremos mantener un planeta habitable. En esta investigación, los autores evaluaron varios factores, como las emisiones de CO₂, el uso de agua y de suelo, y los efectos sobre la salud humana. Analizaron más de 100.000 variantes de once tipos de dietas distintas para identificar cuáles respetan esos límites y, al mismo tiempo, cumplen con los requerimientos nutricionales.

El resultado es contundente: incluso el consumo moderado de carne roja, como la ternera o el cordero, ya supera los límites. Según Gebara, “incluso cantidades moderadas de carne roja en la dieta son incompatibles con lo que el planeta puede regenerar”. En cambio, las dietas que excluyen o minimizan estos productos —como las vegetarianas, veganas o pescetarianas— tienen muchas más posibilidades de mantenerse dentro de lo sostenible.

No se trata, sin embargo, de una defensa cerrada del veganismo. El estudio es más flexible. Como señala la autora principal, “es posible comer queso, huevos, pescado o carne blanca y mantener una dieta saludable y climáticamente responsable, siempre que el resto de la alimentación sea equilibrado y sostenible”.

Fuente: ChatGPT / E. F.

¿Todos debemos comer igual?

Una de las virtudes de este trabajo es que no plantea una solución única. La sostenibilidad alimentaria no es un molde, sino un marco con múltiples opciones. El estudio demuestra que no hay una única dieta correcta, sino combinaciones variadas que pueden ser tanto saludables como respetuosas con el entorno.

Por ejemplo, una dieta vegetariana con productos lácteos puede ser tan sostenible como una vegana. Incluso una dieta que incluya pequeñas cantidades de pescado o pollo puede ser válida si está bien balanceada. Lo esencial es mantener el conjunto dentro de los límites ecológicos y cumplir con las necesidades nutricionales.

Esto representa un giro interesante frente a enfoques más rígidos, donde se suelen clasificar las dietas como “buenas” o “malas”. En lugar de imponer un modelo, este estudio ofrece una hoja de ruta adaptable, basada en ciencia y con margen para la elección individual. “No tiene que ser una elección entre todo o nada”, insiste Gebara.

Fuente: ChatGPT / E. F.

La alimentación como decisión política y personal

Cambiar lo que comemos no es solo un gesto individual. Según el estudio, se necesita una transformación global que requiere tanto acciones políticas como marcos sociales que faciliten decisiones sostenibles. En palabras de la autora: “El cambio global necesita acción política a alto nivel, mientras que el cambio individual será más fácil si tenemos mejor orientación y estructuras que apoyen elecciones sostenibles”.

Eso significa que no basta con decirle a la gente que coma menos carne. Hace falta que los supermercados, los menús escolares, los subsidios agrícolas y las campañas de salud pública estén alineados. También implica una reeducación culinaria y cultural. No se trata de renunciar al sabor o a la tradición, sino de repensar qué papel ocupa la carne en nuestra alimentación y cómo podemos reinventar esos platos que nos reúnen.

Un enfoque práctico y basado en evidencias

Este trabajo destaca por su voluntad de ofrecer datos concretos y aplicables. No habla en abstracto de la “huella ecológica” ni lanza advertencias vagas. Ofrece cifras, ejemplos y comparaciones que pueden trasladarse a decisiones cotidianas, como qué poner en la cesta del supermercado o cómo planificar el menú semanal.

También evita caer en el catastrofismo o la culpa. El enfoque es propositivo: sí se puede comer de forma sostenible sin renunciar completamente a los productos animales, pero hay que hacerlo con conciencia y medida.

Además, el estudio ayuda a combatir la desinformación que muchas veces rodea el debate sobre carne, clima y salud. Frente a los extremos que proponen o bien una renuncia total o bien la negación del problema, aquí se ofrece una vía basada en la evidencia y abierta a la diversidad cultural y alimentaria.

Referencias

  • Gebara, C. H., Berthet, E., Vandenabeele, M. I. D., Jolliet, O., & Laurent, A. (2025). Diets can be consistent with planetary limits and health targets at the individual level. Nature Foodhttps://doi.org/10.1038/s43016-025-01133-y.

Cortesía de Muy Interesante



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