No era un león: el emblemático guardián de la Plaza de San Marcos en Venecia sería una criatura milenaria china llevada en secreto por la familia de Marco Polo

Durante siglos, el imponente león alado que corona una de las columnas de la Piazzetta de San Marcos en Venecia ha sido el emblema incuestionable de la Serenísima República. Majestuoso, misterioso y desgastado por el tiempo, este animal de bronce ha observado el ir y venir de millones de personas sin revelar nunca el secreto de su origen. Ahora, una nueva investigación ha abierto un capítulo inesperado en su historia: todo indica que el célebre león no es europeo, ni romano, ni medieval. En realidad, podría ser una escultura funeraria china del siglo VIII.

Sí, el símbolo más reconocido de Venecia, esa figura que aparece en banderas, monedas y documentos oficiales desde hace más de 700 años, podría haber nacido en el corazón del Imperio Tang, a más de 8.000 kilómetros de la laguna.

Un enigma que empieza en el bronce

La historia comienza no en los archivos, sino en los laboratorios. Un grupo de investigadores italianos liderado por el arqueólogo Massimo Vidale, de la Universidad de Padua, ha llevado a cabo un estudio exhaustivo del bronce con el que fue fundido el león. Usando técnicas de análisis de isótopos de plomo, los científicos han podido rastrear la procedencia exacta del cobre utilizado en la aleación. El resultado fue desconcertante: el metal no tiene nada que ver con las minas del Mediterráneo o Anatolia, como se había creído durante décadas. Proviene del valle del Yangtsé, en el sureste de China.

Este tipo de análisis ha revolucionado la arqueología reciente, permitiendo seguir el rastro de objetos metálicos a sus yacimientos originales. En este caso, tres muestras tomadas durante una restauración del león en 1990 han revelado que el cobre fue extraído en lo que hoy es la provincia de Anhui, una región rica en metales donde floreció una de las civilizaciones más poderosas de la antigüedad asiática: la dinastía Tang.

Pero la sorpresa no acaba ahí.

La imponente escultura de bronce que representa al león alado en la plaza de San Marcos, en Venecia
La imponente escultura de bronce que representa al león alado en la plaza de San Marcos, en Venecia. Fuente: Scarfì, 1990

No es un león

Además del análisis del metal, los investigadores han estudiado con detalle el estilo escultórico de la pieza. Y aquí empieza a desmoronarse otra certeza: el león veneciano no tiene nada que ver con los leones románicos o góticos que adornaban los templos europeos. Su nariz bulbosa, las orejas puntiagudas en posición lateral, las mandíbulas prominentes y las huellas de cuernos serrados apuntan a una criatura completamente diferente.

Comparado con las esculturas funerarias conocidas como zhènmùshòu —guardianes de tumbas usados en el arte funerario chino de la dinastía Tang—, las similitudes son asombrosas. Estas criaturas híbridas, mitad león, mitad dragón, eran colocadas en los mausoleos de la nobleza para proteger el alma del difunto. Compartían muchos de los rasgos del león veneciano: alas, melena flameante, orejas de murciélago, incluso cuernos que con el tiempo fueron retirados.

Al parecer, lo que Venecia veneró como un símbolo de su poderío, fue originalmente una figura apotropaica oriental con un propósito completamente distinto.

Un viaje improbable: de Pekín a Venecia

¿Cómo llegó esta escultura hasta la laguna veneciana? Aquí entra en escena una de las familias más célebres del comercio medieval: los Polo.

Entre 1260 y 1268, Niccolò y Maffeo Polo —padre y tío del joven Marco— estuvieron en la corte del emperador mongol Kublai Khan, en la ciudad de Khanbalik, la actual Pekín. Durante su estancia, establecieron vínculos diplomáticos y comerciales con la élite del Imperio Yuan, que en ese momento había asumido el control del antiguo territorio Tang. No es descabellado pensar que los Polo pudieran adquirir, comprar o recibir como obsequio una escultura desechada de una tumba, y que decidieran enviarla de vuelta a Venecia a través de las rutas de la seda.

Lo que en China era un híbrido monstruoso pudo ser reinterpretado en Europa como un león alado. Y más aún: con algunos retoques —recorte de orejas, eliminación de cuernos, adición de alas y una melena estilizada—, se transformó en una figura que encajaba con el nuevo símbolo oficial de la República de Venecia: el león de San Marcos.

En el contexto político del siglo XIII, Venecia necesitaba urgentemente una nueva imagen de poder. Tras la pérdida de influencia en Constantinopla y el retroceso de su dominio en el Mediterráneo oriental, el león alado se convirtió en un emblema estatal cargado de mensaje ideológico. Representaba al evangelista San Marcos, protector de la ciudad, pero también la autoridad espiritual y militar de la República.

Adoptar una escultura ya existente, aunque fuera extranjera, tenía todo el sentido del mundo. A lo lejos, en lo alto de una columna de granito violeta (probablemente saqueada de Constantinopla en 1204), pocos iban a notar que aquel león tenía un hocico demasiado ancho o unas orejas sospechosamente asiáticas. Su sola presencia imponía respeto.

Escultura de la dinastía Tang
Una escultura funeraria china de la dinastía Tang, conocida como zhènmùshòu, ha sido comparada por investigadores con el famoso león de la plaza de San Marcos. Fuente: Lingtai County Museum

Para añadir más misterio, el león ha sufrido múltiples transformaciones a lo largo del tiempo. En 1293 ya se encontraba dañado, según los registros venecianos. Fue desmontado y enviado a París por las tropas napoleónicas en 1797 como símbolo del fin de la República, y regresó hecho pedazos en 1815. Fue reconstruido con fragmentos originales mezclados con bronce nuevo y latón, y se le añadieron alas nuevas.

La restauración moderna ha permitido observar cicatrices y uniones de diferentes fases de fundición, confirmando que la pieza fue adaptada y rehecha en varias ocasiones. Lo que vemos hoy es, en realidad, una criatura compuesta, un Frankenstein simbólico de la historia global.

Una historia que reescribe la identidad de Europa

Más allá del enigma artístico o metalúrgico, este hallazgo desafía la idea de una Europa medieval cerrada sobre sí misma. El león de San Marcos podría ser el ejemplo más visible de una conexión temprana entre Oriente y Occidente, no solo comercial, sino también cultural.

Mientras la historia oficial hablaba de un emblema veneciano creado en casa o importado desde Siria o Anatolia, los datos nos llevan al otro extremo del continente euroasiático. En lugar de una obra romana o bizantina, nos enfrentamos a un objeto nacido en la tradición funeraria china, transformado en símbolo cristiano, y coronado como ícono político en el corazón de Europa.

No es solo un caso curioso de reciclaje artístico medieval. Es un recordatorio de cómo las rutas comerciales —y las decisiones pragmáticas de los comerciantes— moldearon la imagen del poder. Que el corazón simbólico de la Serenísima haya latido durante siglos dentro de una escultura asiática lo dice todo sobre la complejidad del mundo medieval.

Cortesía de Muy Interesante



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