La imagen que tenemos de los pingüinos modernos poco tiene que ver con sus antepasados: aves marinas robustas, de andar torpe y picos cortos, adaptados a atrapar peces pequeños y krill. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Zoological Journal of the Linnean Society acaba de revelar un retrato completamente distinto de los primeros pingüinos. Estos animales, que habitaron Nueva Zelanda hace entre 62 y 57 millones de años, contaban con picos largos y afilados como dagas, un arma formidable con la que perforaban a sus presas en un océano sin depredadores terrestres.
El hallazgo no solo aporta información inédita sobre la dieta y la morfología de estos ancestros, sino que también abre una ventana a un momento fascinante de la historia evolutiva: el que siguió inmediatamente a la extinción de los dinosaurios, cuando la vida buscaba desesperadamente ocupar los nichos ecológicos que habían quedado vacíos tras la catástrofe del final del Cretácico.
Nueva Zelanda, cuna de los primeros pingüinos
Los fósiles, descubiertos en la formación Waipara Greensand, al norte de Christchurch, corresponden a cuatro nuevas especies de pingüinos primitivos. Este enclave geológico es uno de los grandes tesoros paleontológicos del hemisferio sur, ya que conserva restos de aves marinas de los primeros millones de años tras el impacto del asteroide de Chicxulub.
Según los investigadores, la ausencia de mamíferos carnívoros en las islas neozelandesas fue clave para el éxito de estos animales. Al no necesitar escapar de depredadores terrestres, sus alas dejaron de ser útiles para volar y comenzaron a transformarse en aletas, especializándose en un entorno marino en el que podían moverse con gran agilidad.
Gerald Mayr, del Instituto de Investigación Senckenberg en Alemania, señala que los nuevos fósiles ofrecen “un vistazo impresionante a la evolución más temprana de los pingüinos”. La variedad de tamaños y formas descubierta es sorprendente: desde especies pequeñas, de apenas medio metro de altura, hasta pingüinos que alcanzaban dimensiones comparables a las de un ser humano adulto.

Un arma natural: los picos en forma de lanza
El aspecto más llamativo de los restos es, sin duda, la morfología de sus picos. Lejos de los cortos y curvos que hoy conocemos, los primeros pingüinos desarrollaron picos extremadamente alargados y rectos, con forma de lanza. Estos servían para atravesar peces y otras presas con movimientos rápidos y certeros, un comportamiento muy distinto al de sus descendientes modernos.
Los investigadores sugieren que, tras ensartar a la presa bajo el agua, los pingüinos emergían a la superficie para lanzarla al aire y engullirla, un comportamiento que recuerda más a ciertas aves marinas actuales, como los somormujos, que a los pingüinos de hoy.
Tatsuro Ando, del Museo de Paleontología de Ashoro en Japón, subraya la rareza de este hallazgo: “Los fósiles que conservan picos, que pueden indicar la dieta de un ave, son extremadamente escasos en pingüinos anteriores a los 23 millones de años”. El descubrimiento de un cráneo completo, con su pico intacto, supone por tanto una oportunidad única para reconstruir la alimentación y el modo de vida de estos animales.
Adaptaciones sorprendentes: desde piedras en el estómago hasta cambios en las alas
El estudio también ha revelado otro dato inesperado: algunos de los ejemplares conservaban piedras en el estómago. Se trata de los llamados gastrolitos, pequeñas rocas ingeridas por las aves que ayudan tanto en la digestión como en el control de la flotabilidad. Que los pingüinos ya las usaran hace casi 60 millones de años indica que esta estrategia tiene un origen mucho más antiguo de lo que se pensaba.
Además, los huesos de las alas muestran un proceso de transformación rápida hacia la locomoción subacuática. Mientras los picos mantenían su forma alargada durante más de 20 millones de años, las extremidades superiores evolucionaban velozmente, consolidando el estilo de “vuelo bajo el agua” que caracteriza a los pingüinos actuales.
Los especialistas creen que estos cambios reflejan un proceso de adaptación a un océano lleno de oportunidades. Tras la desaparición de los grandes reptiles marinos, como los mosasaurios e ictiosaurios, los mares del Paleoceno quedaron sin grandes depredadores, lo que permitió a los pingüinos ocupar un lugar privilegiado en la cadena trófica.

Los nuevos hallazgos confirman lo que los paleontólogos llevan años sospechando: Nueva Zelanda fue el epicentro de la evolución de los pingüinos. Desde allí, estas aves marinas se dispersaron hacia otros continentes del hemisferio sur, colonizando la Antártida, Sudamérica y Sudáfrica.
Vanesa De Pietri, de la Universidad de Canterbury, y Paul Scofield, del Museo de Canterbury, subrayan que “estos pingüinos primitivos surgieron tras la extinción de los grandes reptiles marinos, lo que sugiere que prosperaron aprovechando nichos ecológicos recién abiertos”.
El descubrimiento de diez especies diferentes en un mismo yacimiento —incluyendo gigantes que pesaban hasta 150 kilos— ilustra la rapidez con la que los pingüinos se diversificaron en esta etapa temprana de su historia.
Reescribiendo la historia evolutiva de los pingüinos
El estudio, publicado en la revista Zoological Journal of the Linnean Society, no solo aporta cuatro nuevas especies al registro fósil, sino que también obliga a replantearse la narrativa sobre cómo y cuándo los pingüinos adquirieron sus características actuales.
Durante más de 20 millones de años mantuvieron sus picos en forma de lanza, un rasgo que solo desapareció cuando adoptaron un estilo de vida mucho más ligado a las inmersiones profundas. La transición hacia los picos cortos y robustos, útiles para capturar cardúmenes pequeños o presas blandas como el krill, marca una segunda gran transformación en su evolución.
Los paleontólogos confían en que la formación Waipara Greensand aún guarda más secretos. “Es casi seguro que seguiremos encontrando nuevos fósiles que enriquecerán nuestra comprensión de cómo surgieron estas aves marinas tan icónicas”, explican De Pietri y Scofield. Cada hallazgo no solo ilumina el pasado remoto de Nueva Zelanda, sino también el origen de una de las familias de aves más carismáticas del planeta.
Cortesía de Muy Interesante
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