Si algo está claro en la historia de la humanidad, es que los antiguos eran mucho más aventureros de lo que habíamos imaginado. Ahora, una investigación reciente publicada en Nature acaba de sacudir lo que sabíamos sobre la Edad de Piedra en el Mediterráneo. Un equipo de científicos han confirmado que grupos de cazadores-recolectores europeos fueron capaces de cruzar el Mediterráneo y alcanzar el norte de África hace más de 8.000 años, mucho antes de lo que se había documentado hasta ahora.
Hasta hoy, la mayoría de los arqueólogos y genetistas creían que el mar Mediterráneo había actuado como una barrera infranqueable durante la prehistoria. Pero los restos óseos hallados recientemente en Túnez cuentan una historia diferente, revolucionando nuestra comprensión sobre las capacidades de navegación en la Edad de Piedra y cómo se relacionaron las culturas del Mediterráneo.
El hallazgo proviene de un ambicioso estudio genético dirigido por científicos de Harvard, en colaboración con expertos europeos y norteafricanos. El análisis de ADN antiguo obtenido de restos humanos descubiertos en yacimientos arqueológicos de Túnez y Argelia ha revelado una sorpresa inesperada: parte del legado genético de estas poblaciones provenía directamente de cazadores-recolectores europeos. Esto indica claramente que existieron contactos marítimos mucho antes de que la agricultura transformara Europa y el norte de África.
ADN antiguo que cuenta nuevas historias
Los investigadores estudiaron en concreto nueve individuos que vivieron hace entre 6.000 y 10.000 años. Uno de ellos, procedente del yacimiento tunecino de Djebba, aportó el dato más llamativo: alrededor del 6% de su ADN coincidía claramente con el de cazadores-recolectores europeos. La antigüedad estimada para esta mezcla genética es de unos 8.500 años, lo que abre una nueva ventana a una etapa muy desconocida y fascinante.
Este dato confirma lo que muchos arqueólogos llevaban años sospechando por indicios materiales aislados. En diferentes excavaciones realizadas en la costa africana se han encontrado herramientas hechas con obsidiana, un tipo de cristal volcánico utilizado por grupos prehistóricos. Lo peculiar es que este material solo podía obtenerse en islas volcánicas como Pantelleria, situada a medio camino entre Sicilia y Túnez, lo que ya sugería intercambios entre ambas orillas.
El descubrimiento genético, por tanto, no solo confirma estos contactos comerciales, sino que además prueba que se establecieron relaciones mucho más profundas: auténticos viajes transmediterráneos donde hubo intercambio cultural y humano.

¿Cómo lograron cruzar el mar estos primeros navegantes?
Las embarcaciones utilizadas probablemente eran sencillos pero resistentes canoas hechas con troncos ahuecados por fuego. Aunque no se han encontrado restos directos de estas embarcaciones en la región, en Italia central sí han aparecido canoas similares, con más de 7.000 años de antigüedad, lo que demuestra que navegar el Mediterráneo era perfectamente factible.
Sin embargo, este viaje a través del Mediterráneo no implicó un cambio radical inmediato en el estilo de vida de las poblaciones del este del Magreb, quienes parecieron resistirse durante siglos a adoptar plenamente las prácticas agrícolas que por entonces ya arrasaban Europa. Mientras que en regiones cercanas, como Marruecos o Egipto, la llegada de agricultores de Oriente Próximo e Iberia desplazó casi completamente a las poblaciones locales, en el este del Maghreb ocurrió lo contrario: la población indígena mantuvo su estilo de vida, basado principalmente en la caza y la recolección, por miles de años más.
De hecho, según apuntan los arqueólogos, la agricultura no se afianzó realmente en esta zona hasta mucho más tarde, hacia el primer milenio antes de Cristo. Durante todo ese tiempo, estos pueblos mostraron una notable resistencia a adoptar por completo una vida sedentaria. ¿Por qué ocurrió esto?
Una posible razón está relacionada con la ausencia de grandes ríos que aseguraran un suministro estable de agua para la agricultura intensiva, como sí ocurría en el valle del Nilo o en otras regiones mediterráneas. Además, la economía de estos pueblos era extremadamente flexible: practicaban la caza, la pesca, la recolección de plantas silvestres e incluso la domesticación puntual de ganado. Esta diversidad de recursos les permitía adaptarse fácilmente a cambios ambientales o climáticos, sin depender exclusivamente de la agricultura.
También pudo influir una identidad cultural fuerte, arraigada en tradiciones milenarias, que prefirió mantener un estilo de vida nómada. La llegada de los agricultores no supuso, como en otras zonas, la desaparición de las poblaciones locales, sino una convivencia y un intercambio que se refleja en la genética.

El Mediterráneo, puente en lugar de barrera
Este estudio rompe definitivamente la vieja idea del Mediterráneo como una barrera infranqueable. En realidad, hace miles de años, era una verdadera “autopista” marítima por donde circularon ideas, genes y objetos culturales, cambiando para siempre la imagen estática que teníamos del pasado prehistórico.
Por otro lado, este descubrimiento tiene importantes implicaciones históricas, ya que demuestra que la población del norte de África tuvo conexiones con Europa mucho antes del establecimiento formal de rutas comerciales documentadas en épocas posteriores, como la fenicia o romana.
En definitiva, el Mediterráneo fue siempre una región de intercambios continuos, ya fueran culturales, genéticos o tecnológicos. Y este estudio de ADN ha servido para confirmar que hace miles de años nuestros ancestros eran capaces de cruzar el mar abierto con técnicas sencillas pero eficaces. Una vez más, la historia se reescribe gracias a la ciencia y su capacidad para revelar capítulos sorprendentes y desconocidos.
Con esta investigación queda claro que la historia de Europa y África estuvo estrechamente vinculada desde mucho antes de lo que pensábamos. Ahora solo queda seguir buscando y ver qué nuevas sorpresas podrían estar aún ocultas bajo las aguas del Mediterráneo.
Referencias
- Lipson, M., Ringbauer, H., Lucarini, G. et al. High continuity of forager ancestry in the Neolithic period of the eastern Maghreb. Nature (2025). DOI:10.1038/s41586-025-08699-4
Cortesía de Muy Interesante
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