
Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum le respondió a Donald Trump, sobre la posibilidad de fragmentar la relación comercial norteamericana, que el T-MEC es ley en los tres países, es verdad, pero es imposible no recordar a este otro tan dañino populista que un día dijo: “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”.
Porque, así como López Obrador hizo lo que quiso con el Estado de derecho en México, así Trump ha demostrado que hace lo que quiere con el derecho internacional, incluido el comercio.
La imposición unilateral de aranceles a México y a Canadá bajo la amenaza de aumentarlos o extenderlos, si hay una respuesta en espejo es una forma muy clara en la que Donald Trump viola el acuerdo comercial trilateral.
Washington tiene quejas sobre supuestas violaciones mexicanas al propio T-MEC, en materia laboral, energética y de biotecnología, pero esos reclamos tienen cabida en los mecanismos de solución de controversias del propio acuerdo.
Trump, como buen populista, invoca razones de seguridad nacional para la aplicación de aranceles, por ejemplo, al acero y al aluminio.
Lo que realmente hace el Presidente de Estados Unidos es ejercer un poder fáctico sin controles internos y que se respalda en la asimetría de la economía de su país frente a prácticamente cualquier mercado.
Y en ese “prácticamente” cabe una de las estrategias que México puede utilizar a su favor, a través del vínculo que tienen los dos países con China.
En lugar de echarle en cara que el TMEC es la ley y se respeta, el gobierno mexicano no debería desprenderse de su guion inspirado en Kaliman y responder con esa serenidad y paciencia con la que la presidenta Sheinbaum llamó a negociar los nuevos aranceles a los camiones pesados.
Van a ser 20 días intensos en los que, con esas negociaciones, quizá con llamada presidencial incluida, se pueda tener un panorama más certero, no solo para la industria automotriz sino del futuro del acuerdo mismo.
Nuestro país ha dado todas las muestras de querer que sea con América del Norte la relación comercial principal y como muestra de ello el gobierno mexicano accedió a sacrificarse y dar un costoso portazo arancelario a las importaciones chinas.
Lo que por ahora está a nivel de anuncio ya tiene costos diplomáticos y puede tener implicaciones políticas y económicas, pero es la mejor carta de negociación de México con Estados Unidos.
La exigencia cumplida de Trump le da la oportunidad obligatoria de reforzar el bloque norteamericano ante la realidad de que es China un país que sí le puede hablar de tú a tú.
Buscar una homologación arancelaria norteamericana frente a China es útil para Estados Unidos, pero implica que el republicano debe dar su lugar, con respeto, a sus dos principales socios comerciales.
Así que, en lugar de exponerse a que Donald Trump le pueda contestar a México con la máxima lopezobradorista de que “no me vengan con que la ley es la ley”, mejor hay que restregarle otra de esas frases populistas contemporáneas, como aquella de que amor con amor se paga.
México ha dado todas las muestras de querer que sea con América del Norte la principal relación comercial; el gobierno dio un portazo arancelario a las importaciones chinas.
Cortesía de El Economista
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