No puedo creer que yo quiera esto


El título de esta columna no intenta ser un “clickbait”, es decir, un gancho para atraer a más lectores. Es, de hecho, una confesión, un cambio en mis preferencias personales que ni yo me lo creo. De repente me puse a pensar en que, si me tocara hoy cambiar de auto, pensando en tener solo uno en la familia, mi elección sería muy distinta de lo que fue en el pasado. Hoy, yo compraría una SUV, mejor dicho, un crossover. Una vez que digerí eso, me puse a pensar en el porqué.

Lo primero que me vino a la mente fue: me gustaría un hatchback o un sedán, en ese orden. Dentro de los primeros, me gusta mucho el Cupra León, pero se me hace más caro de lo que racionalmente me parece justo pagar. El GTI me gusta también muchísimo, pero es aún más caro. Si ya estuviera por aquí el futuro Golf producido en México, tal vez encontraría en él la ecuación ideal, porque el Seat León, bueno, me encanta pero no estoy muy seguro con relación a la supervivencia de la marca. Mazda 3, en especial el turbo, me encanta el manejo, los acabados y el diseño. El precio también me parece bastante razonable. Pero, pese a que rara vez subo a alguien en la parte trasera, su espacio me parece demasiado reducido y esto me hace sentir que estoy comprando algo menos, digamos, completo. El Kia K4 HB me suena a muy razonable, pero no me encanta el manejo, en especial la dirección.

Luego pensé en un sedán. El GLI es el que más me gusta en manejo, tamaño y desempeño. No tanto en precio ni en equipo. Sigo pensando que debería tener salidas de aire atrás, al igual que fuentes de carga. Sí, dinero, salud, amor y puertos USB nunca sobran. Con el Mazda 3 y el K4 me pasa lo mismo que con los HB. Además, hay otro detalle: me gustaría que mi siguiente vehículo fuera un híbrido y en ese segmento solo queda el Elantra, que aún no he probado. Pero hay un detalle importante en todos estos, que me aleja: la altura.

No es lo mismo

No, no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después, ya lo sabía Alexandre Dumas. Debido a mi reciente experiencia con un hermoso y entrañable Mercedes-Benz SLK 2006, me di cuenta de que agacharme para entrar a él y “escalar” para salir de él me exigía un esfuerzo cada vez mayor. Para manejarlo, usaba una almohada de soporte lumbar, sin la cual mi espalda baja reclamaba. Claro, me fui al extremo, pero ni un sedán, incluso de un segmento arriba como mi favorito de siempre, el Honda Accord, ni un hatchback me darían la facilidad de entrar y salir como un crossover. Y como no me estoy haciendo más joven, lo sensato es buscar un crossover.

¿Será que este es uno de los motivos por los que la gente prefiere cada vez más estos vehículos más altos? Me pregunté. Aún pienso que el motivo principal es la moda. Como todo mundo tiene uno, también lo queremos. En especial las mujeres. Y Audi, por ejemplo, ya nos dijo que las principales clientas de la Q5, hecha en Puebla, son mujeres.

Muchos buscan pretextos para justificar su elección, como la mayor resistencia para pasar en los baches o los charcos, cosa que no es cierta en la gran mayoría de los casos, a menos que tengas una 4Runner, una Tank o un Wrangler, por citar algunos. También dicen que tiene más espacio, algo que tampoco es cierto. Además de la moda, el éxito de las SUV se debe a la sensación de estar arriba de los demás, o al menos no por abajo. La mayor altura nos hace sentirnos superiores. Pero la edad también es importante.

En el año 2000, 7% de la población mundial tenía más de 65 años. Hoy ya son 10%. En Europa la edad promedio es de 43 años y 20% tiene más de 65. En México se estima que la edad promedio anda alrededor de 33 años y será de 40 años en 2050. Pero ojo, los compradores de autos nuevos son mayores. En EU, tienen más de 50 años. De ahí que sea normal que ellos hayan sido los inventores y sean los mayores propulsores de las SUV.

Bueno, al menos ya puedo usar ese pretexto: cambié por influencia estadounidense. Guiño, guiño.

Cortesía de El Informador



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