“No sé si me explico”… el fin de la promesa de austeridad


Hasta su prematura muerte a los 63 años un día como hoy, el periodista Jaime Avilés acompañó en varias giras por remotos lugares al entonces opositor Andrés Manuel López Obrador. De los noventa es el siguiente pasaje: 

FERIA DE SAN FRANCISCO

Ese pueblo, contaba Avilés en su biografía de AMLO*, los hombres se veían “amarillos por la tuberculosis. Con sus gorritas de lona, manco uno, tuerto el otro, con cataratas muchos y todos sin excepción en harapos, oyen con respeto el discurso de Andrés Manuel -el mismo de los mítines anteriores- y, al final, uno de ellos interviene:

-“Mire, licenciado, eso que usted dice está muy bien, pero si nos quiere ayudar, mejor tráiganos armas, para que nos defendamos como los de Chiapas”.

“Otros lo secundan, con argumentos irrefutables: la miseria que sufren, el abandono en que los tiene el gobierno, su falta de fe en la lucha electoral”.

“Con todo respeto, compañeros -los rebate, sin embargo, Andrés Manuel-, con violencia no se van a arreglar las cosas. Lo que se necesita es organización para tomar el poder y aplicar otra política desde el gobierno”.

“Los hombres amarillos se retiran cabizbajos, sin ocultar su pesimismo.

“De aquí, pienso cuando nos vamos, no va a sacar ni un voto. El Sol de la mañana brilla en todo lo alto. Cinco mítines después, llegamos a un caserío sombreado por grandes árboles. (…) Andrés Manuel aprovecha para decirnos, en confianza, a la reportera y a mí:

-“En este pueblo hay tienda, no sé si me explico-. Ante nuestro silencio, se explaya- “o sea, yo no traigo comida para ustedes, pero aquí se pueden comprar una torta, algo para aguantar lo que falta, porque falta mucho”.

“Y sonríe, con una chispa de franqueza que desarma, antes de salir de la camioneta para ir a repetir, una vez más, el mismo discurso”.

Ese libro, del que ya en diciembre reseñé un pasaje sobre Andy López Beltrán, es una ventana diáfana a una mística que se deterioró rápidamente mientras AMLO era presidente, pero que en estas semanas ha entrado en vertiginosa crisis.

El éxodo por la democracia, el departamento de Copilco, la resistencia al asqueante abuso presupuestario de Roberto Madrazo en la campaña por la gubernatura tabasqueña donde López Obrador fue derrotado, el plantón del Zócalo en protesta por ese fraude y el Tsuru blanco son historias que se percuden entre el hedor que despiden los viajes de sus compañeros de movimiento, la manía de sus hijos por el boato, las graves sospechas que rodean a algunos de sus colaboradores como Adán Augusto, y, últimamente, la pena ajena ante el desfile del primer new rich de la nación, el diputado Sergio Gutiérrez Luna. 

Qué pésimo séptimo año vive López Obrador. 

Su sucesora lo cuida al límite de sus fuerzas, pero éstas no alcanzan para tapar el escándalo de cada día de la extraviada grey que cuando reparte cobijas a los menesterosos lo hace con abrigo de cientos y cientos de dólares.

Es de no dar crédito el carnaval de los morenistas. Cómo estarán las cosas que, salvo alguno por ahí del Verde, los tucanes no han figurado en la pasarela de desfiguros de cuyas tiznaderas, encima, los morenistas no se avergüenzan. 

AMLO prometió a hombres amarillos por las enfermedades “aplicar otra política desde el gobierno”. Vistos los líderes a quienes premió, incluidos sus hijos mayores, qué mal y cuán pronto envejeció esa promesa por corrupción y cinismo. No sé si me explico.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Informador



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