Noroña, que de dónde amigo vengo…


El 17 de enero de 1996 activistas por los derechos de deudores se presentaron afuera del Club de Banqueros de México en el Centro Histórico de la capital. Tras el error de diciembre de 1994, el patrimonio de cientos de miles de familias mexicanas desapareció en cosa de meses sin que las deudas dejaran de amenazar a los ahorradores.

FERIA DE SAN FRANCISCO

Dentro del club de banqueros comían los dueños de las instituciones financieras. Una de las mujeres que protestaban llevaba una máscara con la imagen de José Madariaga, presidente de la Asociación de Banqueros de México (ABM, así se llamaba entonces). A eso de las 4:30 pm intentaron ingresar al edificio. La policía se los impidió y mediante empujones con los escudos, a uno de ellos lo subieron a una patrulla. Su nombre: Gerardo Fernández Noroña. 

La carrera política del hoy senador no comenzó en la más dura crisis en dos generaciones. En 1993 ya dirigía el comité del Edomex del Partido de la Revolución Democrática, donde destacó por sus protestas en comicios mexiquenses de ese año.

El crack de la economía al inicio del Gobierno de Ernesto Zedillo tuvo el problema añadido de un régimen refractario a entender y atender el enorme costo social que la impericia del nuevo equipo, y los cadáveres en el clóset de su predecesor, causaron. 

Ahí fue cuando Noroña se convirtió en un personaje nacional. En alguien que, como esa tarde de enero de 1996, con muy poco -seis personas y unas máscaras- logró captar la atención mediática, y justo sería decir que la simpatía de sectores golpeados por la crisis. 

Luego vinieron otras protestas, como la de Cancún, donde se coló en una convención bancaria -marzo de 1997-, y donde de nueva cuenta la policía cargaría en contra suya, acabando en la cárcel. De esos lodos, ahora quedan otros polvos, unos muy paradójicos. 

Fernández Noroña, el luchador de la Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca, hoy atrapado en una polémica porque nomás no puede explicar a la opinión pública cómo se hizo de una casa de doce millones de pesos en Tepoztlán: ¿es suya, la está pagando, quién le prestó, cuánto?

Fernández Noroña, el vociferante opositor que demandaba a los del poder en turno que atendieran a quienes criticaban las decisiones de los priistas, y luego de los panistas, a los que llamó más salinistas que Salinas, hoy hipersensible a todo cuestionamiento periodístico.

Fernández Noroña, atrapado en su polémica por la mansión tepozteca, ni se retracta ni demuestra que la periodista Azucena Uresti vive donde él dijo que residía; ése sí es el mismo político que en 2007 declaró que la perredista Ruth Zavaleta, que presidía la Cámara de Diputados al iniciar el sexenio de Felipe Calderón, “había entregado el cuerpo por un huesito”. 

Fernández Noroña, de estar contra el IPAB/Fobaproa a sumarse a una dilecta lista de políticos que se han hecho famosos por sus propiedades, como la Colina del Perro, de José López Portillo; El Partenón, de Arturo Durazo; La Casa Blanca, de Peña Nieto; la mansión de Alito en Campeche y ahora la suya en Tepoztlán. 

Toda una carrera del lado de los que protestaban para esto.

Resta solo tararear la canción de Oscar Chávez escrita en 1975. Sí, esa de:

¿Qué de dónde amigo vengo?/ De una casita que tengo/ Por allá en El Pedregal/ De una casita chiquita/ Con jardines, alberquita/ Y calefacción central… 

¿La nueva clase gobernante, que antes la entonó como parte de las protestas, ya la asume como himno? Bueno, de menos ya se la saben.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Informador



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