Nubes negras en el cielo trumpista

Donald Trump fue derrotado en las 15 elecciones que se realizaron el último martes. La que tuvo mayor repercusión fue la de Zohran Mamdani, pero el conjunto de ellas habla del vertiginoso deterioro de su imagen y de una potencial fragilidad política doméstica que puede intentar compensar con aventuras militares en el Caribe o en Nigeria. Además de Nueva York, el rubicundo magnate fue vencido en dos votaciones gubernamentales (Virginia y Nueva Jersey), en 13 elecciones para definir jueces de Cortes Supremas estaduales (en Nueva Jersey, Virginia, Georgia y Pensilvania) y en California, donde se aceptó por un amplio margen la Proposición 50, planteada para permitirle a los demócratas el incremento de sus representantes en el Capitolio. Dicha medida, propuesta por el gobernador Gavin Newsom, es una respuesta a los manejos republicanos descriptos por David Daley, en su libro Antidemocrático: cómo la extrema derecha manipula los distritos electorales

El mandatario es señalado como el máximo responsable de “cerrar el gobierno”, al no aceptar negociación alguna, del presupuesto, con la oposición. Esa obstinación paralizó las actividades de la administración federal, limitó las coberturas sanitarias, a quienes no cuentan con seguros privados de salud y suspendió el acceso, a 42 millones de estadounidenses, al Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria, con el que se alimentan los desposeídos del imperio. La imagen de los republicanos se debilitó, semanas previas a las elecciones, con la difusión de una investigación periodística, realizada por el portal Politico, en la que se filtraron 2900 páginas de intercambios en la red Telegram, protagonizados por un selecto grupo de referentes juveniles trumpistas. En los chats se referían a las personas afrodescendientes como monos; a la “gente sandía” (solidarios con la población palestina asesinada) como criminales; y a los demócratas como “sujetos a ser gaseados”. Además, compartían su amor por Hitler y proponían la violación de las mujeres de izquierda.

Después de haber asumido en enero del presente año, el mandamás nacido en Nueva York ha logrado un récord: ser el presidente que más ha desdibujado su imagen en un lapso de los primeros nueve meses de un gobierno. Según las estimaciones de diferentes consultoras, su índice de aprobación alcanzó un exiguo 37 por ciento, mientras que seis de cada diez votantes desaprueban su manejo del cierre gubernamental. La narrativa utilizada por Trump para impedir el triunfo de Mamdani se vincula con el conflicto del Cercano Oriente: las movilizaciones contra el genocidio en Gaza influyeron de forma decisiva en el respaldo conseguido por el joven activista nacido en Uganda.

En ese marco, las operaciones mediáticas trumpistas apelaron a su identidad islámica y a una supuesta orientación antisemita. La Casa Blanca especuló con el potencial antagonismo de la numerosa población judía neoyorquina. Dicha conjetura fue acompañada por la demonización repetida por varios ministros del gobierno de Benjamin Netanyahu, inquietos por los repudios contra el genocidio sucedidos en los dos últimos años. La ofensiva republicana fue en vano: un tercio de los judíos de Nueva York –según un informe poselectoral de CNN– acompañó a Mamdani. El colectivo “La Voz judía por la Paz” se expidió antes de las elecciones repudiando “la utilización del antisemitismo como arma para reprimir y asesinar al pueblo palestino”. Por su parte, el colectivo de activistas “Judíos por Zohran” advirtió que la islamofobia formulada contra el alcalde electo formaba parte de una política racista que pretendía sembrar el terror en todas las ciudades, para enfrentar a los trabajadores entre sí. Uno de los ministros del gabinete israelí, Amijai Eliyahu, afirmó que los judíos neoyorquinos votantes de Mamdani expresaban una verdadera manifestación de “autoodio”. En noviembre de 2015, el actual presidente estadounidense afirmó que los musulmanes de Nueva Jersey celebran el atentado del 11 de septiembre de 2001. Meses después, logró prohibir el ingreso de visitantes de fe islámica.

Zohran reconvirtió el etiquetamiento en un emblema de orgullo e identidad. En el discurso en el que celebró su victoria, afirmó: “Soy musulmán. Inmigrante. Soy socialista democrático. Y me niego a pedir disculpas por ello”. En un párrafo reservado para Trump, lo interpeló en forma directa: “Sé que me está viendo. Solo tengo tres palabras para usted: ¡suba el volumen! (…) Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes, construida por inmigrantes e impulsada por inmigrantes. Y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante”. Su posicionamiento, sin embargo, no se sustentó únicamente en la retórica y en la reivindicación identitaria. Incluyó, en forma explícita, un programa de mejoras sociales materiales basado en tres pilares concretos: congelamiento de las rentas hasta 2030, jardines maternales asequibles para niños menores de cinco años, y transporte gratuito para los neoyorquinos.

El proyecto político combinó cuatro dimensiones: las proposiciones materiales, el antagonismo a la crueldad trumpista, la reivindicación de la autenticidad identitaria, y el armado del activismo militante. Recién, sobre esa base, se configuró un plan de comunicación. Exactamente al revés de la medianía pasteurizada que propone el marketing latinoamericano. Mas de 100 mil voluntarios viralizaron los intercambios, paseos, discursos y diálogos del exrapero, conocido 15 años atarás con el apelativo de Cardamomo (jengibre), mientras realizaban visitas domiciliarias difundiendo las propuestas concretas. El convincente antagonismo exhibido por Zohran fue también un elemento clave de su fortaleza y empoderamiento. Al señalar al enemigo se posicionó como un emblema de la resistencia contra una de las formas del fascismo del siglo XXI, que en vez de enunciar “Alemania por sobre todo”, busca imponer la consigna de “Hacer grande a América, nuevamente”. En ambos discursos se reivindica un paraíso perdido, denominado como el Reich, o como MAGA. Aparece como obvio que Zohran, en tanto integrante del partido demócrata, no comprenderá nunca los procesos políticos latinoamericanos. Sin embargo, el solo hecho de oponerse a Trump, en su propia casa, puede ser útil para limitar su brutalidad.

El padre de Zohran es un cientista político con formación marxista, especializado en estudios poscoloniales. La madre de Zohran es la directora de cine Mira Nair que ganó un León de Oro en el festival de Venecia y que dirigió –entre otras 20 películas– la conocida “Mississipi-Masala”. En ese filme, se describen los vínculos interculturales de los inmigrantes asiáticos y africanos que sufren la discriminación. Será su hijo, Zohran, el encargado de interpelar, desde la función pública, el racismo que permanece en la configuración conceptual de los Estados Unidos. Y, sobre todo, al neofascismo que intenta recuperarlo y legitimarlo.

Cortesía de Página 12



Dejanos un comentario: