Obstáculos mexiquenses

Inexorable, el calendario político avanza en el Estado de México. El Pleno de la Cámara de Diputados inició su segundo año de actividades ordinarias y se apresta a recibir el tercer informe de Delfina Gómez Álvarez.

La primera mujer en gobernar la entidad más poblada del país ya quedó exenta de una revocación de mandato. Con bajos niveles de aprobación —registra 25 puntos menos que la presidenta Claudia Sheinbaum—, su peculiar estilo de hacer política permanece intacto, en el ecuador de su sexenio.

Entre el letargo y la timidez, Gómez Álvarez se ha alejado de los mexiquenses. Su ausencia en las dos tragedias viales de la semana pasada (en Atlacomulco y el Puente de la Concordia) le generó severas críticas, pero también su inacción ante los pleitos entre los secretarios de su gabinete han despertado reclamos cuyos decibeles —y consecuencias políticas—son incrementales.

Justo dentro de una semana, el secretario de Gobierno, Horacio Duarte Olivares, acudirá al recinto legislativo para cumplir con el mandato constitucional. Y la mandataria morenista ofrecerá un mensaje político, en el Teatro Morelos. A partir de entonces comenzará a correr la cuenta regresiva para instrumentar la decisión más difícil del trienio delfinista: el ajuste a la tarifas del transporte público.

Tres pesos. Parece poco, pero en una entidad donde millones de mexiquenses destinan hasta una tercera parte de su ingreso al transporte, puede significar la diferencia entre comer y llegar al trabajo. En un estado donde la desigualdad es brutal y el salario mínimo se esfuma en traslados eternos, una medida como esta no solo es torpe: es insensible. Es, sin más, una amenaza directa al corazón popular del proyecto de la 4T.

Y lo más grave: este desatino no sería producto del análisis técnico ni de la necesidad financiera. No. Sería consecuencia de una tormenta política interna que amenaza con desgarrar al gobierno desde dentro.

El acuerdo del incremento por tres pesos lleva el sello de José Cosmares, convertido en el principal operador del gobierno delfinista, quien cedió lo que Duarte Olivares y el secretario de movilidad no consintieron: lesionar la economía de millones de mexiquenses.

Si el incremento no ocurre en las próximas dos semanas, el líder transportista Odilón López, un grupo abiertamente priista con fuertes intereses económicos en el sector, y Luis Bernal, dirigente del movimiento Mexiquenses de Corazón —identificado con el senador Higinio Martínez— cumplirán con sus amenazas.

En política, como en la vida, no hay errores pequeños. Y este puede ser el Waterloo de Delfina. Una decisión que fracture el vínculo con su base social, que borre de un plumazo la narrativa de justicia que tanto le costó construir. Un paso que, en lugar de fortalecer su liderazgo, lo diluya entre intereses ajenos.

Efectos secundarios

¿IMPOSICIÓN? El Instituto Fonacot acaba de contratar a nuevos proveedores de dos de sus servicios principales: la atención a clientes y la cobranza especializada de los deudores de los créditos. En el primer rubro, Maysoft Global fue la ganadora de la licitación y durante un semestre deberá ofrecer el servicio de call center, no obstante que su experiencia previa como proveedor para el gobierno se constriñe al soporte y mantenimiento de hardware y software.

POSICIÓN. En la época postpandemia ha ocurrido un reacomodo en el sistema bancario mexicano. Banco Mifel ha registrado un crecimiento del 19% en activos y captación, para alcanzar el puesto 12 entre las instituciones bancarias del país, tras de implementar una estrategia: ganar participación de mercado en el segmento dominado por los “siete grandes”, demostrando que el tamaño no siempre es sinónimo de agilidad. Su índice de capitalización del 16.61% y un ROE del 23.15% por ciento. El canal digital ha sido un motor clave en esta trayectoria. Con más de 400,000 clientes y una captación digital que se duplica cada dos meses, Mifel ha sabido capitalizar la transición hacia la banca en línea. De cara al futuro, la posibilidad de una OPI, como ha sugerido su presidente, Daniel Becker.

Cortesía de El Economista



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