La misión se llamó Operación Pesca y su ejecutor, un joven marino ruso de camino a la deserción, recibió el nombre en clave Goga. Lugar de la ejecución: el mar Báltico, frente al puerto de Baltiisk, en Kaliningrado, el enclave ruso entre Polonia y Lituania. Ocurrió el pasado 8 de abril y tuvo como objetivo el sabotaje de, principalmente, los sistemas de comunicación de la corbeta rusa Serpujov, capaz de cargar misiles de crucero de tipo Kalibr, unos de los más difíciles de interceptar por las defensas antiaéreas ucranias. Hasta ahora, poco se sabía de esta operación, más allá de la información difundida en redes sociales por algunos perfiles que detectaron los daños en el buque de guerra, además de un vídeo muy corto difundido por los servicios de inteligencia ucranios (GUR). Este miércoles, Kiev se ha responsabilizado de la autoría de esta acción de sabotaje, llevada a cabo entre el GUR, la Legión Libertad para Rusia y el proyecto Quiero vivir, que facilita la deserción de uniformados rusos. El recluta Goga dio la cara.
Ucrania se ha desempeñado desde el inicio de la ofensiva, en febrero de 2024, en golpear a la flota rusa, bien con el uso de misiles, bien con el lanzamiento de drones marítimos ―la última operación con estos aparatos no tripulados tuvo lugar este mismo miércoles en el puerto de Novorosisk, en el mar Negro―. Y han tenido un éxito considerable. Tanto es así que el subcomandante del Mando de la Fuerza Conjunta en Norfolk (Virginia) de la OTAN, Tim Henry, admitió recientemente que estaban aprendiendo de la experiencia ucrania en estas aguas. El ataque contra el Serpujov sería el primero en tener éxito en el Báltico.
En el tercer año de la invasión a gran escala rusa, ni es habitual que los servicios de espionaje del Ministerio de Defensa ucranio reconozcan y expliquen abiertamente acciones de sabotaje contra el enemigo, ni que su saboteador se muestre en público para contar lo que pasó. El mensaje que el GUR quiere trasladar es el siguiente: es posible atacar a los barcos rusos, incluso en el Báltico ―planeaba la idea de que la corbeta saboteada pudiera viajar al mar Negro―, y hay más operaciones en camino. Lo que el marino Goga explica podría formar parte de una película de espías corriente. “Era la única persona de la tripulación [del Serpujov] que estaba en contra de la invasión a gran escala”, dijo el militar desertor en una comparecencia llevada con cierto secretismo en el centro de la capital ucrania. Ninguno de sus camaradas le hizo mucho caso.
Goga, de gran envergadura, parco en palabras, algo tímido y descolocado, siguió tratando de explicar entonces a los mandos de su corbeta que no podía colaborar con operaciones que tuvieran como objetivo Ucrania. Elaboró un informe para sus superiores en el que lo contaba; le hicieron un peritaje e incluso se abrió una investigación que acabó en la Fiscalía rusa. “Me dieron un último aviso y me soltaron”, relató, “sin sanción alguna, y seguí en el barco”. Fue en ese momento, desesperado, según su narración, en el que pasó a la acción. “Resultó que los sabotajes eran lo mío”, contó este miércoles con media sonrisa.
El marino entró en contacto con la Legión Libertad para Rusia. Esta organización de rusos opositores al Kremlin es una de las tres, junto al Cuerpo de Voluntarios Rusos y el Batallón Siberiano ―según el GUR hay más grupos, pero no se pueden identificar―, que se han levantado en armas para combatir a Vladímir Putin. Han llevado a cabo sabotajes y ataques al otro lado de la frontera, como las incursiones en la región rusa de Bélgorod en la primavera de 2023. Según el proyecto Quiero vivir, vinculado al GUR y que ayuda en el proceso de deserción de soldados rusos, se han recibido hasta 36.000 solicitudes de defección.
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El vídeo difundido por el servicio de inteligencia ucranio muestra dos cosas: los planos de la corbeta y el inicio del fuego. Nada más. A preguntas de EL PAÍS, el portavoz del GUR, Andrii Yusov, afirmó que la Operación Pesca logró impactar, sobre todo, en los sistemas de comunicación y de automatización, aunque no en los motores, y que las labores de reparación del buque, que antes de estar en el Báltico formó parte de la Flota del Mar Negro, llevarán unos “seis meses”. Un golpe táctico de las fuerzas ucranias, muy concentradas en alcanzar los posibles puntos de lanzamiento de misiles, pero también simbólico al demostrar la vulnerabilidad del enemigo ante acciones de posibles desertores. Según la información reunida por la Inteligencia ucrania, han “rodado cabezas” en el ejército ruso a causa de este ataque.
Los detalles sobre el sabotaje en sí escasean, por motivos de seguridad, como la información de las gestiones que permitieron sacar al marino de Kaliningrado y llevarlo a territorio ucranio. Kiev no quiere que la publicación de estas rutas, utilizadas en más ocasiones, tapone una de las salidas para posibles desertores.
Goga reconoció en su intervención que, a diferencia de sus camaradas en la tripulación del Serpujov, él dejó de ver la televisión para evitar la propaganda rusa. “Pero mi familia no puede dejar de verla”, admitió. Cuenta esto porque, igual que trató de convencer a sus superiores, también lo intentó con sus familiares. Se comunicó con ellos y les contó la verdad; “argumentó” lo que estaba haciendo. Sus familiares, en cambio, se mostraron “indiferentes”. El nuevo recluta seguirá combatiendo ―en sus palabras, ”para la victoria final de Ucrania”―, pero a partir de ahora lo hará en las filas de la Legión Libertad para Rusia.
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Cortesía de El País
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