Orfeo en los infiernos, en el Colón: Una sátira hilarante y lisérgica sobre la sociedad y los tres poderes del Estado, que tiene plena vigencia

La opereta Orfeo en los infiernos, de Jacques Offenbach con libreto de Crémieux y Halévy, subió por primera vez al escenario del Teatro Colón, con la puesta de Pablo Maritano y la dirección musical de Christian Baldini.

La obra en cuatro actos -nació como opereta en dos actos en 1858, pero luego se revisó y amplió en la versión de 1874- es una parodia del mito de Orfeo y Eurídice. En su momento, Orfeo en los infiernos fue vista como una burla a la fascinación popular por la mitología griega y también como una velada sátira política contra Napoleón III y su régimen, que adoptó tintes grotescos, tal vez tanto como el estado de la política actual en todo el mundo.

Maritano se sirve de la sátira de Offenbach para mofarse del actual presente político decadente y sus instituciones, relata abiertamente la crisis de autoridad, liderazgo, y la incidencia tirana de las redes sociales como la nueva opinión pública. El director acierta en el tono satírico y de comedia, y las ideas están desarrolladas con eficacia en un crescendo de comicidad hasta el explosivo final con el célebre Galop infernal.

La comicidad lisérgica de la obra, con un arco dramático absolutamente aleatorio y disparatado, está aprovechada y potenciada. La desopilante transformación de Júpiter en un moscardón trae la referencia del filme La mosca, de David Cronenberg, con un dispositivo al que ingresa el dios para salir metamorfoseado en un insecto. La hilarante escena de baile cerrado entre moscas y demonios contó con la intervención de un Off gigante para aniquilarlas.

Aportó a la efectividad de la comicidad el trabajo de Gonzalo Demaría en la traducción de los diálogos hablados del francés al castellano. Algunos gags y agregados, como en el monólogo de La opinión pública -lograda puesta escena con pantallas de televisores- o algunas referencias a la historia local, resultaron pertinentes.

Entre la Tierra y el Universo

“Orfeo en los infiernos” es una ácida crítica a la sociedad, de bienvenida vigencia. Foto: Lucía Rivero

Las jocosas escenas a lo vodevil se despliegan en los dos planos de la ambientación. La Tierra, por un lado, y por el otro, el universo de los dioses, que es un lugar irreal. La parte terrestre es la vivienda de Orfeo y Eurídice, con cierta reminiscencia pop de los años sesenta, delimitada por un espacio interior, con tres habitaciones, y una terraza.

La construcción de los espacios fortalece las situaciones que plantea cada acto y refuerza la crítica que apunta a los tres poderes: en el segundo acto, del Olimpo y toda su decadencia, Júpiter está tirado sobre un escritorio con un sillón que podría remitir al de Rivadavia. El acto tercero y cuarto son distintas partes del infierno: la situación del tribunal y la referencia a la corte suprema, con una proyección de fondo de una imagen apocalíptica; el conciliábulo, aparecen mujeres usando burka, parece referirse al Congreso.

En el trabajo unificado y con pericia de Gonzalo Córdoba en la escenografía, el vestuario de María Emilia Tambutti y la iluminación de Verónica, se resaltó una decadencia a la belle époque y de cada cuadro se hizo una lograda composición. Las coreografías de Carlos Trunsky colaboraron con el tono efectivo de la obra.

En En “Orfeo en los infiernos” hay un sólido reparto que ayuda a que la pieza sea muy llevadera. Foto: Lucía Rivero

La energía del reparto fue excepcional. Del extenso y sólido elenco, se destacaron el tenor Santiago Martínez (Aristée/Pluton) y Ricardo Seguel (Júpiter), crearon momentos hilarantes con su despliegue actoral y vocal. Mercedes Arcuri compuso una Eurídice graciosa, se movió cómodamente en la escena, y su voz se proyectó mejor después del primer acto, el espacio cerrado de la escenografía no favoreció la proyección de su voz y sonó algo encajonada. La soprano se destacó en la desafiante Ah! Quelle triste destinée, y su virtuosismo vocal se desplegó en el extravagante dúo con Júpiter.

Carlos Natale llevó su rol de Orfeo con ingenio y creatividad, y gran habilidad actoral. El resto de los dioses hicieron una magnífica participación, Daniela Prado brilló como Cupidon, al igual que Eugenia Fuente (La Opinión Pública). Sobresalieron igualmente María Castillo de Lima (Diane), Víctor Torres (John Styx), Maria Savastano (Junon), Paula Almerares (Venus), Iván García (Marte/Radamant), Cristian Taleb (Eaque) y Fabián Minelli (Mercurio)

Bajo la dirección de Christian Baldini, la Orquesta Estable dio vida a la animada partitura de Offenbach, con sus contrastes y sutilezas, y mantuvo el frenético ritmo escénico. También el Coro Estable preparado por Miguel Martínez tuvo una destacada actuación.

Ficha

Una imagen de Una imagen de “Orfeo en los infiernos”, gran puesta en el Colón de la opereta de Jacques Offenbach. Foto: Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón

Orfeo en los infiernos,opereta en cuatro actos

Calificación: Muy buena

Música: Jacques Offenbach Libreto: Crémieux y Halévy Dirección musical: Christian Baldini Dirección de escena: Pablo Maritano Diálogo y versificación: Gonzalo Demaría Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez Vestuario: María Emilia Tambutti Iluminación: Verónica Alcoba Diseño de video: Matías Otálora Coreografía: Carlos Trunsky.

Con:Orquesta Estable y Coro Estable del Teatro Colón, dirección: Miguel Martínez Principales intérpretes: Carlos Natale (Orfeo), Mercedes Arcuri (Eurídice), Santiago Martínez (Ariste / Plutón), Eugenia Fuente (La Opinión Pública), Ricardo Seguel (Júpiter), Víctor Torres (John Styx), María Castillo de Lima (Diane), Daniela Prado (Cupidon), María Savastano (Junon) y elenco.

Función: jueves 7. Repite viernes 8, martes 12, miércoles 13 y jueves 14, a las 20; domingo 10, a las 17 Teatro: Colón.

Cortesía de Clarín



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