
No es la primera vez que el actual gobierno apuesta por megaproyectos en salud con resultados cuestionables. La megafarmacia de Huehuetoca, la megacompra consolidada de medicamentos que terminó anulada y el Insabi, que colapsó tras tres años de ineficiencia, son ejemplos claros de iniciativas mal planeadas que prometieron mucho y entregaron poco. Por eso, no entusiasma ni genera credibilidad el nuevo “súper programa” Política de Prevención y Control de Enfermedades, anunciado ayer 8 de julio, en la Estructura Programática entregada al Congreso para el Presupuesto 2026.
La idea que se plantea -conforme nos alertó el diputado Éctor Jaime Ramírez Barba en un comunicado del PAN- fusiona áreas estratégicas que atienden enfermedades vitales para los mexicanos. El temor es que esta reestructuración, que busca reducir los programas de la Secretaría de Salud de 27 a 16, elimina 11 esenciales y pone en riesgo la atención especializada, con el riesgo de seguir sacrificando la salud en nombre de supuestos ahorros.
La austeridad impuesta desde hace años al sector salud ya es insostenible y asfixiante. México invierte apenas el 6% de su PIB en este rubro, cuando organismos internacionales recomiendan entre el 9% y el 10%. Más de la mitad de ese gasto recae en las familias, no en el Estado, lo que obliga a los mexicanos a destinar una parte significativa de sus ingresos a cubrir necesidades médicas. La cobija del sistema de salud es demasiado pequeña, y en lugar de agrandarla, el gobierno de la 4T insiste en recortarla aún más. Por eso aquello de presumir “ahorros al máximo” en la compra de medicamentos es absurdo cuando lo que debería presumirse es la garantía de terapias de calidad, completas y oportunas, porque eso sí generaría resultados y eficiencias seguras en favor de los pacientes y para el sistema en el mediano plazo.
El “súper programa” Política de Prevención y Control de Enfermedades pretende fusionar programas históricos de la Secretaría de Salud como Prevención y Control de Sobrepeso, Obesidad y Diabetes, Vigilancia Epidemiológica, y Prevención y Atención de VIH/SIDA y otras infecciones de transmisión sexual (ITS).
La estrategia de generar ahorros concentrando en un solo esquema la atención de enfermedades crónicas, transmisibles, no transmisibles y de transmisión sexual, como dice Ramírez Barba -quien también es médico y ha sido autoridad de Salud- “ignora las particularidades de cada paciente y sus necesidades específicas de tratamiento”. La epidemia de la obesidad la tenemos descontrolada, y junto con la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares, cobran miles de vidas al año.
Definitivamente tienen que explicar mejor por qué diluir la atención a estas áreas específicas en un programa que fusione y controle todo, puede ser más eficiente.
Algo similar ocurre con la vigilancia epidemiológica, crucial para monitorear y prevenir enfermedades infecciosas como el dengue o el sarampión; hoy se está haciendo una labor importante en recolección constante de información, pero nos falta mucho para contar con indicadores verdaderos de las infecciones asociadas a la atención de la salud (IAAS) en hospitales, por ejemplo; para esos esfuerzos se necesita enfoque especializado. En VIH/SIDA también hubo en años anteriores buenos resultados gracias a la atención integral y personalizada, y ahora es otra área que busca ser subsumida.
Además, no está claro si esta reestructuración implicará despidos, eliminación de áreas administrativas o cancelación de proyectos por “duplicidad” de funciones, lo que podría traducirse en una pérdida aún mayor de capacidades para la Secretaría de Salud, cuya plantilla laboral de por sí viene siendo precarizada desde el sexenio pasado cuando sacaron a muchos funcionarios técnicos de carrera y fueron suplidos por nuevos con desconocimiento absoluto del sector; hay que decir que esto es causa de muchos atorones y lentitud en la ejecución de los planes del secretario David Kershenobich; le falta suficiente equipo preparado.
La falta de transparencia agrava el problema: el gobierno tendría primero que presentar evidencia sobre el desempeño de los programas eliminados para justificar su desaparición, y evidenciar cómo esos ahorros generarán eficiencias. No podemos seguir apostando por la austeridad a costa de la vida de las personas. A estas alturas ya hay suficiente evidencia de que el Estado mexicano no puede proteger la salud de la población con un sistema cada vez más precario.
Incógnitas en torno al futuro de Birmex
Donde se busca dar señales positivas es en lo relativo a Producción de Reactivos, Vacunas y Otros Dispositivos Médicos Estratégicos, que también se menciona en la Estructura Programática, pero ahí lo preocupante es que se pretende asignar estas tareas a Birmex, lo cual no entusiasma nada considerando su historial de fracasos ya no sólo en la megacompra anulada sino en la distribución de medicamentos donde no da pie con bola. No han hablado sobre el tamaño de la inversión necesaria para la infraestructura requerida para enfocarla a producir; se habla de colaboración público-privada, pero el indicio es que será con empresas indias no con mexicanas.
Cambios en Vitalmex rumbo a su venta
Siguen los grandes retos para Vitalmex, la empresa creadora de los servicios médicos integrales donde ha sostenido su liderazgo pese a los altibajos en el sector. Su fundador Jaime Cervantes Hernández, a sus 82 años, decidió ya tomarse la vida con más tranquilidad y pasar la estafeta como presidente del Consejo a Jaime Cervantes Covarrubias, uno de sus hijos, quien tiene ahora la encomienda de preparar a la empresa para venderla. La familia Cervantes detenta el 60% de la compañía, y el otro 40% lo comparten el fondo de inversión Australis Partners y el Banco de Desarrollo Alemán. El desafío no es menor hablando de una empresa que factura 6,500 millones de pesos anuales y opera una plantilla cercana a los 2,000 empleados, pero a Cervantes Covarrubias siendo director general le tocó llevar a la cima a Vitalmex multiplicando por 10 su tamaño, así que nadie duda de que alcanzará con creces el nuevo objetivo. El ingeniero Cervantes se queda como consejero honorario, pero no niega que su energía la quisiera enfocar ahora a Vitacor, el primer corazón artificial hecho en México, con gran potencial para salvar vidas de pacientes con insuficiencia cardiaca avanzada.
Cortesía de El Economista
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