
La mayoría de los países de América Latina, incluyendo México, persisten en una jornada laboral de 48 horas semanales, a pesar de las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para una reducción del tiempo de trabajo. Este panorama se presenta en contraste con avances significativos en sectores como el empleo público en la región.
El más reciente informe de la OIT “¿Menos horas, más equilibrio?destaca que el tiempo es un recurso finito e irrecuperable, y su distribución entre el trabajo, la vida personal y el descanso impacta profundamente en la salud, la productividad y la cohesión social.
“Los estudios internacionales analizados en el documento señalan que los efectos de la reducción de la jornada laboral en dimensiones como la salud y el bienestar de los trabajadores, la productividad y el empleo, dependen en gran medida del contexto institucional y del diseño de la política, así como de la existencia de medidas complementarias”, indica.
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En América Latina, la discusión sobre la reducción de la jornada laboral ha cobrado impulso en los últimos años, con experiencias notables como la de Colombia, que implementa su primera reforma en la materia, y Chile, que avanza en su segunda reducción de jornada legal; en el caso de México, si bien inició la discusión, está en duda que pueda avanzar en 2025.
Frente a los profundos cambios económicos, sociales y ambientales que atraviesa el mundo del trabajo, la OIT subraya la necesidad de que los países de la región avancen, mediante el diálogo tripartito, hacia una ordenación del tiempo de trabajo que promueva el empleo decente y el desarrollo sostenible. Este diálogo entre gobiernos, empleadores y trabajadores será clave para construir marcos normativos que respondan tanto a las necesidades de los trabajadores como a las exigencias de las empresas.
Cortesía de El Economista
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