Cuando el humo blanco salga de la capilla Sixtina anunciando que hay un nuevo papa para la Iglesia Católica, en el interior del recinto ya se habrá consumado una ceremonia que consiste en plantear una doble pregunta a quien ha sido elegido: ¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice? (¿Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?) y ¿Cómo quieres que te llamen? (¿Quo nomine vis vocari?).
Cumplida esta formalidad el cardenal protodiácono aparecerá en los balcones de la plaza San Pedro con quien ha sido electo, ataviado ya con la blanca vestimenta papal, para anunciar a la Iglesia y al mundo el nombre de pila del cardenal escogido, seguido del nombre que él mismo eligió como pontífice y con el que será llamado de allí en más. Se dice que el nombre pontificio, que sustituye al que recibió en el bautismo, es como “un segundo nacimiento” del nuevo papa.
El nombre
La selección del nombre debe entenderse también como un primer mensaje y una definición del nuevo papa, que busca en ese nombre una referencia de vida y de estilo para su gobierno. Hasta el momento ningún papa eligió el nombre de Pedro, primer pontífice de la Iglesia Católica. Los nombres más utilizados han sido los de Pío, Gregorio, Juan, Benedicto, Inocencio, León y Clemente.
Al elegir llamarse Francisco -recordando a san Francisco de Asis- Jorge Bergoglio marcó una doble prioridad: los pobres, los descartados, pero también su amor por la naturaleza y lo que luego él mismo denominaría “el cuidado de la casa común”. Al justificar su elección el papa argentino dijo en su momento que “para mí (Francisco) es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y protege la creación”.
De allí que la selección del nombre es un dato importante para tener en cuenta. Si, además, el nuevo papa decidiera autonombrarse como Francisco -en este caso Francisco II- sería una clara manifestación de continuidad con el legado dejado por Jorge Bergoglio.
Pronunciamientos
Una vez que se conozca el nombre del nuevo papa los medios hablarán de sus antecedentes, tanto de su trayectoria personal como de la eclesiástica. Recordarán asimismo pronunciamientos sobre las cuestiones cruciales para la Iglesia y su modo de relacionamiento con la sociedad en general. Habrá miles de citas de las declaraciones, aprobaciones y cuestionamientos. Eso es parte de la historia que, sin embargo, en no pocos casos ha inducido a errores o imprecisiones respecto de lo que luego será la gestión como pontífice. Pocos habrían podido predecir desde el primer día cuáles serían los lineamientos que Bergoglio le impondría a su labor como pontífice.
La elección del nombre de Francisco fue un indicio. También lo será el que escoja el nuevo papa. Pero hay otras manifestaciones que pueden servir como primera orientación.
El lugar de residencia. Francisco decidió no fijar su residencia en los palacios vaticanos. Optó por vivir en Santa Marta, un hotel religioso donde siempre se alojaba en sus visitas a Roma, primero como obispo y luego como cardenal. Fue un primer signo de austeridad y de toma de distancia con la pompa vaticana. Un gesto que nunca cayó bien en los conservadores y que hasta hoy le reclaman. Hablando del tema, después de la muerte de Francisco, el ultraconservador cardenal alemán Gerhard Müller reclamó “volver a la normalidad”.
¿Qué resolverá el nuevo papa? ¿Seguir el ejemplo de Francisco o volver a habitar los palacios pontificios? Será su decisión.
Dos cuestiones más para considerar.
El nuevo papa hablará “urbi et orbi” (a la ciudad de Roma y al mundo) inmediatamente después de su aparición en los balcones y ante la multitud reunida. Lo que allí diga, las palabras que pronuncie -así no sean muy extensas- resultarán de alguna manera fundacionales del pontificado. En el caso de Francisco se reconoció como “obispo de Roma”, “primero entre iguales” respecto del colegio episcopal integrado por todos los obispos del mundo. La “sinodalidad” promovida después es también una manifestación de aquellas primeras palabras.
Primeros pasos
El papa electo tiene que decidir cuáles serán sus primeros pasos y los gestos que acompañarán sus palabras. Francisco decidió que su primer viaje lo llevara hasta la sureña isla de Lampedusa (Italia), el lugar donde arriban los migrantes que huyen desde África buscando otro horizonte para su vida. Allí mismo muchas y muchos murieron en el intento. Bergloglio fue al encuentro con “los descartados” del sistema. Un gesto que repitió, de distintas maneras, durante su pontificado. No solo con los inmigrantes, sino con los pobres, los enfermos, los marginados y necesitados de todo tipo.
El nuevo papa no está obligado a repetir gestos similares. Sin embargo, lo que diga, haga o deje de hacer, serán sin duda formas de expresar y expresarse a través de las palabras, los gestos y los símbolos. Habrá que leerlos.
Cortesía de Página 12
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