Paleontólogos logran reconstruir un paisaje perdido del Cretácico gracias al mayor conjunto de huellas de dinosaurios del planeta, hallado en Bolivia

En el corazón del Parque Nacional Torotoro, en Bolivia, la tierra guarda secretos escritos por criaturas que dominaron el planeta hace más de 66 millones de años. Allí, sobre una plataforma rocosa que alguna vez fue orilla de un lago o mar costero, un grupo internacional de científicos ha revelado un hallazgo que no solo bate récords, sino que también ofrece una ventana sin precedentes a la vida y el comportamiento de los dinosaurios al final del periodo Cretácico.

En un área conocida como Carreras Pampa, los investigadores han documentado un total de 16.600 huellas fósiles de dinosaurios terópodos, a las que se suman más de 1.300 marcas de nado y numerosas señales de arrastre de cola. Este descubrimiento convierte al sitio en el yacimiento con mayor número de huellas de dinosaurios registradas en el mundo, superando incluso al famoso sitio de Cal Orck’o, también en Bolivia. Pero lo más sorprendente no es solo la cantidad, sino la calidad y diversidad de las impresiones, que ofrecen detalles asombrosos sobre cómo estos animales se movían, interactuaban y posiblemente hasta cómo viajaban en grupo.

Un paisaje congelado en el tiempo

El estudio, publicado en la revista PLOS ONE por un equipo liderado por Raúl Esperante, analiza más de 1.300 caminos distribuidos en nueve zonas de estudio dentro de una misma capa rocosa de aproximadamente 7.500 metros cuadrados. Este estrato ha preservado un momento casi fotográfico de un ecosistema prehistórico repleto de actividad.

Las huellas muestran distintas profundidades y formas. Algunas apenas marcan la superficie, otras se hunden varios centímetros, reflejando diferentes condiciones del suelo en el momento de la pisada. Y entre ellas aparecen también marcas de colas arrastradas, rastros de natación —que sugieren que algunos dinosaurios se desplazaban parcialmente sumergidos— e incluso huellas diminutas de aves que compartían el entorno con los grandes reptiles.

Uno de los detalles más llamativos del hallazgo es la variedad de tamaños de las pisadas. Desde huellas de apenas 10 centímetros de largo, posiblemente dejadas por individuos juveniles o especies pequeñas, hasta marcas que superan los 30 centímetros, correspondientes a carnívoros de mediano tamaño. Algunas huellas aparecen de forma aislada, pero muchas forman caminos con una clara dirección, sugiriendo desplazamientos en grupo o patrones de comportamiento colectivo, algo que no suele atribuirse con frecuencia a los terópodos, más conocidos como cazadores solitarios.

Las huellas quedaron impresas en lo que fue un barro profundo y blando. Para seguir el rastro de cada dinosaurio, los investigadores utilizan hilos de colores que delimitan el recorrido de cada serie de pisadas
Las huellas quedaron impresas en lo que fue un barro profundo y blando. Para seguir el rastro de cada dinosaurio, los investigadores utilizan hilos de colores que delimitan el recorrido de cada serie de pisadas. Foto: Raúl Esperante

Más que huellas: un mapa de comportamiento

El análisis detallado ha permitido distinguir 11 morfotipos diferentes de huellas caminadas y tres estilos distintos de huellas de nado. Estos tipos se basan en las formas de los dedos, los ángulos de separación, la longitud, la profundidad y otros detalles morfológicos. Lo que revela esta clasificación es que una gran diversidad de especies o grupos de terópodos convivieron en esta región, cada uno dejando su impronta en el barro de aquel lejano litoral mesozoico.

Además, los científicos identificaron una elevada proporción de pasos con longitudes que indican velocidad, lo que sugiere que muchos de los animales no solo caminaban, sino que corrían por el lugar, posiblemente huyendo, cazando o desplazándose de forma acelerada. También hay rastros de giros bruscos, paradas y arranques, detalles que normalmente no se conservan en otros yacimientos.

En cuanto a las marcas de natación, estas aparecen como surcos alargados, a veces en forma de coma, causadas por el contacto del dedo central con el fondo del agua, mientras el animal flotaba parcialmente. Lo inusual es que estas marcas no se presentan de forma aislada, sino en secuencias alternadas entre izquierda y derecha, lo que indica un desplazamiento sostenido, como si los dinosaurios nadaran siguiendo una ruta precisa.

Y como si todo esto no bastara, varias huellas van acompañadas de largas marcas onduladas, que los investigadores han interpretado como rastros de colas arrastradas. Este tipo de evidencia es rara, ya que normalmente los dinosaurios no apoyaban la cola al caminar. Sin embargo, en terrenos resbaladizos o durante maniobras complejas, parece que sí lo hacían. Aquí, estas marcas aparecen con sorprendente frecuencia.

Las pisadas se conservaron en un antiguo lecho de lodo espeso y húmedo. Para identificar a qué camino pertenece cada huella, los científicos trazan recorridos con cuerdas de distintos colores sobre la superficie
Las pisadas se conservaron en un antiguo lecho de lodo espeso y húmedo. Para identificar a qué camino pertenece cada huella, los científicos trazan recorridos con cuerdas de distintos colores sobre la superficie. Foto: Jeremy McLarty

Un corredor prehistórico

La orientación predominante de las huellas, en direcciones noroeste-sureste, junto con las marcas de oleaje preservadas en el sedimento, indica que el yacimiento se encontraba junto a una costa. Todo apunta a que Carreras Pampa fue una especie de “autopista prehistórica”, un corredor natural por el que los dinosaurios se desplazaban con frecuencia. Algunos lo cruzaban caminando lentamente, otros corriendo a toda velocidad, y otros incluso nadaban a lo largo de la orilla.

Esta disposición refuerza la hipótesis de que el litoral sudamericano del Cretácico tardío pudo haber concentrado una intensa actividad biológica, con áreas de paso comunes para múltiples especies. La ausencia de huellas de grandes herbívoros como los saurópodos es llamativa, pero refuerza la idea de que este corredor pudo haber estado dominado por depredadores y aves, lo que añade aún más interés al estudio del ecosistema.

Yacimientos como el de Carreras Pampa permiten reconstruir la forma en que los dinosaurios se desplazaban. En este lugar se han identificado más de 16.000 huellas de terópodos, una cifra sin precedentes
Yacimientos como el de Carreras Pampa permiten reconstruir la forma en que los dinosaurios se desplazaban. En este lugar se han identificado más de 16.000 huellas de terópodos, una cifra sin precedentes. Foto: Raúl Esperante

Bolivia, el paraíso de las huellas fósiles

Este descubrimiento confirma una vez más el potencial paleontológico de Bolivia, especialmente en lo que respecta a huellas fósiles. Carreras Pampa no solo supera en número al yacimiento de Cal Orck’o —hasta ahora el más grande conocido—, sino que lo hace ofreciendo una distribución más amplia y horizontal, lo que facilita el estudio del comportamiento locomotor. Mientras Cal Orck’o se conserva en una pared casi vertical, Carreras Pampa es un extenso lecho rocoso accesible y continuo.

El equipo de investigación ha anunciado que hay muchas más huellas por descubrir, no solo en Carreras Pampa, sino también en otras zonas del Parque Nacional Torotoro. A pesar de que el lugar ha sido conocido desde la década de 1980, nunca antes se había estudiado con este nivel de detalle ni con esta metodología moderna, que incluye drones, modelos 3D, escáneres de profundidad y fotografía digital en condiciones de iluminación controladas.

La importancia de este sitio va mucho más allá de las cifras. Las huellas permiten observar aspectos de la vida de los dinosaurios que los esqueletos no pueden revelar: cómo se movían, cómo interactuaban con su entorno, si se deslizaban, giraban, nadaban o tropezaban. Cada marca es una instantánea silenciosa de un momento fugaz, capturado para siempre en roca.

Carreras Pampa no solo documenta un récord mundial de huellas fósiles. Es, en esencia, un archivo natural de comportamiento animal de hace más de 66 millones de años. Y gracias a este hallazgo, hoy podemos caminar —literalmente— sobre los pasos de los últimos dinosaurios de Sudamérica.

Cortesía de Muy Interesante



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