Desde Roma
La prensa italiana dedica numerosas páginas cada día al Papa Francisco, a su vida, a su experiencia como jefe de la Iglesia. Pero también a lo que podría pasar sucesivamente, con el cónclave y después.
Los días más delicados para la elección del nuevo Pontífice no son los del cónclave, es decir el encuentro de los cardenales menores de 80 años que votarán por los candidatos, subrayan algunos expertos. Sino los días precedentes durante los cuales se desencadena una suerte de guerra silenciosa haciendo propuestas o desprestigiando a ciertos cardenales a través de los medios de comunicación, de social media, de portales internet religiosos o no, de ataques hacker anónimos.
Algo así anticiparon algunos medios como el diario italiano Corriere della Sera, que destacó que “Francisco ha conocido una resistencia tradicionalista bien organizada y financiada para orientar las votaciones” mientras el Vaticano ha potenciado los portales internet con documentos y datos biográficos de los candidatos para limitar las calumnias.
Las calumnias, los ataques directos o indirectos contra los candidatos, siempre han existido, basta recordar que en el cónclave de 2013 en el que fue elegido Bergoglio, se decía, para desprestigiarlo y hacer creer que no estaba en condiciones de conducir el Papado, que le faltaba un pulmón completo, cuando en realidad cuando tenía 21 años solo había perdido la parte superior del pulmón derecho. Pero ahora, claro, las fake news se difunden mucho más fácilmente a través de los social media y los candidatos pueden ser así acusados de corrupción, de haber cubierto a los responsables de abusos sexuales o de haber abusado ellos mismos, etc. Y en este sentido, algunos sectores católicos de extrema derecha al parecer, especialmente de la Iglesia estadounidense, habrían invertido varios miles de dólares para desprestigiar a los eventuales candidatos y orientar las votaciones, según Il Corriere della Sera.
Il Giornale, un diario de derecha de Italia, tituló uno de sus artículos: “Cardenales desorientados, difícil el acuerdo”, refiriéndose a los cardenales que, según el diario, no sabrían todavía a quien votar. Pero para saber eso, el diario debe estar muy conectado con ciertos sectores del colegio cardenalicio que tal vez prefieren confundir así a los votantes.
El mismo diario sacó a relucir luego un caso muy conflictivo, el del cardenal Giovanni Angelo Becciu, acusado de ser uno de los responsable de las pésimas inversiones de la secretaria de estado vaticana cuando, entre otras operaciones, se vendió un edificio en Londres por casi 200 millones de euros. Fue condenado a cinco años de cárcel en primera instancia en 2023 por este delito y el Papa le quitó todos los derechos, lo que significa que no podía ocupar ningún cargo en el Vaticano. Pero siguió siendo cardenal. Y ahora Becciu, un anti-Francisco claramente, reivindica el derecho de participar del cónclave, detalle que no todos los cardenales reconocen. En la lista oficial de los cardenales electores publicada por el Vaticano, él no figura. Y éste es otro de los problemas que los cardenales deberán resolver antes de empezar con la elección del nuevo Papa.
Otro diario de Roma, Il Messagero, destacó por su parte que el cónclave tiene frente a sí otro problema serio: hay 13 cardenales de más como electores porque deberían ser 120, según la Constitución Apostólica, y no 135 según datos oficiales vaticanos del 19 de abril. Dos de estos cardenales no se presentarán, como han avisado, por razones de salud. Por lo cual quedan 133. No se sabe qué decidirá el colegio cardenalicio sobre este tema.
El doctor del Papa
En unas entrevistas concedidas a la prensa italiana, el doctor Sergio Alfieri, coordinador del equipo médico del Papa Francisco, Alfieri contó que varias veces el Papa les había pedido a los médicos que no exageraran con las terapias. “Si las cosas se hubieran complicado, hubiéramos debido seguir los consejos de sus asistente sanitario, Massimiliano Strappetti, que para él era casi como un hijo. Francisco se fiaba poco de los médicos, pero mucho de su asistente”. Strappetti, por otra parte, siempre decía bromeando: “El médico de Papa Francisco es Jorge Bergoglio”.
Alfieri contó además que lo había visitado el sábado antes de la Pascua y lo había encontrado bastante bien y charlaron un rato. “Estoy muy bien -le dijo Francisco-. Empecé a trabajar de nuevo”. “Yo sabía que el domingo debía dar la bendición y dirigir su mensaje “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo) así que le dije que lo visitaría de nuevo el lunes”, dijo Alfieri. Y añadió que pese a que le había recomendado 60 días de convalecencia no le había aconsejado que dejara de trabajar. “El era el Papa. Volver al trabajo era parte de la terapia . Era como si acercándose al final de su vida, él hubiera decidido hacer todo lo que debía, tal como sucedió”.
El lunes a las 5,30 de la mañana lo llamó Strappetti diciéndole que el Papa estaba muy mal. “Avisé a todos y en unos 20 minutos llegué a Santa Marta. Cuando entré a la habitación el Papa tenía los ojos abiertos. Constaté que no tenía problemas respiratorios y lo llamé varias veces pero él no respondía. No respondía ni siquiera a los pellizcones que le daba. Entonces entendí que estaba en coma y no se podía hacer nada. Si lo llevábamos al Gemelli tal vez hubiera fallecido en la ambulancia. El quería morir en su casa, nos lo había dicho muchas veces cuando estaba internado en el Gemelli”, contó Alfieri que con su equipo lo trató los 38 días que Francisco estuvo internado en el Policlínico Gemelli por una neumonía bilateral.
Abrazos de Francisco
La prensa también publicó algunos casos de testigos de Francisco, de gente que se sintió ayudada por él, querida por él. Entre ellos el de Giulia, la nieta de un famoso argentino, el profesor y abogado defensor de presos políticos, Silvio Frondizi, secuestrado y asesinado por militares argentinos en Buenos Aires en 1974, publicado en el diario Il Messaggero de Roma. Silvio Frondizi era hermano del que fue presidente argentino, Arturo Frondizi de 1958 a 1962.
El hijo de Silvio, Julio vino a vivir a Roma poco después del asesinato de su padre. Su hija Giuglia, cuando tenía 38 años, se enfermó de un cáncer. Julio fue recibido por el papa Francisco en 2023 en Santa Marta y le pidió al Papa que ayudara de alguna manera a su hija porque necesitaba mucha fuerza en ese momento.
Ella estaba haciendo una terapia en el reparto de hematología del Policlínico Universitario de Tor Vergata de Roma, cuando recibió una llamada a su celular. Casi no respondió, pensó que no era el momento adecuado. Pero cuando vio al Papa Francisco en el video, se quedó sin palabras. “Estaba re emocionada -contó-, solo le decía gracias gracias”. Hablaron pocos minutos y él le decía “Fuerza, coraje, no dejes de luchar”.
“La muerte de Francisco ha sido muy dolorosa para mí”, dijo Giulia que en la noche del lunes, el día del fallecimiento de Francisco, se fue sola en su auto hasta plaza San Pedro porque quiso recordarlo y rendirle su homenaje ya que él le había dado tanta fuerza.
Cortesía de Página 12
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