Parecía un chiste, pero ahora la ciencia lo confirma: las personas y sus perros comparten rasgos físicos y emocionales

Por mucho tiempo hemos escuchado la broma de que nuestras mascotas, en específico los perros, se parecen a nosotros. Lo hemos visto en películas, animación y nunca falta el vecino o familiar que nos lo repita.

Hoy, una serie de estudios científicos ha podido confirmarlo, además de encontrar las causas detrás de este fenómeno. Créenos, aunque tu perro sea un chihuahua o de raza pug, seguro que encuentras rasgos comunes contigo.

En términos históricos, se ha descubierto que los perros fueron los primeros animales domesticados por los humanos. Las pruebas arqueológicas datan de hace más de 30,000 años, de acuerdo con investigaciones recientes. Comenzó como una simbiosis en la que lobos ayudaban a los cazadores a cambio de una porción de la presa.

Poco a poco, la convivencia y eugenesia dieron paso a las distintas razas de perro que conocemos hoy, algunas de ellas con un fin únicamente de compañía y no de trabajo como sus ancestros.

Fue en este proceso de crianza que se comenzó a germinar una identidad. En el mismo sentido en que los integrantes de una tribu visten ropas iguales y comparten su cultura, los dueños comparten esta identidad cultural a sus mascotas, muchas veces de manera inconsciente. Un estudio del Instituto Max Planck de Geoantropología en Alemania, detalla el concepto de “personalidad” adoptada por los perros.

Pero ¿Cómo es posible que le enseñes a un animal tu cultura?

Sucede que lo que entendemos como “cultura e identidad” no se limita a las tradiciones, ritos y ceremonias, sino que abarcan nuestro pensamiento, lenguaje y, más importante para este tema, nuestro modo de expresarnos.

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Puede que los perros no hablen nunca nuestro idioma, pero definitivamente nos entienden: reconocen sonidos y patrones, no son solo los que activamente enseñamos, como “quieto, ven, salta”. También analizan nuestras expresiones no verbales para identificar, a través de nosotros, si hay una situación de peligro, si el ambiente es relajado o si estamos en modo de trabajo.

De esta manera, los perros van adoptando nuestras expresiones, nuestro temperamento y hasta nuestra personalidad. La revista Psychology Today explica que se trata de un proceso de imitación por supervivencia subconsciente e intrínseco en la mayoría de las especies que viven en grupos. Nuestros hijos actúan de la misma manera: cuando te das cuenta, mastican como tú, imitan tu manera de caminar y usan tus expresiones.

En ambos casos, hijos y mascotas, se requiere tiempo y un vínculo duradero para que la imitación ocurra. Aunque también se da este fenómeno pero en sentido inverso, es decir, adoptamos rasgos de nuestras mascotas. De nuevo, es nuestro subconsciente adaptándose al entorno para sobrevivir.

¿Y qué hay del parecido físico?

También hay numerosos estudios que investigan este fenómeno. Si bien está ligado a lo anteriormente dicho, también hay algo de narcisismo en juego. Sorprendentemente el proceso es muy parecido al de buscar una pareja romántica.

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Un artículo publicado en la revista Evolutionary Psychology, explica que inconscientemente, buscamos hacer pareja con alguien que nos deje una sensación de tener los mejores genes. Y aquí es donde entra en juego el narcisismo porque ¿Qué mejores genes puede haber que aquellos como los propios?

Al elegir un nuevo perro, buscamos uno que se parezca a nosotros en algún aspecto físico: ya sea resistencia, tamaño, color de pelo o incluso largo de las orejas. Una parte de nosotros nos dice que entre más se nos parezca, más probable es que tenga “nuestras buenas cualidades”.

Así que la próxima vez que veas a tus vecinos, pregúntales si creen que tu perro se parece a ti, aunque ten en cuenta que tal vez no lo digan como un cumplido.

Cortesía de Xataka



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