Tiene extensión de serie larga, aroma a clásico culebrón mexicano (al que le agregaron altas dosis de erotismo), y propone un mix de géneros que va del thriller al drama pasional, haciendo escalas en distintos matices que provocan giros permanentes en la trama. Y eso la vuelve atrapante. Pecados inconfesables no da respiro y no en vano está entre las cuatro series de Netflix más vistas en la Argentina, incluso delante de la segunda temporada de División Palermo.
La ficción mexicana que estrenó la plataforma a fines de julio está atravesada por lo sexual, ya sea por la encendida relación entre dos de sus protagonistas, como por las orgías que toman gran parte de las escenas. Y que terminan siendo clave para la trama.
El planteo es que Helena (Zuria Vega) trata de alejarse de Claudio (Erik Hayser), su marido, que la somete, la maltrata, la amenaza y varios verbos oscuros más, que los aplica tanto con su mujer como con el hijo de ella. Él, por su parte, tiene dos hijos grandes y con unas cuantas “manchitas”.
La serie comienza cuando Helena intenta huir de su casa rumbo a una supuesta dignidad que siente haber perdido. Tampoco es que ella sea una santa: con el correr de los 18 episodios se verá que además de esposa también fue cómplice de varias situaciones delicadísimas, como la extorsión.
Pero en medio de su vía de escape, Claudio vuelve a cortarles los caminos a Helena y a Fer, el hijo que ella tuvo de soltera y que quedó envuelto en adicciones y pesadillas agobiantes. De pronto, ella matchea con un guapo de cuerpo perfecto y una sensibilidad que sorprende en medio de una galería de personajes dispuestos a mostrar su peor parte.
Pero Iván (Andrés Baida) asoma como el bálsamo que Helena necesita. Y apenas pasados unos minutos de serie, las llamas de la pasión entre ellos derriten la pantalla. A partir de ahí, entre escenas hot, mentiras, traumas y secretos, la serie empieza mostrar sus cartas.
Sin ánimo de dar precisiones que spoileen la historia, Iván y Claudio quedan involucrados en una pelea que abre el juego a una investigación policial condimentada por asesinatos, desapariciones, secuestros, identidades falsas, coartadas forzadas, un pasado que empuja a la verdad y un misterio sobre videos íntimos que nadie encuentra y que involucra a casi todos.
Así, entre lo policial y lo sexual, más secretos familiares y opulencia por todos lados, la historia va cautivando a un espectador que seguramente sabe que no está ante grandes actuaciones o un libro sin fisuras (muchas cosas no cierran), pero sí intuye que está frente a una producción a la que no se puede dejar a mitad de camino.
Con episodios cortos y con situaciones que suceden a modo de posta, esta producción mexicana atrapa, sencillamente. Y eso alcanza para convertirla en buena. Los capítulos son ágiles y merodean la media hora. No es maratoneable de un tirón, pero sí es de esas historias que hacen que uno vea “uno más a ver qué pasa”. Y como en Pecados inconfesables pasa de todo (corren vidas, lágrimas, sudor y sangre ilimitadamente), se llega al final. Pareciera que se abre una puerta a una segunda temporada. Aunque se imponga la duda de que a nadie le quedarían ya pecados por confesar.
Drama y thriller Protagonistas: Andrés Baida, Zuria Vega y Erik Hayser Creación: Leticia López Margalli y Guillermo Ríos Dirección: Pablo Ambrosini y Felipe Aguilar Dulce Emisión: 18 episodios en Netflix.
Cortesía de Clarín
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