
La libre interpretación sin hechos ni datos comprobables permite ver, para unos, la figura de un líder campesino y humilde que fue víctima de un golpe de Estado. Para otros, con datos sólidos, declaraciones de funcionarios, documentos del Ministerio Público y grabaciones de llamadas telefónicas, se trata de un profesor impostor y corrupto que asestó un autogolpe de Estado ordenando el cierre del Congreso.
Se llama Pedro Castillo, fue presidente de Perú entre el 28 de julio de 2021 y el 7 de diciembre de 2022, y actualmente se encuentra preso.
Esta columna deja a un lado el material no comprobable y pataleo dogmático de políticos, para concentrarse solamente en hechos comprobables. Por ejemplo, el congresista Diego Bazán acusó a Castillo de traición a la patria por haber dado públicamente dos versiones sobre la posibilidad de que Perú le permitiera a Bolivia una salida hacia el mar. Es claro que la demanda no prosperó.
Luego de haber revisado su expediente judicial y realizado 12 entrevistas con gente que trabajó con él y con políticos de la oposición, el perfil real de Castillo es totalmente distinto al que dibujaba el presidente López Obrador.
El modus operandi del entonces presidente Castillo surge con la creación de un gabinete en la sombra integrado por gente de su confianza para crear una industria de corrupción. Por esta razón poco le importó a Castillo haber tenido a 78 ministros distribuidos en cinco gabinetes durante 495 días de su gobierno.
Uno de los asesores en la sombra del entonces presidente fue Salatiel Marrufo. Detenido en octubre de 2022, se encargó de gestionar y canalizar 34 proyectos de obras públicas incluidos en el decreto de urgencia No. 102-2021-Vivienda.
El ministro de Vivienda Geiner Alvarado le entregaba a Pedro Castillo sumas de 50,000 soles mensuales, es decir, aproximadamente 271,000 pesos mexicanos, solo para efecto de que lo mantuviera en el cargo.
Ocurrieron las entregas de dinero por lo menos en nueve ocasiones (2.4 millones de pesos).
Familiares de Castillo también recibieron dinero. Gloria Castillo Terrones, hermana del presidente, recibió 60,000 soles (325,000 pesos) en dos ocasiones. En una de ellas el dinero se lo entregó Salatiel Marrufo en el mercado Las Flores en Lima y la segunda ocasión el dinero lo recibió en manos de Geiner Alvarado.
De todas las confesiones en contra del presidente, la de Marrufo fue la que más preocupó a Castillo debido a que sabía que no mentía.
Sin pudor alguno, Castillo enviaba a familiares como cobradores. En alguna ocasión le solicitó a la cabeza de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), José Luis Fernández Latorre, que recibiera a su sobrino Rubdel Oblitas. Este le pidió 100,000 soles (542,000 pesos) para pagar a dos periodistas de Latina Noticias, el área editorial de Latina Televisión, con el objetivo de que realizaran un reportaje “comprometedor” en contra de sus enemigos políticos. Fernández Latorre dijo que Oblitas le pidió 500,000 dólares adicionales para contratar un asesor extranjero con conocimientos de inteligencia, para gestionar una donación de 30 millones de dólares (esto último lo publica el periodista Víctor Caballero en su libro Castillo: breve historia del gobierno del pueblo publicado por Ediciones B).
AMLO usó la imagen de Castillo para construir una narrativa noble. Un profesor humilde de una escuela rural sería su mejor vínculo internacional.
Castillo y su esposa plagiaron su tesis de maestría. La trampa como ascensor. Llegando a la presidencia, Pedro Castillo se convirtió en líder de un grupo criminal.
Cortesía de El Economista
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